Codicia de gobernantes (III)

Codicia de gobernantes (III)

En esta tercera entrega se aborda la pleonexía desde el taoísmo y el budismo, dos de las principales filosofías orientales

Por: Orlando Solano Bárcenas
mayo 29, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Codicia de gobernantes (III)
La mesa del Rey Midas - Frans Francken II

La pleonexía como enfermedad individual o social ha sido objeto de pocos estudios. En ellos los enfoques casi siempre han girado en el sentido de condenarla como hecho individual reprochable y socialmente dañino. Diferentes religiones, filosofías y concepciones del mundo así la han enfocado como en el caso del pensamiento grecorromano, donde es tratada bajo la forma griega de la hybris o desmesura de poder, y en el del pensamiento romano bajo la de la cupiditas o avaricia.

Ver: Codicia de gobernantes (I)

Pues bien, las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e Islam) condenan la pleonexía como un pecado mortal, por considerarla una ofensa a la divinidad, ya sea Yavé, Cristo o Alá. Pero, la censura también es social por afectar la buena marcha de la comunidad.

        Ver: Codicia de gobernantes (II)

Las dos principales filosofías orientales hacen otro tanto, son los casos del taoísmo y el budismo, como lo veremos en esta nota ciudadana. Seguidamente, continuaremos con el estudio del vicio de la pleonexía desde el punto de vista de las ciencias económicas para terminar analizando el caso de la corrupción colombiana, donde es peste desatada y galopante.

Pasamos a desarrollar la pleonexía en las dos religiones orientales enunciadas. En ambas han existido personalidades y ciudades pleonéxicas actitudes y conductas que han sido igualmente condenadas por fundadores, epígonos y cultores de manera ejemplarizante.

La filosofía griega tuvo el mérito de privilegiar la razón, separándola en mucha parte de la religión. Algo que no sucedió en los casos de las religiones del judaísmo, el cristianismo y el islam. Pero que sí se encuentra en las dos principales filosofías orientales, el taoísmo y el budismo, que le consagraron interesantes desarrollos a los aspectos filosóficos de la vida y no solo a los religiosos.

La filosofía china y la india se ocuparon no poco de los asuntos humanos y de aquellos relacionados con los problemas ético-políticos que surgen de las relaciones entre el dipolo gobernantes-gobernados. Las sorpresas no faltan. Hacerlas conocer de los gobernantes pleonektés de hoy en día se convierte en un imperativo moral. Conocerlas los gobernados de hoy en día debe ser asunto de vida o muerte para no dejarse abusar de ellos. Sobre todo, en los períodos electorales.

1. La pleonexía en el pensamiento oriental del Tao

Lao Tsé, el viejo maestro, vivió en siglo VI a.C. en la China. Se cree que fue discípulo de Confucio. Su obra conocida lleva por nombre el de Tao Té King o Libro del camino recto que tiene como eje central el Tao, principio impersonal y eterno, creador y sostenedor de todo lo real; absoluta perfección y absoluta quietud. También norma consustancial en el hombre que este debe descubrir, seguir y acatar para alcanzar la plena vida del espíritu.

En el Tao Té King se señala el camino de virtud no solo para la gente del común sino también para los gobernantes. A estos se les aconseja limitar los deseos, el egoísmo y el egocentrismo para que puedan lograr la amplitud mental auténtica y ganar el respeto de los súbditos. También se les pide no utilizar la fuerza que atraiga la fuerza y recordar que el ansia de poseer sin límites ciega al ser humano convirtiéndolo en un monstruo codicioso y violento. También les señala que la preocupación de solo por el sí mismo y el darse una importancia desmedida, son autodestructivos.

Lo mismo va para la glorificación de la riqueza, el poder y la belleza actitudes que, en desmesura, suelen atraer el crimen, la envidia y la vergüenza porque cuando se pierden los valores fundamentales, son reemplazados por valores inferiores que son tomados erróneamente como verdaderos. Acogiéndose a los verdaderos el gobernante “sin acción realiza”, lo que da la impresión de ser superfluo o inútil el gobierno de la sociedad.

