Cuando entré a la facultad de Derecho en ese entonces lo más duro que aprendí fue que el derecho no regulaba las relaciones sociales, sino que, al contrario, en un país como Colombia se veía inmerso dentro de un control que lo movilizaba entorno a la economía y los poderes neoliberales de las mismas.
Ahora bien, existe una aceptación con cara de complicidad entre nosotros que somos el pueblo en permitir que aspirantes que no tienen experiencia ni el conocimiento necesario para aspirar al Senado, Cámara o curules de paz lleguen a esa instancia, simplemente con la mera publicidad de estos mismos y sus gastos de campaña exagerados, que solo se justifican con la obtención de los mismos para ser retribuidos con la denominada “mermelada”.
¿En serio estamos tan mal que merecemos esto? Por ejemplo, ¿merecemos un Sucre con representantes que no han pisado nuestros pueblos ni han trabajado por ellos?
No soy muy exigente con ellos, siquiera no les exijo que tengan un apellido o nombre popular o que sus padres no hayan sido expresidentes, senadores o importantes políticos, cabe aclarar que no desmerita sus aspiraciones pero sí deja entrever que el poder en Colombia puede llegar a ser en algunos casos hereditario...
Por lo mismo tampoco les exijo que incluso hayan disfrutado de la gastronomía de Sucre sin asquearse por sus platos exóticos o sencillos y tener que fingir buena cara, o el no haberse subido a un mototaxi por no saber ni reconocer a estos trabajadores más allá de las campañas y mucho menos lo que es sufrir para estudiar de manera profesional incluso llegando a trabajar con salario mal remunerado. No lo hago ni lo haré, solo los calificó con su impacto en la realidad:
¿Qué proyectos han generado en beneficio de los pueblos de esta tierra que ya está delgada y cadavérica consumida por un mal denominado clientelismo y corrupción? ¿Cuánto conocen realmente a sus comunidades, paisajes, economía y que han hecho para el beneficio de estás desde sus gestiones en altos cargos públicos?
Y si en todo caso a estas preguntas se halla un rotundo no o una respuesta que puede ser la misma que un mero estudiante de derecho como yo que no sabe nada aún de gestión pública más allá de las lecturas de viejos manuales ya obsoletos, pero que parecieran vigentes por las realidades narradas ahí como son políticas públicas de Roth o Manual de administración pública de Manuel José Cárdenas y Fabio Cárdenas. Solo aspiro a dos cosas: buena voluntad y conocimiento del cargo a aspirar.
Hemos sido muy irresponsables ya en este punto de los alternativos que debían ahora tomar las banderas de un país sentido por su hambre, inflación y desempleo ya que en este punto no se ha que aspirar en el caso de Sucre más allá de un concurso calcado de los tradicionales en sus imágenes y afiches que hacen alegoría a:
*Más empleo *Más seguridad *Lucha contra la corrupción
Pero con el respeto que usted merece ¿cuál es la ignominia que hemos hecho para recibir espléndidas frases hechas para tocar a la emoción del ciudadano pero no a su razón? Ya que estoy casi seguro que el plan de trabajo en estas materias nunca es explicado más allá del vago discurso, el cual es ingeniado por asesores políticos que no conocen ni viven lo que significa estar desempleado, ser amenazado y frustrarse con la corrupción que carcome todo como el óxido aquí en sucre.
El Congreso es un legado del modelo constitucional inglés y su importancia radica en la representación de los intereses del pueblo de la gente, nosotros. No exigimos unos legisladores con un sentir como aquellos en Inglaterra de la cámara de los comunes, los cuales entran a la cámara después de la reina para no arrodillarse a la misma, solo aspiro a la buena voluntad y gestión en base del conocimiento de este Sucre, que es hoy un caudal electoral importante y en ascenso al que en estos tiempos la cólera que para mí es ello una enfermedad sentenciada por candidaturas de sectores alternativos que no saben el hoy de Sucre, y se encuentran inmersos en la eterna persecución hacia el poder quedándose atrás sin saber el cómo de su gestión.
Como si de Juvenal Urbino se tratase, mi vida que concluye en la ingenuidad de subirme a una escalera aspirando a algo más de ellos por su título de “alternativos”. Porque he de creer que no se trata del mero provecho del sentir del ciudadano y no solo se trata de llegar a toda costa con aspirantes de liderazgos y luchas antiguas, sino que en la escalera de mi ingenuidad que estos entienden el momento histórico del que hacen parte y están dispuestos a trabajar por el mismo más allá del discurso siendo autocríticos con su grupo político sin volverse la cólera, un mal que consume a la persona y la enferma hasta la muerte, el mismo del que escapaba las gentes de aquella cartagena de Fiorentino Ariza y su Fermina Daza que para nosotros estará por verse en esta novela escrita por nuestros jóvenes que serán importantes en estas elecciones legislativas, si seremos unos más de los votos necesarios que sacan de manera siempre justa sin pelearse sus curules realmente, la cólera en los tiempos del congreso.
