Colombia 2018, ¿qué nos deparará la historia?

Colombia 2018, ¿qué nos deparará la historia?

La política, en su versión electoral, tendrá primacía en el primer semestre del 2018. En marzo se escogerá Senado y Cámara, y entre mayo y junio se elegirá el presidente

Por: Horacio Duque
enero 16, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Colombia 2018, ¿qué nos deparará la historia?

Por supuesto, los problemas económicos y fiscales seguirán gravitando con sus consecuencias sociales y sus impactos en el comportamiento electoral ciudadano. Otros temas influirán en el debate y las definiciones que se den, me refiero a los escándalos de corrupción, la construcción de la paz, el posconflicto, las relaciones con Venezuela y la evolución de la guerra con el Eln.

Es de advertir en el análisis que las campañas y las elecciones venideras se realizarán, como es natural que suceda, dentro de una escena política nacional compatible con la forma de acumular neoliberal instaurada a partir de 1990 y profundizada por los sucesivos gobiernos que, desde ese año, se han sucedido.

Como lo hacen todas las otras formas de acumular que han precedido a la actual, la misma permite elecciones libres, periódicas, secretas e informadas, que obedecen a patrones de comportamiento heredados del modelo vigente y que gobiernan la conducta de los ciudadanos. Y es que la ideología de las clases dominadas no es sino la ideología de las clases dominantes como consecuencia de ese axioma según el cual quien detenta el poder material de una sociedad detenta también su poder espiritual. La conducta de quienes dirigen la sociedad determina la conducta de los dirigidos. Y si esta conducta se ajusta a los requerimientos del mercado, tendremos una cultura esencialmente mercantilista que va a seguir gobernando a la sociedad en su conjunto.

Hasta el momento, inicios del año, el proceso político bien puede caracterizarse por el amplio desprestigio de los partidos políticos como resultado de los escándalos de corrupción; la proliferación de candidatos por firmas; y la postulación de un amplio número de nombres como aspirantes a la Presidencia de la República: casi 55, algo sin antecedentes en la historia electoral nacional, tal vez como un fenómeno que se puede asociar al influjo de los diálogos y los acuerdos de paz con las Farc y ahora, con el Eln. Porque se quiera o no, el tema de la terminación del prolongado conflicto social y armado ejerce un envolvente impacto en diversos campos de la sociedad, y lo electoral no se queda al margen; la lucha por el poder en todos sus ámbitos se inserta en tal fenomenología.

El otro elemento a considerar es el de las coaliciones. Las alianzas y los acuerdos se abren paso de manera inevitable para triunfar y acceder a los cargos en disputa.

Es previsible que las votaciones legislativas del 11 de marzo se utilicen para medir fuerzas entre todos los candidatos presidenciales. Cada uno de ellos se quiere hacer contar para negociar hacia la primera vuelta de los comicios de mayo, fecha en la que se decantaran mejor los bloques políticos. Los de derecha, los de centro derecha, los de centro, los de centro izquierda y los de izquierda.

Las encuestas

Como es apenas obvio, las encuestas y estudios de opinión, no obstante su descrédito, han marcado la pauta en el último semestre del 2016.

Sergio Fajardo, un líder ubicado en el Centro político, de origen paisa (antioqueño), con gran carisma y ascendiente entre las clases medias urbanas, representante de una coalición con los Verdes y el Polo Democrático, es el de mayor aceptación y favorabilidad.

Le sigue Gustavo Petro en la Izquierda, con gran apoyo en Bogotá y la Costa Caribe, aliado con Clara López y movimientos indígenas para promover una lista de la decencia al parlamento que integran destacadas figuras del ámbito popular como Aida Abello, Luz Marina Bernal, Néstor García, Gustavo Bolivar, Tarsicio Mora.

Después aparece Germán Vargas Lleras, exvicepresidente de la República, dirigente de un sector de la derecha y los grupos empresariales, con gran poder económico, con control de aceitadas maquinarias electorales departamentales, favorito de los medios de comunicación dominantes y de muchas élites regionales que lentamente hacen un desfile hacia las toldas de este prominente representante del gran establecimiento nacional. Un bulldozer neoliberal.