En la obra Wen Tzu los discípulos de Lao Tsé desarrollaron su pensamiento con gran fortuna por ser igualmente rica en enseñanzas tanto para los gobernantes como para los gobernados.

Los consejos dados a los gobernantes en ambas obras son de actualidad asombrosa al enseñarles cómo deben actuar en la función de gobierno sin que ella sea percibida como atorrante en demasía. El pueblo, sin que se le imponga mandatos, actuará ecuánimemente por sí mismo y no se apartará del Recto Camino. El gobernante sabio no se engolosinará con el poder, no presumirá de él y alejará de sí toda arrogancia.

La proximidad de esta filosofía taoísta con la filosofía griega podría ser encontrada en la lapidaria y sabia frase escrita en el pórtico del santuario de Apolo en Delfos: Nada en demasía. En ambas doctrinas, se exige no actuar con pleonexía. El buen gobierno debe darle a la sociedad buenos ciudadanos y buenos ciudadanos pueden y deben exigir buenos gobernantes.

Libro del Tao Te King

El Tao Te King, también llamado el Libro del camino y la virtud, es obra clásica del pensamiento chino. Fue escrito, en opinión de algunos historiadores, bajo la dinastía Zhou. Influyó bastante sobre el budismo y el neoconfucianismo. Está dividido en 81 capítulos o secciones breves. Los pasajes tocan temas que van desde el consejo político para los gobernantes hasta la sabiduría práctica para la gente común, los Gobernados.

En los dos libros, la “bada” es la sustancia del Tao. El “ser” es su función. Para alcanzar el dominio del Tao es necesario primero reconciliarse con la inmovilidad, no ocuparse de cosas mundanas, dejar de lado el intelecto, el conocimiento, los deseos, el egoísmo y el egocentrismo, despojarse de las ideas preconcebidas y retornar a la amplitud mental auténtica. Desde una perspectiva similar a la griega, se trata de superar la pleonexía.

La idea subyacente en esta obra es la de que el Gobierno solo debe existir porque el pueblo tiende a alejarse del Dao, del Camino Recto; el poder no debe ser percibido, sentido en demasía por los asociados, y de tal manera que los gobernados deben llegar a sentir que los acontecimientos vienen de modo natural y son lo que son, por ellos mismos. En apretada pero muy necesaria síntesis para los gobernados de hoy en día y para que no se dejen abusar de gobernantes codiciosos, esto es lo fundamental del Tao sobre las relaciones de gobierno entre jefes y súbditos:

13. Solo quien está dispuesto a entregar su cuerpo para salvar al mundo merece que se le confíe el mundo. Solo aquel que pueda hacerlo con amor es merecedor de ser administrador del mundo. 29. ¿Pretende alguien conquistar el mundo y hacer lo que quiera con él? No veo cómo podría tener éxito. El mundo es un recipiente sagrado que no puede ser manipulado ni dominado. Manipularlo es estropearlo, y dominarlo es perderlo. 30. Quien sabe guiar al gobernante en el sendero del Tao no intenta dominar el mundo mediante la fuerza de las armas. Está en la naturaleza de las armas militares volverse contra quienes las manejan. Donde acampan ejércitos, crecen zarzas y espinos. A una gran guerra, invariablemente suceden malos años. Cuando has alcanzado tu propósito, no debes exhibir tu triunfo, ni jactarte de tu capacidad, ni sentirte orgulloso; más bien debes lamentar no haber sido capaz de impedir la guerra. No debes pensar nunca en conquistar a los demás por la fuerza. Pues expandirse excesivamente es precipitar el decaimiento, y esto es contrario al Tao, y lo que es contrario al Tao pronto dejará de existir. 31. Sofisticadas armas de guerra presagian calamidad. Por ello, la persona que observa el Tao no pone su corazón en ellas. Siendo las armas instrumentos de infortunio, no son los instrumentos adecuados del noble; solo por necesidad recurrirá a ellas, pues la paz y la calma es lo que más aprecia su corazón. Alegrarse de la victoria es ¡alegrarse de la matanza de seres humanos! Por esto, un hombre que se alegra de la matanza de seres humanos no puede pretender prosperar en el mundo de los seres humanos. Cuando ha sido asesinada mucha gente, solo es justo que los supervivientes lloren por los muertos. Por esto, incluso una victoria es un funeral. 59. Para gobernar al pueblo y servir al Cielo, no hay nada como la sobriedad. Superar todas las cosas es alcanzar una altura invisible. Solo quien ha alcanzado una altura invisible puede tener un reino. 67. Si una persona quiere ser valiente sin ser primero compasiva, generosa sin ser antes sobria, líder sin estar dispuesta primero a seguir a otros, ¡sólo está cortejando a la muerte! 68. Un buen soldado nunca es agresivo; un buen guerrero nunca es irascible. La mejor manera de conquistar a un enemigo es ganarle sin enfrentarse a él. La mejor manera de emplear a alguien es servir bajo sus órdenes. 75. ¿Por qué se muere el pueblo de hambre? Porque los de arriba les gravan con exceso. Por ello se está muriendo. ¿Por qué es el pueblo difícil de gobernar? Porque los de arriba intervienen demasiado y sirven a sus intereses personales. Por ello es tan difícil de gobernar. ¿Por qué el pueblo se toma la muerte a la ligera? Porque los de arriba llevan una vida lujosa. Por ello se toma la muerte a la ligera. ¡El pueblo no tiene sencillamente de qué vivir! ¡Saben cosas mejores que hacer que valorar una vida así!

