Van casi 15 días desde que el Metro de Medellín inauguró la máquina recicladora de envases PET que permitiría canjear botellas por pasajes, recargando la tarjeta cívica.
Lo que llama la atención es:
- Siendo una máquina inteligente —al igual que las máquinas expendedoras de gaseosas, helados, peluches, mecato y demás— debería funcionar sin el acompañamiento de contratista del Metro, como se ve actualmente.
- Al contar con la asistencia de 1 o 2 contratistas se aumentan los costos de funcionamiento, lo que pone en peligro el autosostenimiento del proyecto.
- Si aún pagando estos trabajadores fuera rentable el negocio verde, hay otra debilidad que se ha hecho muy notoria: las filas, por ejemplo en la Estación Universidad, son muy largas. Lo anterior, no precisamente porque muchos hayan adquirido el hábito de reciclar, sino porque la máquina funciona a velocidad de tortuga. Lo explicamos: la persona lleva un costal con botellas, se para frente a la máquina y con la asistencia de un trabajador del Metro empieza a depositar botella por botella. Deposita la primera botella, esta es arrastrada por unas correas de manera lenta, antes de caer la máquina analiza que la botella sea aceptable. Luego, cae dentro y después aparece reflejado en la pantalla que tiene 50 pesos a favor para recargar. Si un cliente tiene 20 botellas repite pacientemente este proceso una y otra vez. Así que tras 15 o 20 minutos se puede terminar la faena con un saldo favor de 1.000 pesos, que no le alcanzan para un pasaje, pero que pueden servir para otra ocasión. Sin embargo, el punto no termina acá. Mientras el señor hizo este trámite en 20 minutos con el acompañamiento de un trabajador del Metro, otros clientes llenan la fila y esperan pacientemente a que llegue su turno.
- Lo anterior desmotiva a muchos, porque no todos van a estar dispuestos a hacer filas de media hora o 1 hora para recargar 500, 1000 o 2000 pesos.
Siendo un proyecto novedoso, se le recomienda a los funcionarios competentes que tomen cartas sobre el asunto, porque el éxito o fracaso del mismo va a depender de la capacidad de adaptación que tengan para superar estos y otros problemas.
Si fuera justificable tener personal disponible para dar acompañamiento a este proceso se podría considerar por ejemplo que un trabajador del Metro revise que las botellas sean PET, luego pese de un solo tiro el costal con las 20 o 50 botellas, que la pesa traduzca las libras en dinero magnético para recargar la cívica o en un código de barras que permita posteriormente en una caja o en la misma máquina recargar la tarjeta. En fin, son solo ideas, que entre muchas otras deberán considerarse para que el negocio sea rentable para el Metro y los usuarios, para que haya menos filas, sea más motivadora la labor de reciclar y un éxito esta iniciativa tan importante.
Recordemos que una botella PET tarda hasta 500 años en degradarse, pero también que como seres humanos necesitamos de incentivos y facilidades que nos motiven a aportarle al planeta.