Colombia se encuentra entre los países más desiguales del mundo, este es un dato confirmado por múltiples organizaciones internacionales. Es aceptado también, basado en evidencia sólida, que menos de 40 poderosas familias detentan el monopolio político y económico. En nuestro país, la derecha aliada de esta pequeña oligarquía, ha gobernado sin mayor oposición desde hace más de 200 años. Para mantener sus privilegios, las élites colombianas no han tenido reparo en declararle la guerra a todo aquel que se atreva a desafiar su hegemonía. Ostentamos el récord del mayor número de líderes sociales, defensores de derechos humanos y periodistas asesinados en los últimos 50 años en el continente. Muchos de nuestros más brillantes líderes que se levantaron para denunciar la desigualdad estructural asociada con las mafias corruptas en el poder fueron asesinados (Gaitán, Galán, Pizarro, Pardo Leal, Jaramillo Ossa, Jaime Garzón, entre los más conocidos de los cientos silenciados).
Lo más sorprendente de esta historia es que muchos siguen hoy repitiendo el coro de los medios privados de comunicación, propiedad de los mismos dueños del poder: ¡Cuidado, es muy peligroso que llegue alguien distinto “a los de siempre”!, ¡el pueblo ignorante no sabe cómo dirigir su destino, confíen en sus élites gobernantes! La consigna es simple y poderosa: ¡si llega al poder alguien distinto al representante de las élites regionales gamonales (“el que diga él”) o, al representante de las élites centralistas bogotanas (el nieto y sobrino de ex-presidentes), el país puede convertirse en un infierno! Pero, esto es falso: es una hábil estrategia publicitaria basada en el terror psicológico y la mezquindad antidemocrática de quienes no quieren ver amenazados sus privilegios históricos.
Amiga, amigo colombiano, le escribo desde el corazón animado por el interés colectivo, por favor, reflexione detenidamente sobre estas palabras que están basadas en datos, en hechos, en nuestra historia. Déjese guiar por su sentimiento más profundo asociado al amor y no permita que el miedo sea el fundamento de su elección para Congreso y Presidencia. Sí, no es fácil soltar las cadenas que arrastramos desde hace más de dos siglos, pero: ¡es posible!, ¡se puede! La democracia, que es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, es el camino: ¡no temamos, atrevámonos a soñar, entre todos podemos trasformar nuestro país, llegó la hora de arriesgaros a pensar en grande y asumir colectivamente como pueblo nuestro destino!
¡Colombia atrévete a soñar!, ¡Colombia atrévete a cambiar!