Libro del Wen Tzu

Es también conocido como La comprensión de los misterios del Tao. Al parecer fue escrito por un devoto discípulo de Lao-Tsé y continuado por otros ya formados en escuela. Gira en torno a las enseñanzas del Tao Te King, en especial sobre el estado de sabiduría. Hay en él claras indicaciones a los gobernantes. Los desarrollos en materia de relaciones entre gobernantes y gobernados son más amplios y más estrictos. Han sido resumidos así:

16. Cuando Fu Hsi gobernaba el país, dormía sobre una almohada de piedra y una cama de cuerdas. Su pueblo era inocente. 20. Cuando el gobierno es cruel, el pueblo se rebela. 21. Ser un líder es como disparar una flecha; una minúscula desviación en el disparo tiene como consecuencia un fallo por un amplio margen. Esta es la razón por la que quienes gobiernan a los demás deben ser cuidadosos respecto a cómo les influyen. Quienes actúan justamente pueden ser presionados por el humanitarismo, pero no pueden ser amenazados por las armas; pueden ser corregidos por la rigurosidad, pero no pueden ser aprisionados por el provecho. Las personas idealistas morirán por la justicia, pero no pueden ser paralizadas por las riquezas y el rango. Quienes actúan justamente no pueden ser intimidados por la muerte. 49. Si tu codicia y ambición no tienen límites, las penas te matarán. Si permites que pequeños grupos infrinjan los derechos de la mayoría, y permites que los débiles sean oprimidos por los fuertes, las armas te matarán. 86. Si los antiguos tiranos hubieran seguido el Camino y practicado la virtud, aquellos que los destronaron no habrían tenido éxito, por muy buenos que hubieran sido. 103. No hay mayor humanidad que amar a la gente, ni mayor conocimiento que conocer al pueblo. Si hay amor por el pueblo, no se castiga a nadie a causa del rencor; si hay conocimiento del pueblo, no existe política al azar. 114. Cuando padres amorosos cuidan de sus hijos, no significa que busquen recompensa de ellos, sino que no pueden quitárselos de sus mentes. Cuando diligentes sabios nutren a su pueblo, no es para emplearlos para sus usos personales propios, sino porque no pueden hacer de otra manera por naturaleza. 115. Los reyes señoriales enriquecen a sus pueblos, los reyes despóticos enriquecen sus tierras, las naciones en peligro enriquecen a sus burócratas. 118. La coacción es contraria a la virtud y es perjudicial para los seres. Los sabios establecen las leyes para guiar los corazones de las personas, induciéndolas a ser auténticas consigo mismas. 129. Raros son los dirigentes que merecen gobernar; los ministros con valía para participar en el gobierno son virtualmente inexistentes. Los raros buscan a los virtualmente inexistentes; esta es la razón por la que del gobierno perfecto, apenas se ve uno en mil años. 137. En una sociedad ordenada, los empleos son fáciles de conservar, el trabajo es fácil de hacer, las maneras son fáciles de observar, las deudas son fáciles de pagar. Por ello, la gente no tiene más de un empleo simultáneamente, y los cargos no son ocupados por más de una persona al mismo tiempo. 144. Los gobernantes arbitrarios no son como las personas verdaderas. Cuando llegan a poseer la riqueza del país y a ocupar la posición del gobierno, agotan la energía de la gente corriente para intentar por todos los medios satisfacer sus propios deseos sensuales. La gente pobre muere de hambre, mientras que los tigres y los lobos engordan con manjares. Los campesinos se hielan de frío, mientras que los habitantes de los palacios visten sedas decoradas. 150. Quienes controlan al pueblo por medio de tinglados no pueden mantener una nación. 