Cocaína y alcohol: el infierno del que renació Santiago Cruz

Cocaína y alcohol: el infierno del que renació Santiago Cruz

Después de 14 años de terapias y sin haber recaído la música le ayuda a huir de ese pasado  que no esconde pero que quiere dejar en el olvido

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septiembre 27, 2020
Cocaína y alcohol: el infierno del que renació Santiago Cruz

En 2006, cansado de pedir perdón luego de sus pesadas rumbas, y luego de haberla embarrado con su hermana menor, Santiago Cruz tomó la decisión de dejar atrás el trago y la cocaína.

El pensar que si seguía por aquel camino oscuro tendría, tarde o temprano, que también pedirle perdón a aquel hijo o hija que aún no existía. Eso lo atormentó. El músico levantó la mano y pidió la ayuda que tantas veces había rechazado. Ese 4 de diciembre, el de la decisión salvadora, se convirtió en el segundo cumpleaños, distinto a los 1 ero de febrero que celebró siempre con farras de alcohol.

Santiago fue un niño que creció de afán en su natal Ibagué. Fue el hombre de la casa desde que sus padres se separaron cuando tenía dos años. Maduró biche. Cuidaba a su hermana menor mientras su mamá, doña Fabiola Vélez, trabajaba de día y estudiaba de noche. Santiago empezó a consumir licor desde joven. Bebía en fiestas, toques, tertulias, y su vida de cantante nocturno de bar en bar, que lo empujaba a la bohemia, lo fue acercando más al infierno. El consumo se le salió de las manos por allá en el año 2000 cuando lo mezcló con un pase de perico.

El 18 de enero de 1984, con 18 años encima, llegó a una urbe grande, desconocida y aterradora como lo era Bogotá. En la maleta cargaba el sueño de ser músico, pero también la obligación y el compromiso –con su mamá—de estudiar algo ‘serio’. Y le cumplió, se graduó de finanzas y relaciones internacionales de la universidad Externado, donde se la pasaba más en las plazoletas cantando con guitarra en mano que en las aulas de clase.

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Santiago Cruz fundó el bar El sitio, en el que trabajó por mas de ocho años.

Ejerció de corbata un par de años, pero prefería pasar las noches en bares bogotanos haciendo covers de boleros, pop y rock, que eran los pedidos de los clientes. Montó el que terminó siendo uno de los lugares más reconocidos de la rumba en Bogotá, donde podía subirse al escenario y cantar lo que se le pegara la gana: El Sitio, en el Parque de la 93, negocio con el duró ocho años y medio. Fue para esa época, junto a la búsqueda del sueño musical, que cayó en las garras de la adicción, cuando tenía 25 años.

Consumió cocaína por unos cinco años. Aunque no le gusta tocar el tema, cuando tiene que hacerlo o cuando se lo preguntan lo habla sin sentir vergüenza alguna. Tuvo la entereza de vender el El Sitio, lugar que le estaba dejando buenos ingresos pero que de una u otra forma lo estaba llevando por una ruta diferente en la que quería rodar. Se gastó lo que el bar había dejado e hizo maromas por un par de meses para comer y pagar sus gastos.

Con 500 euros en el bolsillo y unas barras de cereal en la mochila se fue en noviembre de 2008 para España, donde con las uñas, rebuscando plata y algunos apoyos de amigos, grabó su primer disco. No fue fácil pero el sueño que por poco se va a la basura se logró. Santiago se reencontró con el músico y escritor que detrás de rumbas se había perdido un poco. El éxito y las buenas cosas empezaron a acompañarlo y no lo han soltado.

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María Paz Matheus, la esposa del artista, fue y es bastión de Santiago para salir del infierno.

No lo hizo solo. María Paz Mateus, una reconocida profesora de Yoga, con quien se casó en 2013 y con quien ya tiene dos hijos, es también parte de la fuerza que lo mantiene en pie de lucha contra sus demonios. La relación que tiene con sus miedos de volver a aquellos oscuros tiempos lo ha salvado. Es precisamente ese miedo y el respeto que le tiene lo que lo ha llevado todos los días a caminar por ese nuevo rumbo que lo hace crecer.

Su experiencia de vida convirtieron a Santiago Cruz en un defensor de la legalización de la cocaína, y por eso su voz se ha escuchado apoyando la agenda puesta por el senador Iván Marulanda en materia de legalización. De la mano de sus composiciones vienen sus convicciones políticas como que la guerra contra el tráfico de drogas y las adiciones no han sido efectivas y que tal vez regularlas sería una buena opción para detener la sangre en el país que es derramada en gran medida por la guerra que hay alrededor de tráfico de cocaína.

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