Un hombre que en caída libre de cerca de 30 metros de altura, a más de 70 kilómetros por hora, que choca con el agua y que en caso de cometer un error por mínimo que sea, puede reventarse por dentro, es digno de ser admirado.
Bueno y si no basta esto, este colombiano ha sido 12 veces campeón mundial de salto en altura y récord Guinness en dos oportunidades.
Se trata del vallecaucano Orlando Duque, quien después de una entrevista en Blu Radio el pasado 11 de agosto, nuevamente dejó claro que en este país ser campeón es un ejercicio de orgullo propio, de hambre de gloria, que pocos patrocinan, que miles admiran, pero que de incentivos monetarios por parte del Gobierno Nacional poco. Sobre todo, en deportes que no son tan populares como el caso de los clavados.
En su diálogo con la cadena radial, Duque habló de la parte técnica y de los riesgos que corre la integridad física de los practicantes de su disciplina. Lo que salió a flote de la falta de entrega de premios por sus campeonatos fue más porque los periodistas le picaron la lengua al deportista.
Duque dio a conocer que no le han entregado un premio del año anterior, que existe un programa para deportistas élite, pero del cual, él con 12 campeonatos mundiales no hace parte. Pareciera que los “encorbatados” dirigentes no vieran noticias de este insigne colombiano que se destaca en cada una de sus participaciones, porque siempre queda en el podio.
Reconocimiento a sus patrocinadores
Eso sí, el deportista reconoció en Blu, los 16 años de patrocinio de Red Bull y el más reciente, Noraver, (de Tecnoquímicas) como la única empresa nacional que lo respalda hasta el momento. Es que con tanta injusticia en este caso, está bien este apoyo porque da un mal sabor de boca.
En la misma emisora hablaron con Andrés Botero director de Coldeportes, para que opinara sobre el caso de Duque y respondió que eso se debía a que el clavadista estaba distante y que prácticamente era culpa de él.
Es una vergüenza que una gloria viviente del deporte nacional tenga que estar de oficina en oficina tramitando un justo pago, por algo tan evidente en medios de comunicación como un campeonato mundial. Son deportistas profesionales que no tienen porqué estar con la mano estirada, como pidiendo limosna, ni mucho menos tener que salir en los medios de comunicación para que les entreguen un merecido reconocimiento.