Colombia democrática y libre: desafío electoral del 29 de mayo

Colombia democrática y libre: desafío electoral del 29 de mayo

Los colombianos han seguido, con gran interés y creciente preocupación, el desarrollo de las distintas campañas políticas para la presidencia de la república

Por: OCTAVIO TORO CHICA
mayo 23, 2022
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Colombia democrática y libre: desafío electoral del 29 de mayo
Foto: Leonel Cordero

Jean de la Fontaine escribió: “Todos los cerebros del mundo son impotentes frente a cualquier estupidez que esté de moda

Y no hay nada más estúpido que esté de moda, que la enajenación que sufren nuestras conciencias frente a todo lo que aparece con rimbombancia, pero vacío, como son: la ostentación de discursos sin fondo que se convierten en palabrería; la pobreza de los argumentos disfrazados en retórica; el libertinaje desenfrenado, disfrazado de libertad; la protesta violenta camuflada en la reclamación de derechos, pero que nunca se da para reclamar cumplimiento de deberes ciudadanos; lo nuevo por lo nuevo sin importar las lecciones aprendidas.

En fín, la moda atrae incautos y pretende llenar vacíos existenciales. No importa que los zapatos sean importados de marcas costosas, pues son la moda, así no se sepa hacia donde dirigimos nuestros pasos. ¡Vaya estupidez!

He seguido, por supuesto, con gran interés y creciente preocupación como colombiano, el desarrollo de las distintas campañas políticas que buscan el favor de los ciudadanos para elegir nuestro próximo presidente de la República.

Son muy preocupantes los niveles a los cuales ha descendido la retórica de algunos grupos que se oponen a la libertad, al orden, a la conciliación, a la convivencia, al respeto de la ley, en suma, al estado de derecho.

Se han apartado de lo conceptual porque les falta talante intelectual y argumentación para dirigir sus ataques, muy virulentos en ocasiones, y han saboteado e infiltrado con personas y artefactos contra quienes favorecen la democracia, por encima de sus ofertas autocráticas y dictatoriales de emperadores mandados a recoger, por lo obsoleto de su pensamiento y discurso socialista trasnochado y bullanguero.

Los pueblos que en su momento fueron deslumbrados con sus cantos de sirena, hoy sufren y se lamentan de su miopía en las elecciones que, en un episodio desafortunado de su historia realizaron.

A quienes han dirigido, incluso dentro de las limitaciones que tiene nuestra democracia, pero que es preferible a la mejor de las dictaduras, les han endilgado todo lo malo, todos los vicios y los actos punibles, como si ellos, los que favorecen la tiranía fueran unos dechados de virtudes, libres de todo pecado, dueños absolutos de la verdad y poseedores exclusivos de la pulcritud política. Sería bueno que estos individuos que pretenden creer que son lo que no son, hicieran un acto de meditación seria y se vieran en el espejo de sus propios errores, los que en muchos casos rayan con lo criminal.

Existen hombres y mujeres buenos y malos en todos lados. Aclaro que lo de buenos y malos son adjetivos calificativos que existen y no pueden ser variados a capricho que suponga beneficiar o perjudicar la bondad o maldad de unos y otros.

Eso es con todos, los que hoy gobiernan, como los que ayer ejercieron el mando y los que hoy pretenden obtenerlo; no importa que, como en las procesiones de Semana Santa, se den tres pasos hacia delante, aunque dos sean hacia atrás. Es así como, poco a poco, hemos ido creando una sociedad política con mayor cultura cívica y democrática. No nos debemos desviar de este curso y hay que evitar a toda costa que unos pocos, llenos de amargura, resentimientos y resabios, nos lleven al ataque calumnioso, personalista y falso.

Al fin y al cabo, el pueblo en su sabiduría, siempre busca y encuentra su verdad y ella está en el argumento serio, profundo y conceptual y no en la demagogia insustancial de odio y revanchismo. Somos inteligentes y, por tanto, no podemos seguir añorando, sin esperanza, sobre desengaños que nos ha producido el egoísmo, la chabacanería y la falta de respeto por todo aquello que sí lo merece.

Recapacitemos y pensemos mucho, que Colombia es de todos y que no podemos ahondar más el grave daño que hemos causado a nuestro país, aumentando el clima de desasosiego, debilitando aún más nuestras instituciones e incitando a más y fuertes actos de violencia; ello, nos afecta hoy y nos afectará mañana a unos y a otros. En esto, en tratar de fortalecer nuestra institucionalidad, la cual debe estar por encima de nuestras diferencias, los medios de comunicación deben jugar un papel de orientación y no de complicidad con quienes sólo ven los "beneficios" que les puede dar una demagogia irresponsable.

El voto es el acto de conciencia máxima de un pueblo sobre su presente y su futuro y como tal, en las circunstancias actuales de nuestra patria, su adolorido pasado y su siempre prometedor futuro, sí que es válido ese saber; pues como colombianos no podemos seguir caminando envueltos en estelas de humo que sobre verdades reales e históricas se vienen extendiendo con el mayor de los cinismos.

Como colombianos no podemos confiar en personas que le sacan el cuerpo al debate público, puesto que saben que su propia ignorancia frente a las realidades del país los pondrán en vergonzosa evidencia; no podemos confiar los destinos del país en personas que disimulan sus propias inseguridades dibujando o jugando con sus manos frente a sus interlocutores.

No son fiables aquellas personas que ante la incertidumbre que les producen las preguntas, levantan su cabeza al cielo casi que de manera despectiva, buscando una volátil musa que les inspire de urgencia; no nos pueden inspirar confianza aquellas personas que han trasegado por el bajo mundo del crimen, haciendo gala de muerte, violación y terrorismo.

