Uno de los temas principales, en boca de los círculos intelectuales y de influencia sindical colombiana en la última década, ha sido sin duda las altas tasas de informalidad que el país experimenta, que en la actualidad bordean el 49,6 %, según el informe del DANE para el trimestre marzo-mayo 2015.
Mucho se habla de la desindustrialización que el país ha venido sufriendo a raíz de los tratados de libre comercio; de la dependencia de las rentas estatales de los hidrocarburos que ha terminado por convertir a Colombia en una víctima económica de lo que se denomina “enfermedad holandesa” y de el crecimiento desbordado de las importaciones.
Sin embargo, más allá de las crudas cifras relacionadas con el empleo y el subempleo, es poco profunda la discusión sobre la proletarización a la que se han visto expuestos un gran número de profesionales, técnicos y tecnólogo, expresada en salarios poco acordes a su formación académica.
Este amplio conglomerado social, en su mayoría perteneciente a los estratos 2 y 3, se sitúa en las capas medias de la población y está conformado por jóvenes entre los 20 y los 40 años de edad cuyos ingresos fluctúan entre 1 y 4 salarios mínimos.
Generalizando de más, comparten un factor en común: la inestabilidad de trabajar bajo contratos cortos de prestación de servicios.
Esta nueva clase trabajadora (NCT en adelante) estudia en claustros privados, en su mayoría de rango medio y en institutos de capacitación laboral, que muchas veces devienen en universidades. La precarización cognitiva de estas instituciones se resume en la famosa frase “educación para el trabajo” que engloba el enfoque de este tipo de establecimientos, los cuales cumplen a cabalidad con formar trabajadores que realizan labores de orden operativo para satisfacer las necesidades del mercado del trabajo.
La calidad curricular de estos claustros, en donde se forman quienes hacen parte de la NCT, refleja fielmente cómo la brecha entre las universidades privadas de élite (Los Andes, Rosario, EAFIT, Javeriana) y las intermedias, muchas de ellas de “garaje” y de mucho menor costo, son la radiografía de un modelo educativo actual que allana el terrenop ara que se configure un distanciamiento vertiginoso entre una nueva burguesía cognitiva y el cognitariado al que pertenecen la gente del común.
Dicha diferencia cognitiva inevitablemente ha mutado, a pasos agigantados, en una brecha abismal de ingresos que se traduce en acumulación de riquezas en manos de unos pocos a costas de la explotación intelectual/operativa de miles de personas.
Los diversos estudiosos del tema en otras latitudes denominan a esta amplia franja social bajo las etiquetas de “precariado” o “cognitariado” a las cuales cual definen como la versión moderna del proletariado conocido a lo largo del siglo XX.
La antigua relación fordista, que tenía lugar en una industria en donde los trabajadores recibían un salario por su mano de obra, ha quedado en la obsolescencia para darle paso a un capitalismo cognitivo en el cual los trabajadores ya no ofrecen su mano de obra sino sus estandarizado conocimiento a cambio de salarios y condiciones laborales similares a los de los empleados de las viejas fábricas.
El “cognitariado” en sí conforma esa NCT de la cual hacen parte miles de colombianos que residen en grandes y medianas ciudades del país quienes interactuan con las herramientas tecnológicas dominantes (el mundo de las TICs) al servicio de un creciente mercado de servicios concentrado cada día más por menos actores ligados al gran capital y al sector financiero nacional y transnacional.
Autores como Guy Standing, Jeremy Rifkin o Franco Berardi han logrado caracterizar y enmarcar a esta creciente franja global como actor principal de la tercera revolución que ha transformado los procesos productivos, el concepto y formas de propiedad así como reinterpretado la antigua conceptualización que se tenía sobre mayorías sociales en las sociedades del siglo XXI.
Este diverso y heterogéneo cúmulo poblacional ha sido el actor principal de expresiones ciudadanas como los “indignados", génesis de la agrupación política Podemos en España, "Ocuppy Wall Street” en Estados Unidos y las revoluciones recientes en el mundo árabe.
Es poca la información que existe en nuestro país sobre la NCT nacional, por lo que se hace urgente ahondar en estudios que avancen no solo en definir o caracterizar a este inmenso segmento poblacional.
Es menester avanzar en la formulación de políticas públicas que hagan posible dar pasos significativos en la formalización e inserción laboral de este amplio segmento social.
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