Le sigue Ivan Duque, el de Uribe Vélez, quien al parecer está haciendo una mutación politica para dar una imagen de moderación con un candidato, también de origen paisa (antioqueño) que proyecta un estilo populista acompañado de apertura, heterodoxia y flexibilidad. Tono que ya está ocasionando el candeleo de los ultras de derecha que lo acusan de traición e “izquierdista” socialdemócrata, camuflado en el uribismo con financiación de George Soros. La cosa allí aún no se decanta porque el expresidente, en alianza con Andrés Pastrana, también expresidente, quiere completar una fórmula que comprometa a Marta Lucía Ramírez, conservadora de partido y al exprocurador Alejandro Ordóñez, con todas sus barbaridades ultra católicas pero con importante audiencia entre las bases religiosas de la sociedad.

Después las encuestas registran a la exministra Clara López, quien ha realizado una importante y encomiable labor política entre los sectores democráticos para insistir en la unidad de la izquierda y de los defensores de la paz.

Humberto de la Calle, el candidato del Partido Liberal, aparece en las encuestas pero cada vez más rezagado y en soledad pues sus patrocinadores liberales y eventuales socios como los santistas de la U trabajan en silencio acuerdos con Vargas Lleras a quien ven como el más probable próximo presidente de Colombia. Tal vez por eso descartó aliarse con Petro, Clara y la Asi para prevenir señalamientos y estigmatizaciones desde el campo ultraderechista.

Otros candidatos como Piedad Córdoba, Timochenko, Juan Carlos Pinzón, Clopatoski son bastante marginales y desubicados, seguramente replantearan sus expectativas con los escrutinios del 11 de marzo.

El inicio del 2018

Es bastante probable que en la actual etapa las cosas se modifiquen y las encuestas, clave herramienta de manipulación y de juego estratégico, vayan reflejando otras tendencias. Como por ejemplo que la derecha y sus dos candidatos, Vargas Lleras e Iván Duque, se trepen y entren a jugar muy duro.

Que Fajardo pierda terreno (como ocurrió con Mockus y su Ola verde en el 2010) al ser objeto de una arremetida, con la correspondiente guerra sucia de mentiras y ataques arteros. Bien puede ser que la fulgurante candidatura de Fajardo colapse en cualquier momento, ante la demoledora arremetida de las maquinarias electorales que acompañaran a Vargas Lleras con un enorme potencial para hacer la movilización de los votantes de manera microficalizada, en la tarea que corresponde mesa por mesa en todo el país.

Que Petro sea crucificado en el vendaval de miedos contra el castrochavsimo y la crisis venezolana. Y que de la Calle se esfume en las negociaciones que adelantan sus promotores con la tesorería de la campaña de Vargas Lleras.

Al cierre de la jornada, en Junio, se puede confirmar la atinada conjetura de un columnista del portal ruso Sputnik, quien en un examen de los procesos electorales en curso en América latina en el 2018, afirma que en Colombia será ungido como presidente Germán Vargas Lleras, candidato del expresidente Uribe Vélez y como representante de la derecha y de los más poderosos grupos empresariales y financieros.

Es la tesis que sostiene con mucha consistencia el Director del Portal Razón Publica, el politólogo Goméz Buendía, quien afirma que Vargas Lleras adelante desde hace años una persistente labor para sumar a su nombre lo más poderoso de la clase politica y de las maquinarias electorales locales y regionales, cosa que ha logrado a estas alturas con mucho éxito, tarea a la que le presta un invaluable apoyo el Fiscal General sometiendo a punta de investigaciones criminales ciertos renuentes atrapados en la terquedad y la falta de realismo. Que lo digan si no los “Ñoños” enjaulados en la Picota. Vargas Lleras dispone del garrote del fiscal para alinear algunas almas díscolas del clientelismo periférico.

