A pesar que el mundo del arte bogotano se despierta, continuamos con la trilogía de los libros de Arte Contemporáneo que realizó Seguros Bolívar para la Navidad pasada, que a veces llegan a las manos indicadas, y otras a ningún lugar donde la gente los acumula como objeto. Bueno, esta vez tuve la suerte de recibirlos. La trilogía sigue con Clemencia Echeverri, Luis Fernando Herrán y José Alejandro Restrepo. Generalmente son buenas las selecciones de los artistas pero el libro de Delcy Morelos, no cabe todavía en la historia de los grandes.
Clemencia Echeverri que nació en 1950 cerca al río Caldas tiene una interesante hoja de vida con sus logros consecuentes. El título del libro: Trepidaciones (algo que comienza, algo que se derrumba o que se acaba) con un claro examen del recorrido de la arista escrito por Shephen Zapke, un historiador independiente que vive en Viena.
La artista estudió escultura pero acabó en un mundo más grande y llegó a videoinstalaciones que manejan muchas imágenes con sus propuestas y, a la vez una banda de sonido independiente, obsesivo que no complementan sino que refuerzan en el imaginario algo más cruel. Las emociones sonoras son parte de la narrativa. En cada video la artista cuenta la violencia que atraviesa el instante de la vida en Colombia. Mientras que, en estos días, un petardo se llevó la vida de Alberiro Garibello un policía que, como dice su familia: “Murió cumpliendo su sueño”. Acá tenemos premio Nobel de Paz sin paz.
Ante su propuesta donde la imagen y el sonido tienen intenciones diferentes, la artista comenta: “En el arte, la palabra guion no coincide con la preparación segura que platea la cinematografía en el desarrollo de una historia. Por el contrario, su orden estriba en su interés por la experimentación y reordenación de las prioridades”.
En el trabajo de Clemencia Echeverri, el sonido no es un complemento de la imagen por eso la violencia sonora es una indiscutible narrativa de la realidad: la comunitaria, los ejércitos armados o la intrafamiliar.
Es la historia de siempre que ella interpreta desde su mundo artístico en videoinstalaciones. Con la imagen cruel y el sonido violento valora las emociones. Toda la producción artística tiene el corto límite entre la vida y la muerte.
El arte contemporáneo hace un recuento de la política. Los muralistas mexicanos quedaron amarrados a un discurso de denuncia o los cubanos al cartel socialista. Clemencia Echeverri busca otras alternativas en los materiales: unos perecederos que los plasma en fibra natural para que se ahogaran con el tiempo hasta libros de piedra.
Sobre el trabajo de la obra de prisioneros en cárceles colombianas e inglesas que instaló en las celdas el Panóptico -hoy Museo Nacional- anota “ por una lado , en la obra se sintetizan los sentimientos de los prisioneros mediante la fragmentación de sus historias, lo que permite que las fijemos en nuestras memorias personales y estados de ánimo a los que parecen hacer eco. De esta manera, la obra nos enfrenta con el hecho de que todos somos prisioneros, de que sufrimos pérdida y confinamiento”. O, como escribió Samuel Beckett: “Ruinas refugio cierto por fin en el cual de tan lejos tras tanta falsedad. Lejanos sin fin tierra y cielo confundidos sin un ruido nada móvil. Rostro gris azul claro cuerpo pequeño corazón latiendo solo en pie. Apagado abierto cuatro lados a contracorriente refugio cierto sin salida”.