Es posible que al ego del candidato Fajardo no le guste lo que voy a escribir. Resulta difícil aceptar que se está perdiendo terreno en las encuestas, pero es la realidad. Como la ola verde en la campaña de Mockus cuando generó esperanzas de victoria para luego derrumbarse, así mismo parecería que puede suceder con Fajardo, si no se espabila. Y la escogencia de Claudia López como su fórmula vicepresidencial podría ser el salvavidas que evite el hundimiento antes de la primera vuelta.
Claro que las elecciones todavía están lejos, pero Gustavo Petro, con la mayoría de los medios en contra está ocupando el espacio del descontento y del antisistema. La estatregia fajardista del Ni-Ni, por el contrario, resulta difícil de digerir en un país acostumbrado a la confrontación. La respuesta de Sergio es que busca la reconciliación, aunque no se sabe ni con quién, ni sobre qué. Tal vez eso sea precisamente lo que significa el ni-ni.
Si los que están enfrentados son la derecha y la izquierda, el centro no significa reconciliación sino más bien conciliación. Si a los que quiere reconciliar es a Santos y a Uribe, Fajardo no es el puente que los acerque. Recordemos que esos dos no se amigaron ni frente al papa Francisco. Si hay una pugnacidad entre fanáticos religiosos y anticlericales, la Alianza Verde parece estar más del lado de las libertades individuales que de posiciones como las del monseñor Ordóñez o Viviane Morales.
En fin, la posición tibia y escurridiza de Sergio Fajardo no ha logrado trasmitir esa imagen de buen componedor, sino de impávido lívido, como diría la canción popular, alguien que no se mosquea, ni se despeina por arreglar problemas. Por el contrario, los evita, les saca el cuerpo y eso no le está dando resultado.
Cuando la cuesta de la opinión se pone en descenso es difícil revertirla y en especial porque dentro de ocho días las elecciones parlamentarias tendrán como protagonistas esos dos extremos de los que huye Fajardo. Gustavo Petro y los que diga Uribe se tomarán los medios para comentar resultados de las respectivas campañas lo que les dará un nuevo impulso. Es una coyuntura desfavorable para la Alianza Verde y para candidatos como De La Calle.
La cuesta de la opinión en descenso es difícil de revertir
y en especial porque dentro de ocho días las elecciones parlamentarias
tendrán como protagonistas esos dos extremos de los que huye Fajardo
Confieso que me gusta Fajardo a pesar de su tibieza, pero me da rabia su falta de reacción ante las coyunturas y que siga como si no estuviera pasando nada con su campaña. ¿Por qué me molesta? Después de analizarlo me doy una explicación; su impavidez trasmite la sensación de que sería un gobernante lento, sin opiniones, sin acciones, sin soluciones. Gobernar, y más un país como el nuestro, es enfrentar dilemas y tomar posiciones. No basta su propuesta de combatir la corrupción para convencer a los colombianos. No tolerar el bandidaje es una obligación que debería darse por sentada. Recordemos que ese fue precisamente el caballito de batalla de Ingrid Betancourt y no la llevó precisamente al poder.
Nos queda la esperanza de que la llegada de Claudia López, una guerrera que toma posiciones y enfrenta los temas con temperamento, le dé un remezón a la campaña. Que se mosqueen porque como diría Andrés Caicedo, “aguzate, que te estás velando”.
Senadora, llegó a tiempo. No todo está perdido, pero hay que trabajar duro por recuperar el espacio cedido a los extremos y, sobre todo, por convencer a Fajardo de revisar la estrategia de campaña. Para mí no hay duda sobre la capacidad de ustedes dos. Serían excelentes al frente del país, pero eso no es lo que están comunicando y qué lástima que una vez más la ola verde se disuelva en una olita insignificante que desaparece en la playa de la opinión pública.
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