Ver: Cómo y por qué ganará Vargas Lleras

El fantasma de la derecha

Dicho eso conviene recordar entre algunos ilusos que hay un fantasma que recorre el mundo y no es precisamente el del Comunismo, es el de la derecha y Colombia no es la excepción. El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos ha disparado una ola de émulos e imitadores que se han alzado en distintas latitudes: en Europa está el éxito del Frente Nacional, en Francia; el gobierno de coalición entre conservadores y ultraderechistas liderados por Sebastián Kurz, en Austria; el ingreso al Parlamento alemán de Alternativa para Alemania, y la radicalización del Partido Popular español con la violenta represión al referéndum de independencia catalán. En América Latina esa ola también avanza, especialmente en la Argentina de Macri, donde la violencia policial contra los movimientos sociales genera niveles inauditos de bronca social y política. En Chile con el triunfo de Piñera. En Perú con la libertad de Fujimori. En Brasil es posible que el sucesor de Temer sea Jair Bolsonaro, un parlamentario de extrema derecha que promueve la venta libre de armas y políticas abiertamente racistas.

Colombia puede llegar a ser una muestra más en una cascada de derrotas mundiales para el progresismo, como el caso de los demócratas en Estados Unidos contra Donald Trump o del Partido Progresista en Brasil, contra una derecha conservadora y evangélica.

La campaña se calienta y la derecha recurrirá a toda su artillería pesada para arrasar. Aplicara los principios de la guerra de Sun Tzu; implementara una ingeniería electoral de punta; y hará el correspondiente trabajo con las clases medias para aislar a la izquierda.

La derecha, buena lectora de Sun Tzu y El arte de la guerra, aplicará varias máximas del estratega chino: “Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar”. Mientras Fajardo y sus socios se centran en grandes debates programáticos y sobre la corrupción, Vargas Lleras está dedicado a comprar caciques y gamonales con sus correspondientes maquinarias electorales; obviamente a recoger más dinero del que hasta el momento tiene acumulado, que es mucho.
“Aparenta inferioridad y estimula su arrogancia”. Mientras Vargas Llera avanza medio rengo en las encuestas con algunos errores y “coscorrones” que fastidian a la gente, la campaña de Fajardo y los otros derrochan triunfalismo con adhesiones y aplausos de cierta galería ingenua.“La rapidez es la esencia de la guerra”. Vargas Lleras se viene con toda para movilizar una enorme masa de votantes, y sin llamar la atención, solamente por el miedo a la derrota.

La campaña de Vargas Lleras lucirá toda su destreza para asumir los comicios electorales. Cada uno de los aspectos, aristas o circunstancias que ofrece el sistema mismo y la propia forma de acumulación serán hábilmente utilizados por él.

Sera una tecnología electoral de punta que recurrirá a varias herramientas de probada eficacia como:

El efecto bandwagon

La existencia de elecciones periódicas, libres, secretas e informadas es, como ya se ha señalado, elemento consustancial a la vigencia del sistema capitalista, forma de funcionar que se suspende durante las dictaduras o gobiernos de excepción.

Las elecciones, no obstante, no son fenómenos independientes dentro del sistema. Por el contrario: se encuentran directamente vinculadas al control de los medios de comunicación y de las empresas elaboradoras de estadísticas. Puede decirse de ellas que son circunstancias extremadamente sensibles a lo que se ha denominado ‘propaganda política’; especialmente en un modelo de acumulación que valora como forma de vida los instrumentos de los que se vale el mercado para funcionar. Los medios de comunicación social y las empresas encuestadoras son pues, instrumentos de convicción y creadores de ideología; por lo mismo, construyen la cultura de la sociedad respectiva. A través de esos instrumentos de convicción social, se insiste en determinadas sentencias cuya finalidad no es más que lograr la realización de una profecía autocumplida: el candidato que aparece como el más comentado en esos medios y con mayores probabilidades de ganar en la contienda electoral, debe ganar. El voto, en una sociedad mercantil, es un título de propiedad, un ‘valor’, una ‘inversión’ que debe ir a engrosar el capital político del candidato; pero no de cualquier candidato sino del que tiene más posibilidades de ganar según los medios, pues nadie realiza una inversión en espacios donde puede perder.