152. Los dirigentes iluminados de los antiguos tiempos limitaban lo que tomaban de sus súbditos y eran moderados en su propia manera de vivir. Antes de tomar nada aseguraban las rentas anuales. De esta forma, podían evitar las pesadumbres del hambre y del frío. Su compasión por el pueblo era tal que no condimentaban sus propios alimentos si existía algún hambriento en el país, y no llevaban prendas de cuero si había gente que pasaba frío. Compartían los mismos dolores y alegrías que el pueblo, por tanto, no había menesterosos en el país. Los gobernantes ignorantes no son así: toman del pueblo sin calcular su fuerza, buscan obtener de sus súbditos sin medir sus graneros. Hombres y mujeres no pueden atender a su arar y a su tejer, porque tienen que satisfacer las demandas de los gobernantes; sobreexplotada su fuerza y agotada su riqueza, cada mañana están inseguros de poder sobrevivir ese día. Los gobernantes y sus súbditos se odian entre sí. Los gobernantes codiciosos y señores crueles sangran a sus súbditos para satisfacer sus propios deseos sin fin. 159. Existen constantes para gobernar a las naciones, pero la base consiste en beneficiar al pueblo. 168. Educa al pueblo a través del Camino y guíalo por medio de la virtud. Quien mata a gente inocente es un gobernante injusto, el peor de los gusanos. No hay mayor calamidad que recoger la riqueza del país para mantener los deseos de un individuo. 171. Cuando los dirigentes consideran a sus subordinados como a sus propios hijos, los subordinados trabajan por sus dirigentes como por sus propios padres. Cuando los dirigentes consideran a sus subordinados como a sus propios hermanos menores, seguramente morirán por ellos en la dificultad. Por ello, no será conveniente enfrentarse en la batalla con un ejército de padres e hijos, de hermanos mayores y menores. 172. En una remota Antigüedad, las personas auténticas respiraban yin y yang, y todos los seres vivientes admiraban su virtud, armonizando así de manera pacífica. Más tarde, la sociedad se deterioró y la inteligencia fue seducida por las cosas externas. La vida esencial perdió su realidad. Al llegar a la dinastía Chou, hemos diluido la pureza y perdido la simplicidad, apartándonos del Camino para idear artificialidades, actuando sobre la base de cualidades peligrosas. Este deterioro ha sido un proceso gradual, que se ha estado produciendo durante largo tiempo. 173. Los antiguos gobernaban sin coronas; su virtud consistía en dar la vida y no en matar, en dar y no en quitar. El mundo no era conquistado por ellos; todo el mundo por igual era consciente de su virtud. 174. Cuando los gobernantes son sabios, guían y juzgan con justicia; la riqueza se distribuye hacia abajo, y todo el mundo es consciente de sus bendiciones. Cuando degeneran, las camarillas y las facciones promueven cada una a sus compinches, sustituyendo el interés público por el privado. Los gobiernos de la sociedad de los últimos días han diluido la pureza del mundo, destruido su simplicidad y hecho que el pueblo esté confuso y hambriento, convirtiendo la claridad en oscuridad. Todo el mundo se esfuerza alocadamente. La honradez y la confianza han desaparecido, las personas han perdido su naturaleza esencial; los pobres y los ricos se derrocan entre sí. Los miembros de las clases gobernantes hacen el mal, pero la ley no puede detenerles. 178. Cuando la sociedad está a punto de perder su vida esencial, es como la emergencia de la energía negativa: se descuida el Camino, muere la virtud. Se emprenden proyectos que no están en armonía con la Naturaleza, se dan órdenes que constituyen una violación de las cuatro estaciones.

