Lo que ocurra en las elecciones presidenciales en los Estados Unidos afectará el alcance del llamado posconflicto colombiano.
Sería absurdo calcar en Colombia el cuadro de lo que ocurre en el debate electoral de los Estados Unidos. Sin embargo, en un contexto en el que los argumentos (y emociones) a favor y en contra del proceso de paz están sobre la mesa, por un lado, y tan solo a un año de que se prendan motores para la campaña presidencial del 18, por otro, es obvio que lo que ocurra en noviembre en los Estados Unidos tiene que ver con lo que Colombia pueda desplegar en los próximos diez años en materia de equidad y convivencia.
Algo va de contar con el favorecimiento al proceso de paz por parte de un gobierno demócrata entre el 2018 y el 2022 en Washington a la incógnita de un liderazgo que defiende la tortura, pretende la construcción del muro con América Latina (oficializada en la plataforma republicana), la expulsión de migrantes y la discriminación por motivos religiosos.
La firma de la paz en Colombia es solo el comienzo de un largo proceso. El plebiscito, un hito de trámite más o menos sencillo. Ambos, la parte fácil. Lo complicado viene después: una maratón que será posible recorrer con la participación y el consenso de millones de colombianos. El largo recorrido no solo necesitará de cuantiosas inversiones orientadas a mayor equidad social y económica. El requisito principal es intangible: la construcción de una cultura de respeto por los demás, por las diferencias, de convivencia pacífica, de resolución civilizada de conflictos en todos los niveles.
La eventual elección de Trump abriría
corredores de lenguaje y prácticas políticas
que pueden echar por la borda el proceso de paz por la vía de la asfixia.
¿Importa quién es elegido presidente en Colombia en 2018? Por supuesto, en la medida de su compromiso con la paz en el país. La eventual elección de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, a su vez, afectará el proceso electoral colombiano en cuanto que se abran corredores de lenguaje y prácticas políticas que pueden echar por la borda, si no legalmente, el proceso de paz por la vía de la asfixia.
Trump es un fenómeno que acabó con las predicciones de politólogos y analistas electorales. Barrió a sus adversarios en las primarias y, rompiendo todos los pronósticos, después de tres días de convención republicana mediocre, incluido el plagio en el saludo de su esposa, remató, en el cuarto, con un discurso que le ha permitido seguir aumentando su capital político. Siembra y capitalización del miedo, inseguridad, nostalgia de la grandeza americana de otros días, solución al desempleo en antiguos cinturones industriales, Trump el redentor, son aspectos de la fórmula ganadora.
Algunas encuestas posteriores a la convención, incluída una de CNN, lo han puesto de puntero en las preferencias electorales a pesar de las inconsistencias, de los fifirrafes internos, del desaire de Ted Cruz , que pidió a sus corpartidarios votar en conciencia, sin apoyar al salvador.
Los demócratas tuvieron que lanzar sus mejores cartuchos en su convención en Filadelfia para procurar contrarrestar el tsunami. Si la razón fuera la base para juzgar, los expositores de los tres primeros días de la convención demócrata (que culminó el 28 de julio) ya habrían dado los argumentos suficientes para sepultar las aspiraciones de Trump. Sin embargo, en el país que alberga ocho de las diez mejores universidades del mundo, la sensatez no es el criterio para definir las preferencias electorales.
En la convención demócrata quedó claro, por ejemplo, que Trump es pésimo empresario. Michael Bloomberg, el billonario que fue alcalde de Nueva York (elegido inicialmente por los republicanos), no lo bajó de “demagogo peligroso”, tramposo, célebre por la secuencia de quiebras y el ocultamiento de su declaración de impuestos. Que Dios nos libre si gobierna tal como dirige sus negocios, dijo.
Quedó claro, también que los norteamericanos de origen mexicano no gustan mucho de él. Los tatatarabuelos de los gringos “tex-mex” no migraron; vivían en Tejas, ahora Texas. La que migró fue la frontera…
¿Tendrá algún peso la extraordinaria intervención de Michelle Obama el primer día de la convención, centrada en la confianza que un presidente debe generar en las familias para la formación de sus hijos en un país multiétnico y pluricultural, ella y su familia, que en los últimos casi ocho años vivieron en una casa presidencial construida por esclavos?
¿Incidirá el cuadro de optimismo que los expositores, incluido Obama, dan de los Estados Unidos, aquí y ahora (entre otras, el desempeño económico de los EE. UU. es el mejor dentro de las economías avanzadas, con desempleo inferior al 5%, en contraste con lo que en Europe ocurre) en contravía al cuadro sombrío que vende Trump?
¿Afectará la bárbara invitación a los rusos para el “hackeo” de los correos de Hillary que hizo Trump, retando a republicanos y demócratas en materia de seguridad nacional?
¿Que maltrató a todos sus contendores republicanos en el proceso de las primarias?
¿Que ridiculizó al senador republicano McCain, héroe de la guerra del Vietnam, detenido por años, “por haberse dejado atrapar”?
Michael Moore, el productor de Masacre en Columbine, da por hecho que Trump ganará. La mezcla de apoyo de trabajadores de raza blanca, de impopularidad de Hillary Clinton (como representante de la vieja clase política), de la reticencia de sectores que apoyaron a Sanders, explican, según Moore, la catástrofe por venir.
En lo personal me niego a creer que un país de la grandeza de los Estados Unidos, de la mayor diversidad racial en el mundo, que ha generado sus líderes en todos los campos a partir del trabajo de migrantes procedentes de todo el planeta, que eligió el primer presidente afro, exitoso al cabo de su gestión de dos períodos, que exhibe las mayores tasas de innovación en el mundo, termine eligiendo un troglodita. No es asunto de demócratas versus republicanos; es de civilidad y democracia contra barbarie.
Sé que en algunos sectores colombianos enemigos del proceso de paz se ora para que sea elegido Trump. Más nos vale que la providencia no escuche.