Con ocasión de este tiempo de posconflicto, y porque estamos ad portas de un debate presidencial que señalará la agenda para llevarnos a la modernidad y la sostenibilidad, los colombianos debemos tomar muy en serio los retos de la educación.
La escuela colombiana del posconflicto necesita mirarse tanto a sí misma, a su región y su realidad histórico-cultural como al mundo y los saberes ya probados. Por eso, por esta dinámica profundamente reflexiva y educativa, la creación y fortalecimiento de redes de información tanto virtuales como tangibles deberían ser uno de nuestros horizontes. Campesinos en red de saberes. Comerciantes en red de saberes. Académicos en red de saberes. Industriales en red de saberes. Todos aprendiendo y enseñando: Colombia, una gran escuela.
Colombia necesita una educación que la lleve a la era de la información. La era de la información es lo opuesto tanto a la era feudal como a la industrial. En la era de la información el saber, como propiedad intelectual, es la base de los grandes capitales. Por eso, la relación docente-conocimiento-estudiante tiene que abandonar la actitud sumisa y subyugante en dirección a un diálogo reflexivo a través del cual se reconozcan novedades y divergencias, y se identifiquen conocimientos patentables, nuestros.
La escuela puede fortalecer en los colombianos una inteligencia estructurada, problematizada y flexible. Además, con metodologías educativas podemos aprender a tejer redes de creación, constatación y circulación de conocimiento. En los centros escolares y universitarios podemos aprender a estudiar en equipo, y conformar colectivos de investigación. En las aulas aprendemos que en estos equipos y colectivos cada miembro cumple un papel particular, y todos van aprendiendo y enseñando tanto lo que leen como lo que concluyen por la experiencia y las preguntas.
El desarrollo del campo y las ciudades implica tanto saber hacer con las manos y las técnicas como saber crear conocimiento nuevo. Seguir siendo consumidores del saber europeo y norteamericano nos mantendrá en la pobreza. Además, el conocimiento en manos de unos pocos, quienes están encerrados en centros especializados o dentro de laboratorios, demorará gravemente el desarrollo del país.
Diseñemos un país productivo en el que campesinos, pescadores, artesanos, técnicos, comerciantes, artistas, deportistas, profesionales, industriales, todos estemos preocupados por comprender las necesidades y posibilidades de las regiones, y de nuestro tiempo. Niños y adultos interrogándose sobre la vida que llevamos. Campesinos y académicos intercambiando saberes. Industriales y artesanos abriendo espacios interactivos donde sus potencialidades lleguen al máximo.
El conocimiento debe estar en manos de todos, y no porque lo repartamos a través de folletos o cursos radiales, sino porque todos seamos capaces de transformar la experiencia sensible en saber metodológico y teórico. Esto es posible. Las escuelas son el lugar en el que podemos aprender a producir saber. Además, el país entero es el laboratorio diverso y dinámico que irá informándonos sobre nuestra riqueza.
La era de la información surgió hace décadas. Los colombianos nos estamos liberando del oscurantismo de la guerra, y la escuela básica y universitaria, gratuitas y para todos, son el escenario que necesitamos fortalecer para el bienestar de las nuevas generaciones y de la naturaleza.