El 9 de abril de 1948 a las 13:05 horas de Bogotá (Colombia) fue asesinado el líder liberal y antiimperialista Jorge Eliécer Gaitán. Hoy se cumplen 70 años de aquel magnicidio.
La verticalidad, su incorruptible honestidad y el ejemplo de su conducta lo habían marcado desde que defendió valientemente a los obreros de las explotación de las bananeras gringas en la costa atlántica, hasta el enfrentamiento y la cruzada política en contra del gobierno liberal del presidente Alfonso López Pumarejo, (1934-38) cuya llamada “Revolución en Marcha”, Gaitán la llamó “Una Revolución de Papel y Cartulina”. Gobierno que había prometido un reforma agraria que terminó engañando a los campesinos pobres y favoreciendo a los grandes latifundistas.
Desde entonces, el líder liberal había logrado una gran simpatía no solo en la militancia liberal, también en sectores humildes que aunque decían ser conservadores, su nivel de ignorancia y analfabetismo político y educacional le confundían los discursos politiqueros de ambas orillas: liberales y conservadores. No debe olvidarse que el Partido Conservador detentó el poder en Colombia desde 1886 hasta 1930 que gana el liberal Enrique Olaya y lo sucede en 1934 el también liberal Alfonso López Pumarejo.
La década del 40 fue muy peleada en la interna liberal, “el negro”, como solían decirle a Gaitán, arrastraba mucha simpatía en los sectores humildes de la militancia liberal, y su discurso radical preocupaba a los sectores aristocrático y oligárquicos en la dirección del Partido Liberal, y por ello favorecían a Gabriel Turbay Turbay un culto y potable candidato para enfrentar al conservador Mariano Ospina Pérez, es así como con un grave error de la izquierda colombiana, que apoyó a Turbay, Jorge Eliécer Gaitán pierde la oportunidad de acceder a la presidencia de Colombia.
Diversos fueron las versiones de su asesinato, incluyendo una conspiración internacional comunista donde vinculaban a los jóvenes cubanos Carlos Ovares y Fidel Castro, presidente de la FEU y de la Facultad de Derecho respectivamente, nadie con sentido común creyó esa historia. El asesinato de Gaitán fue eminentemente político por su frontal enfrentamiento contra el gobierno de Mariano Ospina Pérez y responsabilizar al Estado y a la oligarquía con el genocidio, que desde 1946 se cometía contra la población liberal y conservadora.
No debe dejar de tomarse en cuenta la coyuntura política internacional y el escenario bogotano en aquel momento: era el comienzo de la “guerra fría” y se estaba desarrollando en Colombia la IX Conferencia Panamericana, que abriría las puertas a la creación de la OEA, instrumento político que requería Estados Unidos para justificar sus intervenciones políticas y militares en la región. Era el momento donde se debatían temas tan cruciales como la independencia de Puerto Rico, la devolución del Canal de Panamá, la denuncia contra el dictador Trujillo en dominicana y la Devolución a la Argentina de las Islas Malvinas. La descollante figura de Jorge Eliécer Gaitán era una preocupación del imperio, al cual ya había enfrentado valientemente en la década del veinte. Colombia era y es una pieza clave para Estados Unidos, en su política de dominación en nuestra región y especialmente en Suramérica, no podía perderse la oportunidad de eliminar semejante adversario.
De hecho también lo fue, el seguro triunfo electoral de Gaitán para ocupar la presidencia de la República, su prestigio, autoridad, honradez, ética y patriotismo había calado en el pueblo colombiano y se había demostrado en su convocatoria a la “Marcha del Silencio” celebrada el 7 de febrero de 1948 en la Plaza Bolívar, en la que participaron miles de colombianos.
Su discurso conocido como la “Oración por la paz” era el mensaje claro de lo que sería su gobierno, combate a la pobreza, desigualdad, elitismo, justicia social, integración, dignidad y respeto a la soberanía e independencia de Colombia, y una muy clara posición antiimperialista. Con todo su rico historial político en el Partido Liberal, defendiendo con firmeza esas posiciones, Gaitán había firmado su condena a muerte que él no creía, el solía decir: “La oligarquía colombiana no me mata, porque sabe que, si lo hace, el país se vuelca y pasarán muchos años antes de que las aguas regresen a su nivel normal”. Y tenía razón y visión estratégica, aún las aguas no regresan a su nivel normal.
Al cumplirse 70 años de su asesinato, Colombia aún, desde 1946 y hasta la fecha ha venido padeciendo de una injustificada violencia que promueve y sostiene firmemente la oligarquía colombiana y que aún en este 2018 sus promisorias palabras y sus firmes ideas democráticas y libertaria se pueden apreciar hoy más que nunca, con todo lo que acontece en la sufrida Colombia con una guerra fratricida y cual oráculo dejó muy claro en su mensaje un 13 de abril de 1947 cuando el gran líder y profeta colombiano dijo:
“Pueblo de todos los partidos: ¡os están engañando las oligarquías! Ellas crean deliberadamente el odio y el rencor a través de sus agentes, asesinando y persiguiendo a los humildes, mientras la sangre del pueblo les facilita la repartición de los beneficios económicos y políticos que genera tan monstruosa política”.
"... No me importan los partidos. Combato al país político, a esa pequeña casta insensible de los hombres que necesitan embajadas y ministerios y negocios con el Estado, que comprenden con claridad que la única manera de tener esas influencias, de enriquecerse a la sombra del gobierno, es provocando el odio y la violencia entre los colombianos”... “Todo esto es una inmensa farsa”. Fin de la cita.
Esta profunda y real reflexión de Gaitán refleja muy claramente el actual escenario político, económico y social colombiano. Tal vez mucho más grave que en los años cuarenta, porque hoy son aún mucho más dependiente de un imperio voraz, que ha empobrecido al campesinado y a la pequeña y mediana industria. Y lo más sensible, van rumbo no solo a incumplir los Acuerdos de Paz, sino a modificar y aplicar la justicia, que ellos consideran eliminará la impunidad, o sea solo a los desmovilizados de las Farc y no tocar ni un pelo a quienes han ahogado en sangre y pobreza ese hermano país, así lo han declarado impúdicamente los candidatos del Centro Democrático y Cambio Radical, Iván Duque y Germán Vargas Lleras, si logran la presidencia.