Esta convicción, en virtud de la cual la generalidad de la población reacciona visceralmente a fin de apoyar a quien más posibilidades tiene de ganar, se conoce como efecto bandwagon o efecto del vagón cuya característica es ordenar a los votantes indecisos en torno a seguir la ruta indicada por los medios de comunicación y las encuestas sobre quien ha de ser el ganador en las elecciones que se van a realizar. Y si, en dichos medios, el ganador es quien logra mayor cobertura o encabeza las encuestas, todos los indecisos votarán por aquel. Porque esos indecisos dejan de ser tales para ordenarse rigurosamente dentro de la vía por donde corre el vagón ferroviario que va a dar el triunfo al candidato que aparece con mayores posibilidades de ganar. Así, la profecía autocumplida se realiza en toda su dimensión una vez más, y el candidato que se anunciaba como ganador asume ese rol en toda su extensión.

De ahí la necesidad de contar con medios de comunicación que condenen al candidato que debe perder y que ensalcen a quien debe ganar; ese efecto lo logran, también, las empresas encuestadoras y estadísticas. El efecto bandwagon ha sido empleado con éxito en Estados Unidos y sus principales promotores han sido los creadores de la teoría del juego (Von Neumann, Shubick, Morris, etc.) para quienes los que deben ganar tienen que ganar.

En el caso de las elecciones de este año, ambos instrumentos (medios de comunicación y empresas encuestadoras) serán magistralmente empleados por la candidatura de Vargas Lleras a fin de producir el efecto bandwagon.

El factor éxito

Un hecho que llama poderosamente la atención es la escasa o nula importancia que la gente y la ciudadanía le concederá al factor ético en las elecciones. En principio puede existir gran indignación con el tema de la corrupción, las mafias, los clanes familiares pero después de una demoledora campaña en los medios eso se diluirá en la recta final del debate.

Si en el sistema capitalista, como lo expresa un filósofo, la moral que impera es el lucro, no debe sorprender que ese rasgo se profundice en un modelo de economía social de mercado que privilegia la tasación monetaria de todas las acciones que se realizan dentro de esa sociedad; menos aún que la cualidad más aplaudida en una persona consista en ser ‘exitoso’ y tener dinero. Tener éxito en los negocios, en la vida, en la politica, es la mayor recompensa que puede lograr una persona dentro de la sociedad en que vivimos. El éxito en la obtención de los bienes materiales (dinero) es la moral del sistema. No importa cómo se logra. No importan los medios para conseguirlo. Tener éxito expresado en dinero lo vale todo. El bribón, el villano, el truhan, el defraudador, el delincuente, el bellaco, el asesino, si tiene éxito pasa a ser héroe, el ineludible modelo a imitar. Su presencia deslumbra; es una mercancía más valiosa que el oro.

El factor miedo: la inseguridad ciudadana

El factor miedo es conocido, generalmente, como campaña del terror. Presenta aspectos contrapuestos según quien sea el sector social sobre el cual se ejerza, porque no reacciona de la misma manera la población media que la alta.

En los sectores medios y populares de la población, la campaña del terror hará efecto sin lugar a dudas. Con el trapo del castrochavismo van a generar pánico entre las clases altas, medias y populares. La gente de la derecha saldrá a votar en masa asustada por la campaña terrorista que se desplegará. Eso de que Colombia se va a transformar en Venezuela, que Petro es un caballo de Troya de Maduro y del comunismo, que Fajardo es un idiota útil de la izquierda marxista dará sus frutos llenando de miedo a los votantes.

El temor, el miedo, la inseguridad ciudadana ante candidatos que parecen encarnar todos los males del universo, llevará a movilizarse a los sectores acomodados y darle el triunfo a Vargas Lleras.

El arma más fuerte que utilizara la derecha en esta campaña será el discurso del temor. Las referencias a Venezuela, y un resucitado anticomunismo contraguerrillero de la guerra fría, que parecían temas anacrónicos, harán efecto en la derecha sociológica, que no está muy armada de ideas, pero adhiere subjetivamente a los temores más atávicos que despierta y cultiva el conservadurismo.

El miedo se unirá a otros dos conceptos claves: una política fundamentada en el orden y en el mantenimiento del statu quo y el bienestar individual, lo cual hará eco en una parte importante de la sociedad que sin ser de derecha ha naturalizado estas expectativas. En este contexto los resultados electorales llevaran a una nueva distribución del poder.

