Cojámosle la caña a Petro, ¡Vamos por la Constituyente!
Opinión

Cojámosle la caña a Petro, ¡Vamos por la Constituyente!

Concuerdo con Vargas Lleras, hay que cogerle la caña y jugarle con sus mismas armas. Un petrismo minoritario y desesperado solo debe meterle miedo a los petristas

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marzo 25, 2024
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“Los dictadores solo entienden dos cosas: la fuerza y el poder. Y una sola emoción: el miedo. El miedo es lo que imponen a los demás para que hagan su voluntad”.

Esta lúcida sentencia aparece en la página 206 del libro “Nos quieren muertos”, del escrito español Javier Moro, que narra el vía crucis que tuvo que vivir el líder venezolano Leopoldo López, por cometer el ‘pecado’ de oponerse a la tiranía de Nicolás Maduro y Hugo Chávez. El autor de la frase es uno de los abogados defensores de Leopoldo.

Aunque lo que narra Moro sucedió en Venezuela, muchos de los hechos se asemejan a lo que está ocurriendo en Colombia, desde la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia. Petro aún no puede calificarse de dictador. Pero piensa, actúa y respira como cualquier sátrapa. Y el modelo de estado con el que él sueña es el que se implantó primero en Cuba y después en Venezuela: una dictadura.

Su aspiración es quedarse en el poder de forma indefinida, acabar con ese ‘embeleco’ de la separación de poderes para él tener el control de la justicia y de la rama legislativa. Y aunque ha tratado de disimularlo, ese anhelo es tan fuerte que hay veces se le sale. Como cuando le dijo al entonces fiscal Barbosa que era su subalterno porque él era el jefe de Estado.

Petro, como los Castro, Chávez y Maduro desconfía de la iniciativa privada y en su modelo de estado esta tiene una participación mínima. Hacia eso están encaminadas sus reformas que pretenden acabar con las EPS privadas y los fondos de pensiones y fortalecer los sindicatos que le financiaron la campaña.

El gobierno Petro está próximo a llegar al ecuador del período para el cual fue elegido, con la gran frustración de que ninguna de sus reformas ha avanzado, gracias a que el Congreso y las Cortes las han frenado, por considerarlas inconvenientes para la mayoría de los colombianos.

Ante este empantanamiento, y aplicando a rajatabla el manual chavista, el presidente ha decidido pasar a la fase del miedo, “la única emoción que manejan los dictadores”. Por eso, decidió amenazar con la convocatoria de una Asamblea Constituyente, para, supuestamente, materializar a través de ella las iniciativas que no ha podido cristalizar por los canales constitucionales.

A pesar de que en nueve ocasiones Petro se comprometió en que si llegaba a la Presidencia no apelaría a una constituyente, era previsible que tarde o temprano la iba a convocar. Palabra de Dictador. Es natural.  Simplemente porque el modelo de Estado que tiene Colombia, democrático y liberal, no le sirve. Él quiere un modelo que le permita usar la democracia para implantar una dictadura.

En este momento, la motivación de Petro al amenazar con la Constituyente es generar miedo. A los congresistas que se han opuesto a sus reformas, para que las aprueben. A los magistrados de las Cortes para que no sigan tumbándole sus nombramientos y leyes. A los gremios y empresarios para que no sigan cuestionando sus iniciativas. Y a los ciudadanos del común para que no sigan saliendo a marchar en contra de su gobierno.

Parte de esa estrategia de meter miedo es anunciar que va a convocar el poder Constituyente a través de los indígenas, de los campesinos, de los estudiantes y de todos aquellos que él cree que le son fieles. Y recorrer el país pronunciado discursos incendiarios en contra de los oligarcas, de la Federación de Cafeteros y de tode aquel que ose contradecirlo.

Lo peor que podemos hacer los colombianos es caer en la trampa y paniquearnos. Por eso entiendo la actitud de Germán Vargas Lleras frente a la amenaza de la Constituyente. Vargas, que es un viejo zorro de la política, tiene claro que Petro lo que busca es asustar al país para que se doblegue ante él. Y que el presidente, al menos en este momento, no está pensando en ninguna Constituyente.

Por la sencilla razón de que no cuenta con las mayorías ni el Congreso ni en la calle para sacarla adelante. Y Petro es fiel a la máxima de Fidel Castro de que uno solo puede convocar unas elecciones cuando está seguro de que las va a ganar. Chávez pudo cambiar la Constitución y hacer una nueva carta que se plegara a sus caprichos porque contaba con el apoyo del 80% de los venezolanos y con una amplia mayoría en el Legislativo.


Si la convocatoria a esa asamblea se hace por los causes constitucionales, no tiene la más mínima posibilidad de prosperar. (Y no creo que se atreva a pasarse la Constitución por la faja).


Petro no tiene ni lo uno ni lo otro. Con lo cual, si la convocatoria a esa asamblea se hace por los causes constitucionales, no tiene la más mínima posibilidad de prosperar. (Y no creo que, por muy irresponsable que sea, se atreva a cometer el delito de pasarse la Constitución por la faja). El Gobierno tiene que presentar un proyecto a un Congreso que no le copia a sus iniciativas. Y en el caso muy poco probable de que supere ese obstáculo, tiene que ser aprobada en las urnas por una ciudadanía que es mayoritariamente antipetrista.

Pero supongamos que salga adelante y se llegue a la conformación de la Constituyente. Lo que ordena la Constitución es que los integrantes de la asamblea tienen que ser elegidos por voto popular. Y en ese escenario Petro también tiene las de perder, porque los petristas quedarían, una vez más, en minoría.

Vargas Lleras parece ser el único que tiene claro que al que menos le conviene meterse en el berenjenal de una constituyente es a Gustavo Petro. Entre otras cosas porque lo que podría terminar ocurriendo es que esa asamblea le revocara el poder. Pero amenazar con ella sí puede resultarle útil para meter miedo.

A Petro, y en eso también concuerdo con Vargas, hay que cogerle la caña y jugarle con sus mismas armas. Porque un petrismo minoritario y desesperado a los únicos que debe asustar es a los propios petristas.

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