Parecía de otro nivel, mucho más bajo por cierto, ridículo, pequeñito, como si fuera un equipo boliviano contra uno brasilero. Jugaba el América de Cali, el equipo al que sus hinchas fieles creen que es un grande de Suramérica contra el Cerro Porteño de Paraguay. Jugaban en Bucaramanga y América oficiaba de local pero fue arrasado de principio a fin. Ojo, no sólo fue un mal partido del técnico de los Diablos Rojos, Juan Cruz Real, había una diferencia estructural entre un equipo y otro. Una diferencia técnica. A los jugadores del América les rebotaba la pelota, no podían controlarla. Era una diferencia de una liga contra la otra. Y ojo que los paraguayos están muy mal. Olimpia, el mejor de sus equipos, perdió en Venezuela. Sin embargo no hay derecho que un grande en Colombia se vea tan pequeñito, tan equipo Chico como el América en su debut en la Libertadores.
Mientras fue propiedad de los hermanos Rodríguez Orejuela el América fue un equipo que llegó a ser cuatro veces subcampeón del torneo más importante del Continente. Pero la última vez que el América tuvo una actuación destacada en el torneo continental fue en el 2003 cuando derrotó a River Plate en cuartos de final. América en Colombia sigue siendo un equipo importante, es el actual campeón de la Liga. Sin embargo el nivel es pasmoso, terrorífico.
Vergonzoso es que existan algunos periodistas oficiando como vendedores puerta a puerta con ganas de meternos por los ojos el canal Win Plus, que nos cobren casi dos veces lo que vale Netflix para ver espectáculos tan lamentables como los que ofrece el América de Cali. Si este es el nivel de nuestra Liga no se le debería exigir al técnico Reinaldo Rueda la clasificación obligatoria al mundial. El América remató sólo una vez a puerta y perdió, con toda justicia, dos goles por cero. Y al frente tenía al Cerro Porteño. Lo agarra un grande de Argentina o de Brasil y le mete cinco.