Colombia ¿Por qué abrigas tanto odio?

Colombia ¿Por qué abrigas tanto odio?

La marcha del 1 de abril quedará en la historia como una movilización llena de contradicciones y sinsentidos, una expresión ciudadana de inconformidad y también de odio

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
abril 06, 2017
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Colombia ¿Por qué abrigas tanto odio?

No creo que Colombia sea un país carcomido por el odio pero sí estoy seguro que el odio y su terrible deshumanización forma parte de nuestra contradictoria realidad nacional. No voy a descalificar a las personas que el 1 de abril marcharon en las calles del país gritando consignas alusivas al desgobierno, la corrupción y la supuesta entrega de las instituciones a las Farc. Todos esos colombianos se ampararon en su derecho a la libertad de expresión y la protesta. El gobierno fue respetuoso y garantizó que las marchas se dieran sin complicaciones o altercados. Por eso tampoco considero necesario volver sobre lo mismo y cuestionar la autoridad moral de sus promotores. Por el contrario, quisiera reflexionar sobre el resentimiento que habita en el corazón de tantos colombianos. Me pregunto: ¿Por qué tanto odio?

Tantas décadas en medio de un conflicto atroz ha generado en miles de colombianos un profundo sentimiento de rechazo. Aunque no tiene sentido generalizar son miles las víctimas que ven en este momento de transición una oportunidad histórica para construir un país más tranquilo y también son miles las que sienten que la negociación le abrió un camino victorioso a su victimario. Ambas posiciones son absolutamente respetables pero es justo reflexionar en cuál es la más favorable para el país en aras de promover espacios de convivencia y tolerancia. Ya lo decía el filosofó Jacques Derrida “Solo se perdona lo imperdonable”. El perdón por fuera de cualquier consideración religiosa es ante todo la posibilidad de otorgar una oportunidad. Por eso el perdón es individual y es cada colombiano que ha padecido en carne propia este terrible conflicto quien debe buscar en su corazón el perdón necesario para construir un mejor país. Al menos, una Colombia más tranquila.

Los sectores políticos que juegan con el odio y el resentimiento buscan prolongar escenarios de conflicto. Quieren que los ciudadanos salgan a votar y marchar “verracos”; enojados con un gobierno con muchos desaciertos pero que se la jugó por una negociación que cerró uno de los tantos ciclos de violencia que el odio ha abierto en nuestro país. Exacerbar el odio no es algo nuevo y ya muchos políticos en la historia lo han utilizado para llevar a cabo programas terribles. El nazismo sustentó su plataforma ideológica en la segregación y la exclusión. Millones de alemanes cegados por una propaganda omnipresente apoyaron una ideología radicalizada que solo buscaba eliminar a un contrario considerado como peligroso o inútil, es decir, se aniquiló la humanidad de muchos sectores sociales, religiosos y políticos para justificar ontológicamente su exterminio.  No podemos permitir que algo así vuelva a ocurrir en el mundo.

A más de 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) tenemos claro que por encima de todas las diferencias culturales formamos parte de una misma humanidad. Antes de encarnar cualquier identidad religiosa, social, cultural o política somos seres humanos. Sin embargo, a veces pareciera que algo tan elemental puede ser fácilmente olvidado. Hasta me atrevo a afirmar que el odio es una construcción social que estructura el proyecto ideológico de algunos sectores políticos en nuestro país. Promover el odio resulta “benéfico” para aquellos que no ven en la reconciliación una oportunidad única para pasar la página y construir un mejor país.

En momentos de una gran transición institucional los colombianos están asumiendo una posición pasiva o desinteresada. No se comprende la magnitud de lo que actualmente está pasando o se dimensiona la importancia de la implementación de un Acuerdo que sienta las bases de una Nueva Colombia.  Hay sectores ansiosos de propiciar el odio esperando que en las próximas elecciones los ciudadanos “verracos” elijan un presidente que desmonte el Acuerdo. Se piensa en lo inmediato sin consideran los beneficios que cerrar un ciclo de violencia traerá a las próximas generaciones. Un escenario de convivencia y tolerancia que un país tan polarizado no alcanza a comprender.

La marcha del 1 de abril quedará en la historia como una movilización llena de contradicciones y sinsentidos, una expresión ciudadana de inconformidad y también de odio, una muestra de una Colombia inconforme y que grita en las calles su rechazo. Algo positivo en un Estado social de derecho. Sin embargo, la verdadera movilización se debería dar en el corazón de todos los colombianos. Solo allí se podrá dar una voz de aliento al cambio que requiere el país y que muchos hemos asumido como un compromiso vital. Trabajar desde cualquier contexto propiciando espacios de diálogo y reconciliación, pensando en el bienestar de aquellos que habitarán un país que nunca ha encontrado sosiego y que solo ha salido de un ciclo de violencia para iniciar otro. No desconfío en la posibilidad de ese perdón que cimentará la gran reconciliación nacional. No desconfío de los colombianos.

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