2. La pleonexía en el pensamiento budista

“Buda”, es el titulo atribuido al personaje histórico Gautama o Sakyamuni (“el Santo de los santos”), nacido en la India en 560 y muerto en 480 a.C. hijo de un rey local perteneciente a una casta hindú donde la jefatura era bastante colectiva o grupal. La contemplación de la vejez, la enfermedad y la muerte le hizo abandonar su familia en busca de los brahmanes, quienes por no satisfacerlo hicieron que se dedicara a la vida errante y la meditación. En medio de esta descubrió la iluminación o el misterio de la existencia. Desde ese momento salió a predicar.

Sus discípulos son los “budas” o iluminados por haber podido suprimir todo deseo, adquirido el conocimiento perfecto y la suprema serenidad liberándose de reencarnar en lo sucesivo. Esta doctrina luego la predicaron en China, Indonesia, Japón y Tíbet pero superando lo relacionado con la división en castas brahmánica y conservando el tema de la “reencarnación” hacia la perfectibilidad y el principio de la Ley de causa y efecto.

El budismo para el siglo II a. C. era ya la religión predominante en la India. El emperador Asoka lo convirtió en religión oficial y militante. Se expandió por la mayor parte del este de Asia. Sus valores algunos los consideran ​humanistas y con vocación universal. Tal vez por carecer de una deidad suprema pero sí tener una esperanza salvífica es por lo que ha logrado ser practicado por fieles de diversas religiones. En esencia es una filosofía y un método de transformación espiritual eminentemente personal.

El problema del sufrimiento llevó a Gautama a la necesidad de practicar “La Gran Renuncia” por medio de la mendicidad y la vida de vagabundo espiritual. Antes había renunciado a todos sus bienes, herencia y posición social. Desde ese momento practicó el ascetismo. Al alcanzar el nirvana vio en el “loto el fespertar”, el florecimiento a la nueva dimensión que da la ”moderación” entre los extremos de una mortificación y una meditación liberadora del deseo. Se trata del “camino medio”, vía que permite comprender y superar el “sufrimiento” luego de vencer la tendencia a la Maldad (las cadenas del Samsara) y llegar a ser un “buda” en posesión de las “cuatro sublimes verdades” que permiten el No-retorno al sufrimiento. Gautama, había logrado el nirvana. El budismo no tiene ni yihad ni guerra santa. Tampoco tiene en su doctrina la noción de “herejía”.

La meta del budismo en tanto que doctrina filosófica y espiritual no teísta es alcanzar el nirvana o aniquilación de la naturaleza inferior del hombre con sus pasiones, vicios y flaquezas. La moral budista se funda en “las cuatro sublimes verdades”: La existencia del dolor; la supresión de la causa que lo produce, la concupiscencia; la cesación del dolor al suprimir o matar todo deseo concupiscente; llegar al nirvana por medio del camino o sendero. Prohíbe matar, hurtar, cometer adulterio, mentir, embriagarse, o beber licores. El ideal monástico ordena frugalidad, no diversiones mundanas, ni lujos en el vestir, o pereza y riquezas. Todo esto debe conducir a renunciar a lo material, cultivar la sabiduría, la bondad y la compasión.

En el budismo unas prácticas son de “generación” porque deben conducir a un estado que permita abolir los estados destructivos mentales (la ignorancia, la adhesión a lo material y la aversión). Logrado esto se podrá llegar al sublime estado de espiritualidad o nirvana, mediante la práctica de “las ocho sublimes verdades” (o camino del medio), liberándose de esta forma del ciclo de sufrimiento y renacimiento.

El Dharma o “protección” debe ser descubierto por el propio creyente del budismo a través de una práctica e investigación personal o “tres marcas” o tres sellos o tres realidades: impermanencia, insustancialidad (o inexistencia de un ego permanente) y sufrimiento (o descontento o insatisfacción).

