Está en cartelera Cuestión de tiempo, una película en la que Tim Lake, su protagonista, descubre que tiene la capacidad de viajar en el tiempo y la posibilidad de cambiar lo que sucede y lo que ha sucedido en su propia vida, aunque no le resulta tan fácil. Bueno, pues como se dice en términos populares, puse a un poco de amigos (personas del común, ejecutivos, líderes de opinión, colegas y demás) a echar globos sobre qué cambiarían de sus vidas y de la historia de Colombia si tuvieran el poder de Tim. Creo que los puse a retroceder su propia película del todo. Con dolor en sus asuntos personales y en los nacionales, me ayudaron con sus reflexiones a construir esta columna. Muy pocos no cambiarían nada, pero la mayoría volvería atrás para bajarle a la ansiedad, no haber lastimado a la familia, no haber recibido o dado un mal ejemplo, escoger con guantes de cirujano a los amigos, haber dejado el afán por conformar un hogar, no haber sido madre tan mayor, entre muchos otros. A cambio le inyectarían paz, fe y tranquilidad a la vida; amarían con confianza y trabajarían con alegría; serían más analíticos y más prudentes, y aprenderían a tocar piano o guitarra; tratarían de bailar cumbia, porro, chachachá, fox, vals, mambo, pasodoble; serían persistentes. En mi caso particular me quitaría la ingenuidad que aún me acompaña en ciertas cosas y hubiera evitado un par de novios que tuve y que fueron unos pegotes (como decían las mamás), tan pegotes que mejor ni les gastaría el tiempo del regreso. Más bien volvería a la vida a mi mamá, a una tía y a mi mejor e irremplazable amigo y colega Alberto Santamaría.
En el caso de nuestro país, miren esta premisa que hizo un colega y de la cual se desprende el resto: “No hubiera permitido que se hubiera dejado de lado la decencia. Las cosas básicas desaparecieron del pensum de los colegios: La urbanidad de Carreño o de quien fuera. Entender que hay un orden que seguir: El respeto por la autoridad, por la justicia sana y pura, ¡por la familia!. Miremos no más hoy el lío en el que está el magistrado Henry Villarraga del Consejo Superior de la Judicatura, para hablar solo del tema justicia. Dice mi colega que “el corto circuito se dio en los 60 y 70 cuando comenzó y se abrió paso el “todo vale”. Esto va de la mano con otras opiniones en las que se habla de que la corrupción se los consumió a todos, sin importar la desigualdad, la pobreza, los odios, los rencores de nuestra sociedad. Ya nadie les cree a los políticos porque en su mayoría están involucrados en todo y comen todos de la misma mermelada. Del país cambiaría y prohibiría para siempre el insoportable nepotismo. Ese carrusel generacional de dirigentes (dizque delfines, cuando en verdad son pirañas) que se viene reciclando desde hace siglos y que hace imposible que gente meritoria y capaz, pero sin plata ni apellidos, sea trancada a los sombrerazos de los puestos públicos y los cargos de elección, otra opinión.
Masacres, violencia porque no se piensa igual, abuso de poder y de autoridad, carruseles más que de caballitos, episodios como el del Palacio de Justicia, la discriminación de todo tipo, y —entre otros muchos horrores— uno de nuestros peores lastres: el narcotráfico, con toda su capacidad de permear todos los estamentos de la sociedad y hasta a la guerrilla que se mueve desde hace un buen tiempo en esas aguas. Que nunca hubiera nacido Pablo Escobar. Que esa parte de la historia de nuestro país nunca hubiera existido. Uno no puede ser flexible con sus convicciones y principios. Cambiaría la complicidad que todos de alguna manera tuvimos en el tema del narcotráfico, por no haber denunciado enriquecimiento ilícito de gente que veíamos llenarse de dinero de la nada, por ir a bailar a negocios que era obvio estaban financiados con dinero extraño, por habernos hecho los locos cuando de este tema se trataba…
Hasta a asuntos históricos se remontaron mis entrevistados: De Colombia cambiaria el acto sumiso y tonto de no defendernos de esa conquista absurda; éramos mayoría, perfectamente habríamos aniquilado a todos aquellos que nos impusieron ese cambio en nuestras existencias. Eliminaría el momento en el que surgen las desigualdades con despojo de tierras en los años 40, razón por la que nació la guerrilla que hoy se constituye en grupos criminales y por la que a su vez surgió el paramilitarismo. Eliminaría la elección de Uribe, la ingenuidad de Belisario Betancur con la guerrilla y que tiene en el proceso de paz de hoy una réplica similar en su fundamento, una bajada de pantalones impresionante. Quiero decirles que hasta la desaparición del DANE salió aquí a bailar.
Pero no nos llenemos de pesimismo. Algo podemos hacer desde nuestro comportamiento. Mucho hay que retomar. Por ejemplo, más conciencia ciudadana de deberes y obligaciones en todos los campos, hasta el electoral. Nos espera la retoma y reestructuración de un sistema cultural de enseñanza de valores y judicial que sea real y creíble. ¿Ánimo? o ¡Ánimo! A qué se le apuntan.