Lo bueno es el crecimiento personal que traen, tan bello, tan importante, tan sublime, que con ello cerraré esta columna. Centrémonos ahora en lo que hay que tener precaución porque puede conducir a lo malo.
Comencemos por los coach como se ha dado en llamar a cualquier persona que recibe un curso de alguna técnica que dicen podría mejorar la calidad del ser humano. Se certifican usualmente por el creador de la técnica y ya, tenemos un coach. No estoy de acuerdo ya que muchos de ellos no tienen preparación académica para enfrentar enfermedad y psiquis (que es con lo que trabajan) y por tanto no están preparados para manejar estos aspectos del ser. Situación inadmisible. Están tomando en sus manos la vida de otra persona sin preparación suficiente. Ojalá hubiera más conciencia al respecto.
El exceso de información que trae curso tras curso conduce a copar la mente con teorías que despistan más que orientar. Llenar la mente de conocimientos pone un velo a la sabiduría del corazón. Hace que nos perdamos en el bosque de los datos, cuando lo único que hay que hacer es ir al centro del corazón para desde allí tener sabiduría.
Oh gran error, cuando el método pretende ser la panacea —que todo lo cura—. Si así pudiere ser, seriamos idénticos unos a otros, sin historia individual, sin diferencias, sin personalidad propia. El método panacea desconoce que cuerpo, mente y emociones necesitan cada uno lo propio, lo de su nivel energético para curar. La mente no puede con todo por más que nos lo digan sus seguidores. El espíritu sí.
Idealizar al maestro es también un mal extendido. Al tratar de imitar o seguir los hábitos y costumbres del gurú, se pierde la esencia de cada ser que es único, cediendo la propia valía. Esto sucede cuando hay una entrega sin límites, sin discernimiento. Sometemos nuestra voluntad a la del gurú, coach o maestro y perdemos el amor propio.
Comparar, creer que alguien está más avanzado o más atrás, creerse mejor o peor que los demás, es frecuente encontrarlo en el área de crecimiento personal. Conduce a ego desmedido.
Quienes empezaron sirviendo caen con frecuencia en el comercialismo absoluto (qué decepción la última charla de Chopra en Cali) cobrando exorbitantes honorarios que no se compaginan con lo que entregan ni con una realidad social.
Pero realmente lo peor es no aplicar lo que aprendemos. Múltiples personas que asisten a un curso tras otro se quejan de que su vida sigue igual. No han validado con la práctica, si les sirve, si es una verdad aplicable a ellos, lo que recibieron. Lo único transforma es la aplicación en la vida cotidiana.
Lo bueno es que el crecimiento personal sirve. Sí, sí sirve. Se puede aprender a vivir feliz, sereno, ecuánime. Se logra mantener la calma ante las tormentas exteriores. La bondad y la compasión se aprenden con la práctica. Lo bueno es que con ello el amor surge y no da marcha atrás. La vida es una escuela para crecer en humanidad, en nosotros está pasar año tras año o reprobar. En nosotros está graduarnos con honores o morir llenos de congoja. Es nuestra responsabilidad indelegable el crecer como seres humanos. Claro que necesitamos maestros que nos indiquen el camino, pero solo mientras aprendemos a ser nuestro propio guía, a confiar en nuestra intuición, que no es más sino el amor brotando a borbotones del corazón. Esto es crecer como humanos.