El karma en el budismo es la “ley de la causalidad” o ley de causa y efecto que hay que relacionar con la acción intencional o volición, también con el condicionamiento. Según esto, toda acción intencionada (karma) crea uno o varios efectos que aparecen cuando las circunstancias son proclives; a esto se le llama maduración o fruto. El karma se puede dar en cualquier acción intencional —no en las reflejas— o pensamiento  humano.

El "buen" y el "mal" karma se distinguen de acuerdo a la raíz de las acciones, a su proveniencia; de esta manera, una acción o pensamiento oscuros no puede conducir a un resultado brillante (feliz). Si la acción tiene claroscuros por la mezcla de motivos buenos o malos, el karma dará resultados “compuestos”.

Según el karma se tendrá o no una vida más o menos larga, riqueza, belleza, salud o sabiduría. Todo esto no lo da o quita la “casualidad” sino el karma. Sin embargo, uno que hace el bien puede ir al cielo (o al infierno) y otro que hace el mal puede ir al infierno (o al cielo). Cielo e infierno se pueden vivir en esta o en la otra vida. A las acciones buenas o malas no les sucede siempre el efecto deseado.

La doctrina del karma no significa destino ni predeterminación, ya que no existe un automatismo ciego en la voluntad respecto a las tendencias mantenidas y no es posible anticipar qué ocurrirá en el futuro. El karma no se debe entender como castigo ni como sanción.

Existen cinco tipos de “condicionalidad” o procesos lógicos desarrollados por el universo: inorgánica, orgánica, psicológica, moral y trascendental. Son naturales, ninguna divinidad las determina. Las tres últimas se expresan a través de la individualidad y esta tiene cincuenta y dos factores mentales combinables que pueden dar lugar a ochenta y nueve posibles estados de consciencia.

La voluntad juega y le da forma a la personalidad o carácter. El karma es acto volitivo, que puede estar signado por una predisposición (samskara) y producir un fruto o resultado. En el budismo, las diferencias entre las acciones volitivas se expresan solo en términos de habilidad o destreza pero cuentan las buenas (saludables) o las malas (perniciosas) motivaciones. Las circunstancias juegan. No tanto la buena o la mala fortuna. Lo ideal es que no haya más karmas para que se acabe el ciclo de Renacimiento. Sobre todo y para interés de nuestra Nota, es que el eslabón del deseo, del querer y el aferramiento desaparezca para que no haya más el ciclo de Sufrimiento.

El "ser" supone un ámbito que se crea y destruye momento tras momento hasta que se erradique la ignorancia y se logre el nirvana que ponga fin a la Reencarnación, mejor dicho al Renacimiento o liberación de la cadena de causas y efectos.

Si bien el individuo debe experimentar las circunstancias en las que le toca vivir, a la vez es el único responsable de lo que decida hacer frente a ellas. El individuo es responsable de lo que decida hacer con sus pensamientos, porque estos no tienen otro dueño. Debe ser ecuánime para así poder alcanzar el nirvana o despertar, la iluminación o el fuego que se apaga como un proceso mental de superación del conflicto por medio de la recuperación del equilibrio perdido a través de remontar la des-nivelación que trajo el conflicto recuperación que nunca es completa.

La ética budista predica no ocasionar daño, practicar la moderación, no reprimir a otro, no aferrarse a nada. Lo importante es que la acción realizada no tenga una consecuencia dañina para sí mismo o para otros, lo que requiere una mente hábil que no obre mal para así evitar el remordimiento que traiga una mala intención. Estas conductas y actitudes no son impuestas por autoridad alguna sino que deben venir del propio individuo, de quien se exige: no tomar la vida de nadie, no robar, no ser lujurioso, no mentir, no caer en la ebriedad.

En el budismo la codicia, la agresividad y la ignorancia son considerados los tres "venenos" de las motivaciones  y cuando estas cambian, cambia el mundo porque no estamos separados de este; no existe la dualidad y reconocerlo es la liberación. Es por esto que la transformación personal y la transformación social deben ir juntas. No basta el crecimiento personal, hay que estar “en” el mundo para transformarlo socialmente. Las pasiones son eso, pasión y fuego; es decir, padecimiento; sobre todo en el caso de los que llegando al trono se entregan a la codicia, el odio y la estupidez.