No podemos confiar en personas que dibujan con sus manos manchadas de sangre corazones donde nos quieren meter a todos los colombianos; los colombianos todos, siempre nos hemos caracterizado por ser frenteros y respetuosos, porque siempre miramos a los ojos de quien tenemos al frente y nunca asumimos esas posturas falsas de mirar de soslayo y muy taimadamente. No tenemos por qué, gracias a que mantenemos nuestras mentes, manos y miradas limpias y así queremos que se mantengan.

Los colombianos no podemos dejarnos engatusar con pactos parcializados, fragmentarios o tendenciosos llámense agrícolas, ambientales, históricos, políticos, gubernamentales, perdón social, anticorrupción, con el diablo o lo que sea.

Los colombianos necesitamos y nos merecemos un gobierno que pacte con todos nosotros; pues aquellos pactos parcializados, fragmentarios o tendenciosos podemos estar seguros que sin iniciar, ya hacen parte importante de las segmentaciones necesarias para las reparticiones posteriores de los botines a los que se aspira. El pacto es con todos los colombianos sin discriminación de ningún tipo. Entiéndase bien: con todos los colombianos sin discriminación de ningún tipo.

Todos somos conscientes de que necesitamos no uno, sino muchos cambios, pero tampoco nos dejemos engañar sobre lo que el cambio entraña.

Todo cambio es para mejorar o empeorar. ¿Mejoramiento de la democracia?, ese es un cambio necesario. ¿Inversión social?, claro que si y en abundancia. ¿Fortalecimiento de las instituciones?, total. ¿Atención a las necesidades esenciales de vida, salud, educación, abrigo, vivienda, empleo y otras?, sin demora.

¿Inclusión y respeto por la diversidad?, es lo que enriquece nuestras diferencias. Y en fin todos los cambios que sean necesarios para el mejoramiento de la calidad de vida de todos nosotros los colombianos y el desarrollo armónico de nuestro país, bienvenidos!

Pero aquellos cambios que se proponen sobre el modelo de gobierno, ¡jamás! Pues, como en alguna otra ocasión lo expresé, debemos de preferir una democracia defectuosa y con muchas cosas por cambiar en sí misma, que la más perfecta de las dictaduras, de cuyas hechuras conocemos por lo que ha pasado en otras latitudes y que nos tienen que servir como espejo, donde, estoy seguro, ninguno de nosotros los colombianos se quiere ver reflejado, pues son saltos al vacío y el hundimiento como nación en el más profundo de los abismos, del cual vemos que pocos salen ilesos.

No solo se trata de “vivir sabroso”, como olímpicamente se propone, se trata de vivir bien y dignamente; no se trata de democratizar, sino de ser y hacer democracia; no se trata de perdones sociales a los criminales, sino aplicar la ley con justicia sobre los delincuentes; no sólo se trata de “mal utilizar” un lenguaje inclusivo con el que se llega a maltratar la multividersidad, sino aceptar y respetar esa diversidad incluyendo la ideológica; no se trata de la creación criminal, diría yo, de perfiles falsos para difundir todo tipo de noticias falsas, tendenciosas y calumniantes a través de las redes sociales, apoyados en criminales internacionales, sino recurrir otra vez a la decencia, al decoro y al respeto entre nosotros como seres humanos.

A propósito, no se trata de cautivar incautos sobre la base de una campaña o movimiento dizque humano o humanizante, cuando lo que menos hemos visto los humanistas que aún quedamos es que, realmente, se le apunte a hacer de cada uno de nosotros los colombianos unos verdaderos seres humanos más dignos y más humanos y valga la redundancia, como tampoco se vislumbraron siquiera, propuestas de estrategias que apunten, realmente, a ese desarrollo humano digno que tanto necesitamos y clamamos.

Los colombianos nos merecemos seguir caminando por senderos de paz y libertad, así sea por caminos estrechos y difíciles de una buena democracia, tortuosos en ocasiones, con muchos atajos, espinas y obstáculos, pero que gracias a nuestra resiliencia, hemos sabido caminar y ser exitosos y no meternos por los caminos amplios y adornados que nos ofrecen las dictaduras, esas sí esclavizantes que luego impondrán, gracias a nuestra ceguera: su gobierno de facto, ausencia de separación de poderes, concentración de poder en una élite, arbitrariedad, suspensión del Estado de derecho, supresión de elecciones o manipulación de las mismas, control y censura de los medios de comunicación, ilegalización de partidos políticos, represión de la oposición o los contrarios, lucha de clases, duración indeterminada del gobierno en el poder, control a los medios de producción y de consumo, combinación irresponsable de las formas de lucha, censura, violencia, discriminación, migración, muerte y tantas cosas más que ya se nos han anunciado en el “voto que cambiará la historia” pero a su manera y de qué manera!

El país es de todos, por favor no le hagamos más daño. Nuestra responsabilidad ética y moral, que aún existe a pesar de muchos, es con el voto de las próximas elecciones presidenciales.

Nuestra conciencia nos tiene que orientar al voto no a favor de alguien y de algo o en contra de alguien y de algo; es el voto a favor de nosotros mismos, del pueblo colombiano al que han arrinconado bajo la égida de historias basadas más en el odio o peligro que representan los contrarios que en las verdades de una historia de cientos de años, la que tenemos como generación, la obligación de preservar para nosotros mismos y para quienes vienen detrás de nosotros los que reconocerán o demandarán lo hecho o dejado de hacer.

Empujemos todos, para que ganemos todos. El triunfo o fracaso de uno u otro candidato, será el triunfo o fracaso de nosotros los colombianos como nación. Las decisiones son nuestras y, como lo he escrito en varias ocasiones: estas deben ser tan bien tomadas que, posteriormente, no nos tengamos que arrepentir de ellas.

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