Siempre me he preguntado ¿por qué Colombia usualmente está en las posiciones más altas del ranking que mide la felicidad en los países? Y solo he podido pensar: “En las condiciones deplorables en las que se encuentra este país es imposible que aparezca en estas posiciones, si las estadísticas no están equivocadas, entonces la ignorancia y la doble moral son proporcionales a la felicidad”.
Y es que en este país aparte de la cultura de la corrupción por parte de los dirigentes políticos, está la muy encumbrada cultura de la doble moral: se predica pero no se aplica. Nos tildamos de tolerantes, pero no se tolera a lo diferente, a la iglesia Cristiana y mucho menos a los Arrazola. —¡No señores! No soy cristiano, mucho menos del Centro Democrático, soy agnóstico y librepensador—.
Anhelamos la paz, pero nos contradecimos en las acciones. Estamos hastiados de la lacra politiquera, pero vendemos nuestro voto al mejor postor. Nos conmovimos por lo que sucedió en Mocoa, aunque sabemos que es producto de la negligencia de las autoridades estatales. Mañana olvidaremos lo ocurrido, igual como lo hicimos con Armero. Solo lo recordaremos cuando pase nuevamente otra tragedia o en su caso, lo más normal en el país del sagrado corazón, lo rememoraremos cada aniversario.
Abogamos por la pluralidad en todos los sentidos, pero discriminamos y rechazamos de forma sutil al hijo del vecino que tiene una condición sexual distinta a la “tradicional”. Observamos actos reprochables, que merecen repudio y solo nos quedamos de espectadores, como si estuviésemos frente a la “caja boba” viendo cómo se derrumba el mundo ante nuestros ojos, ¿hasta cuándo la doble la moral?
*Entre los riesgos inminentes que pueden llegar a suceder este año está el derrumbamiento de ciertas partes de la Popa, en Cartagena. Que la negligencia que hasta ahora está mostrando el Alcalde Duque no genere mayores estragos.