Para Buda es posible un buen gobierno. Así lo relata (sutta) en El Rugido del León sobre el Monarca que hace Girar la Rueda. Existe una joya insertada en la rueda que aparece cuando la actuación del gobierno es justa. Si desaparece significa que algo va mal en la forma de gobernar. La joya de la rueda no es transmisible por herencia de un gobernante a otro sino que tiene que ser ganada a través del buen gobierno de cada monarca. De darse el buen y justo gobierno, la joya de la rueda seguirá visible. La llave de esa bondad está en varias buenas acciones pero esencialmente en cuidar a los necesitados y distribuir la riqueza en beneficio de los que tienen menos recursos: "La desigualdad vacía el alma". El camino hacia la recuperación pasa por asumir posiciones éticas y abogar por la realización de los valores de generosidad, bondad, compasión y rechazo del egoísmo y de la avaricia.

Transformar la colectividad exige la transformación de la persona individual hacia una cultura que valore el compartir, en aplicación del principio básico: "Da lo que puedas y toma lo que necesites". Los tres males a nivel individual son entonces la codicia, la mala voluntad y la ilusión que deben ser reemplazados con la generosidad, la compasión y la sabiduría. Lugar especial ocupa la pobreza vista como la causa principal de inmoralidad y crímenes tales como el robo, la falsedad, la violencia, el odio y la crueldad. Terminar con ella traerá la paz y la desaparición del crimen.

Buda conoció malos gobernantes que oprimían, torturaban, perseguían e infligían crueles castigos y le imponían cargas excesivas al pueblo. Este trato inhumano lo conmovía profundamente. Indignado, en el Dhamma-padatthakatha relata que dirigió su atención al problema del buen gobierno a fin de evitar que dirigentes, reyes, ministros y funcionarios corruptos y degenerados hicieran infelices a los súbditos porque solo un gobierno justo puede hacer feliz a su pueblo.

En su enseñanza sobre “Los diez deberes del rey" (dasa-raja-dhamma), expuesta en el texto llamado Jataka, Buda explica cómo esta forma de gobierno justo puede ser llevado a efecto. Ese decálogo predica:

Practicar la generosidad y la caridad (dana), el gobernante no debe sentir ni avidez ni apego por la riqueza y la propiedad, sino que debe donarlas para bienestar del pueblo (i); debe actuar con un elevado carácter moral (sila), nunca debe destruir vidas, hacer trampa, robar, explotar a otros, cometer adulterio, decir mentiras, ni tomar bebidas alcohólicas (ii); debe sacrificarlo todo por el bien del pueblo o pariccaga, comodidad personal, nombre, fama y aun la vida (iii); debe ser honesto e íntegro o ajjava en el ejercicio de sus funciones, debe estar libre del miedo y de todo favoritismo, debe ser sincero en sus intenciones y no engañar al público (iv); debe ser amable y de buen carácter o maddava, lo que implica ser afable con todos en el trato (v); sus costumbres deben ser austeras (tapa), llevar una vida simple, sin lujos y practicar el control de su carácter (vi); no debe cargar odio, tener mala voluntad o aversión akkodha hacia las otras personas ni guardarles rencor (vii); debe practicar la no-violencia o avihimsa, lo cual significa no dañar a nadie y esforzarse en promover la paz ecluir la guerra y todo aquello que implique violencia o destrucción de vidas (viii); ser paciente, indulgente, tolerante y comprensivo o khanti, siendo capaz de soportar, sin encolerizarse, toda suerte de penurias, dificultades e insultos (ix); no oponerse a la voluntad del pueblo, ni obstruir o avirodha, aquellas medidas que vayan en beneficio de los gobernados, quiere esto decir, que debe gobernar en armonía con su pueblo (x).

El buen gobernante debe ser como el rey Asoka, que hizo feliz a su pueblo tal vez al leer a Confucio cuando decía que es mejor vivir en una ciudad justa, aunque peligre la existencia física; que respirando los miasmas de la injusticia y la inmoralidad.

En la siguiente nota veremos la pleonexía en el mundo contemporáneo y terminaremos con la devastadora corrupción de nuestra Colombia. ¡Atérrense!

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