Dicha campaña tendrá el mayor impacto en las clases medias.

El factor clases medias

Las clases medias será uno de los elementos centrales en el triunfo de Vargas Lleras.

Tan sólo dos tipos de clases existen en estas sociedades neoliberales: compradores y vendedores de fuerza o capacidad de trabajo. Pero las clases sociales no son estructuras organizadas mecánicamente como las piezas de un artefacto: presentan multitud de aspectos a considerar.

Los medios de comunicación en su carácter de constructores de ideología han acuñado el concepto de clase media para referirse a un vasto sector de personas que no quieren ni desean clasificar de otra manera; la sociología ha incorporado ese segmento social en calidad de concepto y lo reconoce, también llamándolo capas medias o, simplemente,sectores medios. Es conveniente observar al comportamiento de esos sectores que constituyen un movimiento social, tal vez el más populoso de la población nacional, pues gran parte de esta se siente clase media. La clase media es un bolsón donde cabe toda la ideología del sistema; en consecuencia, es el sector más ideologizado de la sociedad. Es el sector que trata de capitalizar Fajardo, Claudia Lopez, Robledo, Petro y de la Calle.

El hecho decisivo de nuestro tiempo es que tenemos clases medias emergentes. Este fenómeno plantea un desafío colosal al sistema político. La pregunta política es: ¿cómo darles expresión a las pretensiones abrigadas por esas clases medias emergentes en la institucionalidad política y económica?

Las clases medias son el sector más veleidoso y fácil de manipular de una sociedad. Puesto que los sectores bajos de este segmento se sienten más de lo que son, tienden a defender por convicción lo propio (empleo, bienes materiales, en fin) y a separarse de los sectores más débiles o políticamente definidos.

Las clases medias son esquivas a las clasificaciones. Sus demandas son equivocas, no emanan del hambre. Hay ansiedad, deseos de reconocimiento, de integración, problemas de salud mental, de hacinamiento, dispersión tecnológica, de falta de naturalidad en el ocio y en el trabajo, deterioro de la vida vecinal, abundancia a la vista y deseo de participar en ella; posibilidades crecientes de educación acompañadas de heterogeneidad en la calidad.

El neoliberalismo forjo una clase media, cuya memoria de la pobreza dista de su actual realidad. La pobreza histórica era la carencia de cosas materiales, de la imposibilidad de acceder a bienes propios de ricos, era vivir a una distancia insalvable de las vitrinas y sus objetos de lujo.

El sistema económico neoliberal popularizó el acceso a bienes y servicios que antes fueron privativos de los sectores pudientes y el producto económico de esa revolución fue la emergencia de una clase media emergente. Ser como ellos. Vivir como ellos. O, en subsidio, lo más parecido posible.

De esa manera las poblaciones han pasado de llamarse Villas a nombrarse Condominios. Y el acceso al mall ha sido facilitado por la vía de instalar grandes centros comerciales cerca de Transmilenio.

Tan cerca y fácil como el cajero que entrega avances en efectivo. Tan útil y eficaz como la solicitud del crédito de consumo. Tan normal y razonable como un crédito a tasas abusivas.

Ahora, explíquele usted a ese sujeto que el estar endeudado para toda la vida, que pagar una fortuna por una escuela o profesión duele, que habitar una casa diminuta, vivir con sueldos enanos y trabajar en condiciones semi humanas a la espera de una pensión de miseria, en rigor, lo hace una persona pobre, un asalariado a expensas de un sistema que lo explota, por supuesto, no le cree.

Lo anterior es el resultado necesario de casi treinta años de la construcción de esta cultura en la que vivimos. En este lapso los partidos de izquierda o bien mutaron desde sus anteriores convicciones o decidieron por el camino rápido para instalarse en la superestructura del poder. En ese andar se debilitaron las organizaciones sociales, se puso obstáculos para la organización de los trabajadores, se eliminó casi toda la prensa crítica y la cultura fue más que nunca, un objeto de la elite. Hay pocas librerías en el país pero proliferan miles y miles de droguerías y farmacias que atienden las dolencias de la clase media enmarañada.

