Clientelismo a lo Petro: la ruptura de una ilusión disfrazada de cambio

Clientelismo a lo Petro: la ruptura de una ilusión disfrazada de cambio

Después de 2 años en el poder, es evidente que su gobierno ha caído en las mismas prácticas que criticó durante su carrera política

Por: Daniela Tatiana Navarro Jaramillo
agosto 16, 2024
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Clientelismo a lo Petro: la ruptura de una ilusión disfrazada de cambio

El ascenso de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia fue celebrado por muchos como un punto de inflexión en la historia del país. Con promesas de justicia social, equidad y una ruptura con el pasado, Petro se posicionó como el líder del “cambio”. Sin embargo, después de más de un año en el poder, es evidente que su gobierno ha caído en las mismas prácticas que criticó durante su carrera política: el centralismo y el clientelismo. Lejos de ser un cambio estructural, estamos presenciando un nuevo capítulo de la vieja política en Colombia, donde el poder se concentra en el centro y las alianzas políticas se compran con favores.

Uno de los aspectos más criticados del gobierno de Petro es su inclinación por el centralismo, es decir, la concentración del poder en el ejecutivo y en las grandes urbes, en detrimento de las regiones más alejadas y vulnerables. Si bien Petro llegó con la promesa de fortalecer las regiones, su gestión ha demostrado lo contrario. Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en su primer año de gobierno, el 80% del presupuesto nacional se ha dirigido a proyectos en Bogotá y las principales ciudades, dejando al margen a regiones como el Chocó, La Guajira y el Cauca, que continúan con altos índices de pobreza y necesidades insatisfechas.

Un ejemplo concreto de este centralismo es la Reforma a la Salud, uno de los proyectos estrella del gobierno. A pesar de que Petro argumenta que esta reforma busca mejorar la atención sanitaria en las regiones más pobres, la realidad es que centraliza aún más los recursos y decisiones en manos del Estado. Según un informe de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC), esta reforma podría llevar al cierre de hasta el 35% de los hospitales públicos en las regiones más apartadas, debido a la falta de recursos y a la centralización de los mismos en el sistema estatal propuesto.

Además, el Índice de Descentralización Fiscal en Colombia muestra que en 2023, bajo el gobierno de Petro, las regiones han tenido menos autonomía financiera que en gobiernos anteriores. Esto significa que los gobiernos locales dependen aún más del gobierno central para obtener recursos, lo que reduce su capacidad para desarrollar proyectos autónomos y atender las necesidades específicas de sus territorios.

El Clientelismo: Más de lo Mismo

Petro, durante su campaña, fue un crítico feroz del clientelismo, esa práctica política de intercambiar favores por apoyo. Sin embargo, su gobierno ha demostrado que, una vez en el poder, las palabras son fáciles de olvidar. En su primer año de mandato, Petro ha distribuido más de $6 billones de pesos en contratos directos a aliados políticos, una cifra que representa un aumento del 20% en comparación con el primer año del gobierno de Iván Duque, según un informe de Transparencia por Colombia.

Un caso emblemático de este clientelismo es la relación de Petro con el senador Roy Barreras, uno de sus principales aliados en el Congreso. Barreras, conocido por su habilidad para negociar favores políticos, ha jugado un papel clave en asegurar el respaldo legislativo para las reformas de Petro, a cambio de la entrega de contratos y posiciones clave en el gobierno. Esta práctica es una clara muestra de que, bajo el gobierno de Petro, el clientelismo sigue siendo la moneda de cambio para avanzar en la agenda política.

De hecho, según la Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (Fedesarrollo), el clientelismo en el gobierno de Petro ha alcanzado niveles preocupantes. En su primer año, el 60% de los contratos públicos han sido adjudicados a empresas o personas cercanas a sus aliados políticos, lo que ha generado una creciente percepción de corrupción y desconfianza en las instituciones.

La combinación de centralismo y clientelismo no solo afecta la distribución de recursos y el acceso a servicios, sino que también tiene consecuencias graves para la economía y la gobernabilidad del país. Según el Banco de la República, la economía colombiana ha experimentado una desaceleración significativa en 2023, con un crecimiento proyectado del 1.5%, muy por debajo del 4.7% registrado en 2022. Esta desaceleración se debe, en parte, a la incertidumbre generada por las reformas centralistas del gobierno y la falta de confianza de los inversionistas en la estabilidad política del país.

Además, el clientelismo ha debilitado la capacidad del Estado para implementar políticas efectivas. En lugar de contar con un equipo técnico y capacitado, el gobierno ha llenado sus filas con personas que responden a intereses políticos, lo que ha generado una gestión ineficiente y corrupta de los recursos públicos. Según el Índice de Desempeño Institucional (IDI) del DANE, en 2023, el desempeño de las instituciones públicas en Colombia ha caído un 15% en comparación con el año anterior, lo que refleja una gestión cada vez más politizada y menos efectiva.

¿Es Posible un Cambio Real?

Frente a este panorama, surge la pregunta: ¿Es posible que el gobierno de Petro abandone estas prácticas centralistas y clientelistas? A pesar de las promesas de cambio, los primeros años de su mandato han demostrado que el poder tiende a concentrarse y que las alianzas políticas siguen siendo clave para avanzar en la agenda del gobierno.

La pregunta que debemos hacernos es si Colombia está condenada a repetir este ciclo de poder centralizado y favores políticos. Mientras el gobierno siga utilizando el centralismo y el clientelismo como herramientas de poder, las posibilidades de un cambio real serán limitadas. Las regiones seguirán marginadas, la corrupción seguirá aumentando y los colombianos seguirán pagando el precio de un gobierno que prometió ser diferente, pero que ha caído en los mismos vicios del pasado.

El mandato de Gustavo Petro, lejos de ser el cambio prometido, ha consolidado un modelo de gobierno basado en la esclavitud centralista y el clientelismo. Las cifras hablan por sí solas: más poder concentrado en Bogotá, más contratos entregados a aliados políticos y menos oportunidades para las regiones y los ciudadanos comunes. Petro llegó con la promesa de transformar el país, pero su gobierno ha demostrado que, a veces, el cambio es solo un espejismo.

La verdadera transformación en Colombia solo será posible cuando el poder deje de estar concentrado en unas pocas manos y cuando el clientelismo sea erradicado de la política. Mientras tanto, el país seguirá atrapado en las redes de un sistema que perpetúa la pobreza, la desigualdad y la corrupción. ¿Será Petro capaz de romper con estos ciclos, o simplemente será otro capítulo en la larga historia de la política colombiana?

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