Acaba de realizarse en Bogotá uno de esos eventos de pompa y boato, en los cuales una serie de personas con fama de expertas en temas complejos se dejan invitar, con algo de desgano; para exponer ante un seleccionado público sus ideas acerca del asunto de su competencia.
Se trató en este caso de la reunión de expertos, y de algunos definitivamente no tanto, convocada por una revista de circulación nacional, para debatir los pormenores del fenómeno de la corrupción en nuestro acomplejado país. Tomaron turnos para hablar los precandidatos, los académicos y los lagartos que han vivido su vida con el cuento de ser especialistas en el tema.
Y proponiendo remedios para todo, fingiendo no ser los mismos que durante décadas no solo han permitido la corrupción cuando han ocupado puestos de manejo en la administración pública; sino también medrado y prosperado a su amparo.
¿Qué quiere acabar con la corrupción en la política? ¡Le tengo el remedio! Basta con que el Estado (léase usted y yo) financiemos los directorios políticos, para que así no se vean “forzados” a recurrir a fuentes non sanctas de financiación. (Confieso que a estas alturas no he podido saber si esa propuesta es otra manifestación de descaro; o si de verdad nos creen tan estúpidos como para tragarnos la idea de que con darles más plata a los corruptos van a dejar de serlo).
Los siete precandidatos presidenciales, personas curtidas en las lides de la administración pública y la burocracia, acusan a sus contendientes de todos los males del Universo, prometiendo tener la fórmula mágica para sacar al país del hoyo de miseria cavado a punta de abusos y de latrocinio. Recuerden que el señor David Murcia también decía tener la fórmula mágica para multiplicar el dinero. El suyo, obviamente.
Los representantes de la burocracia semiprivada, las ONG; aquellas sempiternas entidades ahítas de donaciones y aportes públicos y privados, muestran gráficos coloridos e impactantes que demuestran que, en efecto, la corrupción existe y que ellos hacen un gran aporte a su solución por el hecho de medirla y acomodarla en hojas de cómputo. No se les ha ocurrido a estas entidades que, para ganar credibilidad, primero deben explicar por qué sus principales financiadores son precisamente las empresas nacionales e internacionales más corruptas.
Nuestro actual presidente, en lugar de hacer un mea culpa,
sorprende al auditorio con el anuncio de que, en fecha incierta
presentará proyectos de ley para combatir la corrupción
La nota cínica, cuando no, la puso nuestro actual presidente, quien en lugar de hacer un mea culpa, de tratar de rescatar los escombros de su imagen mediante una pequeña dosis de honestidad y autocrítica, sorprende al auditorio con el anuncio de que, en una fecha incierta, va a presentar proyectos de ley para combatir y erradicar este fenómeno. No da detalles, no da fechas, no promete nada. Al igual que el denominado Plan Zamora, invento de su colega, el grotesco payaso de la vecina Venezuela, este plan de acabar con la corrupción solo debe existir en la retórica alucinada de nuestro mandatario, quien en su desespero por abandonar la presidencia cuanto antes para irse a vivir de la fama y fortuna ligadas a su Premio Nobel, ya ni siquiera se toma el trabajo de presentar mentiras mejor elaboradas.
Otro tanto hizo esta semana, cuando anunció que estaba pensando (qué ironía), presentar en fecha incierta un verdadero proyecto de reforma pensional, algo que no ha hecho en toda su vida como ministro y como presidente. Aclara eso sí, que va a crear una comisión para estudiar este inexistente plan; comisión que debe incluir a miembros del Congreso, ya que a la final serán ellos quienes aprobarán o no su fantasiosa idea de reforma. Quedan notificados los empleados que aspiran a jubilarse, que sin congresistas y sin mermelada no habrá pensión.
Lo cierto de todo esto es que ya cada vez menos colombianos le creen lo que dice. Solo su rebaño de congresistas a sueldo y sus comunicadores de oficio siguen haciendo de caja de resonancia de sus maravillosas ideas, explicando el galimatías de sus alocuciones para hacerlas entendibles al pueblo.
Este presidente pasará a la historia como quien hizo la paz con las Farc, sea lo que sea que eso signifique. El resto de chambonadas, desafueros y actos de manifiesta corrupción se irán disolviendo entre el mar de nuevos escándalos y otros hechos que colorearán nuestro diario acontecer. Todo para bien de una sola persona y para mal de nuestro país, condenados a tragarnos lo que los medios organizadores de foros quieran hacer de la realidad nacional.