Estos conjuntos humanos son los sectores más sensibles al ‘miedo’ en politica. Tienen temor a perderlo todo. Es el sector que se encandila con la magia del éxito y estaría dispuesto a darlo todo con tal de ser un buen deportista o un personaje televisivo que anuncie los productos de las grandes tiendas o actúe en programas farandulescos de la TV; es el sector de los llamados ‘trabajadores por cuenta propia’ y ‘emprendedores’ que temen perder lo que les ha permitido no sólo vivir sino reunir un pequeño capital con el cual hacen frente a las dificultades.

Tremendamente desconfiados, tremendamente inseguros, estas fracciones de clase serán presa fácil de convencer en las elecciones que vienen. Y, junto con los otros factores que señalamos anteriormente, construirán el triunfo de Vargas Lleras y el de su coalición.

Una de las razones del eventual triunfo de la derecha está en el discurso que han instalado a nivel de masas.

Las causas profundas del triunfo de la derecha tal vez no estén en las decisiones que la izquierda tome en esta coyuntura electoral, sino en años de hegemonía neoliberal sin que emergiese un actor político capaz plantear un proyecto de sociedad distinto, que le dé sentido al pueblo. Desafortunadamente no hemos sido capaces de constituirnos como una alternativa real de conducción para los sectores descontentos del pueblo en proceso de reconstitución. No hemos sabido disputar el sentido común de las grandes mayorías, y mientras sigamos sin romper la inercia que nos ha mantenido en la marginalidad por años, esta situación no cambiará.

Vendrá un duro golpe para los sectores progresistas. Seguramente sobrevenga un shok en la izquierda. Pero hay que asumir las realidades tal como ellas son. La política es precisamente el arte de saber situarse en la historia y su devenir. Tenemos que aprehender el presente ahora, y saber proyectarse al futuro, con acción organizada. Pero la palanca es actuar en el presente. El resto se sitúa en el limbo metafísico de las puras intenciones.

Como decía Spinoza: “Ni llorar ni reír, sino comprender".

Lo cierto es que la izquierda y sus coaliciones tienen pies de barro. No cuentan con una sólida base popular. No están conectadas con grandes masas populares. Hay una hegemonía neoliberal instalada.

El reto es instituir una contra hegemonía que reivindique la paz, la honestidad y los valores de lo público, que involucre a sectores mayoritarios del mundo popular, que aún siguen siendo subalternos en términos culturales.

Que hagan ver a la estática opinión publica colombiana la posibilidad de un cambio real de paradigma con capacidad de entusiasmar e incorporar al sujeto popular en su proyecto.Desafortunadamente no existe en Colombia un proyecto nacional popular lo cual entiendo como una voluntad colectiva organizada.

Una forma de medir lo nacional popular dentro de un proceso de construcción histórica es a través del índice de un desplazamiento de las capas intelectuales hacia el pueblo, la erección de un nexo orgánico intelectuales-masas, la puesta en marcha de un proceso de conocimiento que se articule alrededor de la compresión. Es decir, de la educación recíproca.

Nacional-popular significa entonces expresión coherente y organizada del pueblo.Dicho de otra forma, lo nacional-popular depende de la conexión de voluntades e intereses de capas medias ilustradas y populares, lo cual claramente no ocurre en el caso colombiano.

En relación a lo anterior, la compleja composición de clases de la sociedad colombiana actual hace muy difícil la construcción de un proyecto nacional-popular. Por una parte tenemos una clase media, que si bien es más ilustrada, es propensa a mantener el orden neoliberal en cuanto a su construcción como “sociedad de consumo”, y que además, no está dispuesta a una profundización de reformas que pueda amenazar este orden. A esto se agrega que la clase media solo parece dispuesta a protestar y movilizarse en temas que la atañen directamente y, aunque puede que estas preocupaciones también le den sentido al mundo popular, el fin de la movilización es instalar demandadas en la opinión pública en función de sus intereses de clase media carente de identidad.

No pinta, pues, muy claro el panorama para los intereses progresistas y de la paz con democracia ampliada.

Un triunfo seguro de la derecha en el Congreso y en la presidencia de la República hará más difíciles las cosas para los grupos populares.

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