El discurso del presidente Petro en la COP 28 celebrada en Dubai fue vibrante e inspirador como suelen ser los que ofrece en estos eventos de carácter internacional. Reafirmó, una vez más su compromiso personal, profundo y radical como es bien sabido, con la lucha contra el cambio climático, asumido como el mayor desafío al que se enfrenta hoy la humanidad. Lo concluyó informando a su audiencia planetaria de cuales han sido las decisiones concretas adoptadas por Colombia para conjurar dicho cambio. Citó el fin de las subvenciones a la gasolina, un compromiso de la COP26 que, sin embargo, pocos países han puesto en práctica. La reducción significativa de la tasa de deforestación de la Amazonia colombiana e insistió en la propuesta presentada previamente en otros foros internacionales de la canjear deuda externa por inversiones medioambientales.
Medidas muy de aplaudir pero que no resultan suficientes. Y no lo digo porque resultan insuficientes con respecto al problema del cambio climático a escala planetaria dado que el aporte de Colombia a la contaminación del planeta representa apenas el 0,.25 % del total mundial, por lo que las medidas adoptadas por el presidente Petro tendrán de hecho escaso impacto en la reversión del cambio climático. Lo digo pensando de que el propio presidente Petro también ha manifestado en repetidas ocasiones su compromiso con la reindustrialización del país, proceso que traerá consigo de manera inevitable la elevación sustancial de la generación y el consumo de energía. No olvidemos que ocupamos el puesto 131 en la lista de consumo per cápita de energía en el mundo, por detrás incluso de Cuba que ocupa el puesto 124 y de Venezuela, que ocupa el 97. O sea que tenemos mucho espacio para hacer crecer entre nosotros la generación y el uso de energía.
Quizás el sultán Al Jaber, presidente de COP 28, exageró cuando, en el discurso inaugural de la misma, afirmó que la eliminación radical de los combustibles fósiles “no permitirá un desarrollo sostenible a menos que se quiera devolver al mundo a las cavernas.” Pero, por lo menos nos hizo reflexionar sobre el hecho de que la eliminación o la reducción drástica del consumo de energías fósiles solo es posible en el marco de un proceso de transición energética que en el mundo puede tomar décadas y supone unos costos enormes que alguien habrá de pagar. Los dos siglos que median desde en el desencadenamiento de la Revolución industrial en Inglaterra, le han dejado al planeta un legado envenenado del que no es fácil deshacerse.
Por poner un solo ejemplo. Alemania es la cuna del ecologismo político, de hecho, el Partido verde, el más antiguo de su genero en el mundo, se fundó en los 70 del siglo pasado, y su incansable labor de agitación y propaganda no solo ha conseguido que hoy forme parte de la colación de partidos que hoy gobierna al país germano. También es responsable de que Alemania haya reducido drásticamente su consumo de carbón y cerrado todas sus centrales nucleares, con solo dos excepciones. Pues bien, el Tribunal Constitucional ha negado a su gobierno que dedique 60.000 millones de euros a la financiación de la transición energética, argumentando que la dichosa regla fiscal, que fija de una vez y para siempre el porcentaje del endeudamiento público, impide que lo haga. Y es tal tamaño la “tormenta perfecta”, generada por la yuxtaposición del cierre las centrales nucleares con la voladura de los gaseoductos Nordstream 1 y 2, que el gobierno ha decidido reabrir dos de las centrales nucleares, y Taz, el diario de los Verdes, calificar de “persona non grata” a Greta Thumberg. Cierto, lo hizo argumentando el apoyo de la celebre activista ecologista a la causa Palestina, pero no por eso deja de ser un síntoma de cuan embrollada esta ahora en Alemania la cuestión de la transición energética.
De la propuesta de Petro intercambiar deuda externa por inversión medioambiental la COP 28 no quiso saber nada
De la propuesta de Petro intercambiar deuda externa por inversión medioambiental la COP 28 no quiso saber nada. Se creo un Fondo para perdidas y daños, cuyo monto de 700 millones es tan exiguo como exigua la lista de países beneficiarios: los países isla de la Oceanía. Que deja por fuera al resto de los países del Sur gravemente afectados por sequias, huracanes, ciclones y temporadas de lluvias torrenciales debidas al cambio climático, que han causado y siguen causando centenares de muertos y multimillonarios daños materiales.
O sea que, por ahora, tenemos que apoyarnos en nuestros propios esfuerzos, como recomendaba Mao, y diseñar una estrategia de transición energética que proceda a la gradual descarbonización de nuestro consumo, que apueste por incremento constante del uso de las energías eólica y solar, pero sobre todo de la energía hidráulica, para cuya generación contamos con tantos recursos naturales como con experticia. Así mismo tenemos que reducir el uso de los aviones, los carros, los buses y los camiones, aumento sustancial del uso del tren, los tranvías y los metros. Y hacerlo teniendo en cuenta que debemos responder al notable incremento en la generación y consumo de energía, demandado por la deseable reindustrialización del país.