'Climax', la nueva película de Gaspar Noé

'Climax', la nueva película de Gaspar Noé

Drogar a la sociedad y descubrir que, con y sin sus efectos en el cuerpo, somos seres sin esperanza y macabros por naturaleza. Eso es lo que nos deja el filme

Por: John Jairo León Muñoz
febrero 04, 2019
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'Climax', la nueva película de Gaspar Noé

Los pies dibujan en el piso múltiples formas, las manos crean figuras en el aire, la cabeza va girando, el cuerpo entero se mueve al ritmo de la música. Juntos —pies, manos, cabezas— dirigen sus movimientos para hallar el placer de quien danza. Bailar es sentir, es palpitar, es conectarse con diversidad de melodías que hacen agitar el corazón. Bailar es comprimir el estómago, olvidar que somos parte del tiempo y que controlamos el espacio. Bailar, así se haga solo, ya es una acción colectiva, pues está en escena la música y el cuerpo que hacen formas sincrónicas y libres con el bum de un tambor, el riff de la guitarra, el chis pum de la música hecha en un computador. Bailar es una conciencia que se gana en beneficio del cuerpo para saber hasta dónde es la elongación de las articulaciones; es una preocupación por una estética, por la búsqueda de una armónica en el baile, que por lo menos genere inquietud por el movimiento e indague más, por esas formas maravillosas de agitar los pies. Bailar es levitar, es volar y, por momentos, un desafío a la gravedad, así ese desafío dure segundos. Pero… Noe a través de Climax nos lleva a un diálogo con la conciencia y la alteración de la misma. ¿Qué pasa si se droga sin saberlo al que baila? ¿Qué pasa si no hay recuerdo o hay olvidos de lo que se pudo vivir?

Climax en una frase lapidaria podría resumirse como: “Vivir es una imposibilidad colectiva”. Colectivamente matamos, denigramos del otro, acabamos con los sueños de hombres y mujeres en la sociedad. Colectivamante la guerra ha estado vigente en la evolución de las sociedades. Vivir nos conduce a conocer la miseria humana. Una de pocas cosas bien hechas de forma colectiva en el ser humano ha sido la creación en el arte y, quizás es la defensa de Noé con Climax al decirnos que colectivamente formamos campos de concentración, campamentos de masacres y descuartizados y, a su vez, colectivamente hacemos cine, hacemos arte y una muestra de la belleza de esa colectividad es el baile que se sincroniza y nos invita a construir arte.

Colectivamente necesitamos de los otros para crear, así sea de su influencia, de su legado que inspire. Individualmente producimos ideas que han ido surgiendo porque existen otros como nosotros con búsquedas e inquietudes, pero para que permanezca esa idea en el tiempo y en el espacio o se avecine una inquietud o aparezca la respuesta a una nueva duda necesitamos de esos otros, a veces tan lejanos. El baile, como todas las artes, es bello porque lo creamos, lo imitamos, lo sentimos, lo reinventamos y lo disfrutamos y hay unos objetivos en el movimientos que nos llevan a reintegrarnos a querer hacer parte de una coreografía que funciona si funcionan todas esas individualidades.

Noé a través de Climax nos dice que colectivamente nos ha costado hacer la paz, respetarnos unos a otros y los credos y las lógicas de los otros. Frente a la desazón suprema reaccionamos como sociedad frente a algún hecho con la muerte del otro, la violación de sus derechos, el encierro de los sueños de la niñez, la falta de tolerancia frente a la amargura existencial adolescente, la deconstrucción de familia. Colectivamente así actuamos sin alucinógenos. Drogados somos igual, no hay conciencia por el otro, ni por uno mismo. Puede morir el sueño porque no hay raciocinio y en Climax se ha embrujado la lógica con lo alucinógeno.

La película Climax del director argentino y radicado en Francia Gaspar Noé es una cinta maestra para el cine moderno porque explora narrativas poco convencionales. Aquí no hay un solo protagonista, hay un grupo de bailarines protagonistas, salimos de ese héroe aristotélico individual a uno colectivo. El desenlace se va dando de forma individual, pero tiene una conexión colectiva. ¿Cómo contar una historia desde otro punto de vista? Es quizá a lo que le apuestan los grandes directores. En Climax esa exploración la evidenciamos en la fotografía que es oscura con visos psicodélicos, y con las luces como protagonistas que se mueven con la música y producen una sensación de azar y desespero en el espectador. Las actuaciones naturales de los protagonistas los pone al nivel de los grandes actores, son creíbles, son espontáneos y dan veracidad a sus representaciones, sobre todo cuando les toca reflejar alguna emoción acompañada del llanto, la risa, la locura. El erotismo está presente, no hay cuestionamientos sobre la identidad sexual. ¿Se necesitará drogar a la sociedad para que eso ocurra y se acepte las diferencias de los otros? Los personajes van presentándose en una pantalla de televisión y nos va abriendo el universo de Noé, desde allí hay una representación inicial del mundo que espera mostrarnos en el resto de la película. Los créditos se dan al inicio y mientras avanza la película y no en la parte final como ocurre en la mayoría de películas. Cómo transcurre ese viaje es lo que nos mantiene atentos, pues es un juego entre la imagen y la música que entran en escena con la narración y se vincula el movimiento de las cámaras que hacen paneos, planos secuencias, planos medios y se van instalando con el ritmo musical de Climax. En Climax la historia se desborda, no hay una secuencia aparente, el espectador tiene a marearse y a perder el hilo conductor. Si busca una narrativa convencional de poco esfuerzo para interpretar, tal vez con Climax va a terminar decepcionado pues es precisamente lo contrario.

Climax es una provocación que quiere al fin de cuentas decirnos que toda forma de arte es una manera psicodélica de encontrar otros colores que no se habían vistos plasmados en un lienzo; otros movimientos de cámaras no explorados en el cine; otros desdoblamientos escénicos en una obra por parte de un buen actor; otros puntos de vista que nos llevan a mirar diferente lo que ya habíamos visto. Y que con una acción colectiva podemos crear y hacer arte e indagar la forma, el fondo, y se busque la interpretación por parte de quien observa. “vivir es una imposibilidad colectiva” que quizás la única forma de producción entre individuos que vale la pena es cuando se logra ejecutar coreografía y esa coreografía tiene un fin, posee su propia belleza, como cuando se marcha y se pide por los derechos a la libertad de expresión, a la educación gratuita o cuando se le exige con cánticos a un equipo de fútbol que juegue bien o cuando se vocifera a favor de los animales y del medio ambiente o cuando se mueven los cuerpos sincrónicos en el Bolshoi o en la magia de Incolballet. Hay que armarse, en grupo, para bailar lo que queremos y no lo que nos imponen, allí habremos alcanzado el Climax.

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