Justo hoy 30 de Junio de 2014 escribo esta historia a las 3:45 am. Aún tengo rondando por mi cuerpo un sentimiento de impotencia y dolor. En la madrugada de este día vi cómo en el barrio del Laguito en Cartagena, Colombia yacía moribundo uno de los famosos caballos cocheros. Ese supuesto paseo que le venden a uno como rolo a un precio carísimo para mí no tendrá nunca más ningún atractivo. Al ver cómo sufría este animal tirado en suelo al rededor de la gente me partió el alma. No me considero animalista, pero sé que es de sentido común el defender el buen trato a los animales; algo que parece estar ausente por completo en Cartagena. Jamás en mi vida volveré a visitar esta ciudad, en donde les importa más una tradición que el buen trato a los animales. Estando en el sitio del suceso algunos ciudadanos desde vendedores de tinto hasta defensores de los animales me contaban que esta situación era común en la ciudad. Al tiempo que compraba unos cigarros para bajar mi estrés por el gran sentimiento de impotencia (no podía acercarme al caballo puesto estaba cercado por la policía, lo cual es lo correcto) el vendedor ambulante me decía que cuando trabajaba por el centro veía como varios caballos se caían presas del agotamiento y que los cocheros los azotaban para que continuaran andando, sin darle descanso alguno.
Saqué mi cámara para tratar de registrar el suceso mientras venía el rescate en camino y uno de los cocheros me dijo: "Hey que es lo que vas a filmar" mientras tapaba el lente de mi cámara con su mano y la empujaba. Un policía intervino diciendo que era un espacio publico y tenía el derecho a grabar lo que quisiera. Seguí grabando el suceso hasta que el caballo pudo levantarse y lo empezaron a bañar después de hidratarlo. Lo que más coraje me dio es que este servicio publico que nos venden a tan alto precio ni siquiera cuenta con su propio veterinario y fueron unos turistas de esta profesión quienes atendieron en un principio al caballo. El cochero no estuvo satisfecho con haber empujado mi cámara sino que arranco un pedazo de esponja, lo untó con agua del suelo y la pasó por el lente de mi cámara. Mantuve mi calma en todo momento, ya que una vez vi en un video muy difundido por las redes sociales cómo una de estas personas que atienden al turismo sacaba un puñal. Y la verdad es que no tenía ganas de ser apuñaleado en plenas vacaciones. Regresé a mi hotel puesto mi vuelo es temprano, pero la empatía que siento por el animal no me ha dejado dormir generando este profundo nudo en la garganta. Aún a las dos de la mañana el caballo seguía tirado en el suelo, con multitud de espectadores y una mirada gacha pensando, sintiendo quizá dentro de su misma naturaleza de animal que a pesar, de que ha servido al hombre para su sustento parece no existir para él, retribución alguna...