Con lluvia o con sol, Bogotá es un infierno. Los únicos días en los que uno puede disfrutar la hermosa sabana en donde pasta la mierda de los bogotanos es en la primera semana de enero. El resto es trancón, atracos, suciedad, cables enredados entre las calles, fealdad, contaminación, lluvia ácida. Es tan pobre este país que nos tenemos que venir a la capital a buscar trabajo porque el interior se está incendiando. Bogotá no es una ciudad, es la última rama de la que nos agarramos para que no nos arrastre el rio del olvido. Una de las pocas razones por las que vale la pena vivir acá es Rock al parque.
Tengo entendido que la alcaldía tiene pensado relanzarlo este año, después de que la pandemia nos mandara para la casa. No hay fechas, ni grupos confirmardos, pero desde Idartes hay gente como Michael Navarro moviéndose. La fe la mantenemos intacta. La Bogotá de Claudia es mucho más fea que otras bogotás. Es una Bogotá de la desesperanza. En las noches los zombis se toman las calles. Llevan navajas o piedras. Atacan en gavilla. Tienen hambre e irán por tus cerebros. Los trancones son eternos, hasta el punto que la gente debe adecuar sus autos para vivir en ellos. No hay blindaje lo suficientemente ancho como para que estés a salvo del loco que quiere romper la ventana para saquearte todo lo que esté adentro. Cuando hace frío se entumecen los huesos, cuando hace sol te sumerges en una sopa de sudor. Sí, es una ciudad posapocalíptica. La única alegría que teníamos eran los conciertos. No todos podían pagar por ver a los Rolling Stones, pero han sido cientos de miles los que han podido ver gratis a Café Tacuba, Robi Draco Rosa, Manu Chao, El Tri, Caifanes, Gustavo Santaolalla, Fito Paez y toda la santa lista gracias a Rock al parque.
El primero que tiró la idea del Festival fue Mario Duarte, santo patrono del rock nacional, quien convenció en 1994 a Berta Quintero para que habilitaran la Media Torta y convocar allí a bandas nacionales. En ese momento el rock en Colombia había explotado. En 1988, con Bogotá en Armonía, y el famoso Concierto de conciertos, un acierto de la alcaldía de Andrés Pastrana, se demostró que todo estaba listo para que, entre la guerra desatada por los carteles de la droga contra el gobierno de Virgilio Barco, había un espacio para la música. El cartel, si lo miras ahora, era raro, combinar Compañía Ilimitada, Pasaporte, Miguel Mateos con Franco de Vita puede sonar extraño y empalidecía si se comparaba con las visitas que hacían por esos años super bandas como Metallica, Queen y The Policie a países vecinos tipo Brasil, Argentina y hasta Venezuela. Pero había que empezar. Seis años después el grunge explotaba así como emisoras tipo Radioactiva o la Radio Nacional de Colombia en donde la juventud se aferraba para escuchar lo último de Nirvana, Alice in chains o Blind Melon.
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Mire que no todo es cemento, que en el primer mundo, los dirigentes no solo se interesan por los contratos de construcción, a veces deciden hacer ciudadanía usando un arma tan poderosa como la música
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La apuesta se convirtió en el Festival gratuito más importante de rock de Sudamérica, hasta el punto que ya las grandes bandas consideraban todo un honor venir a tocar al Simón Bolívar. Bogotá es una fiesta en esos tres días y por eso no queremos, Claudia López, perturbar el paraíso en el que vives con Angélica y que no tienes reparos en hacerlo público a través de tu Instagram, sin importar que afuera de tu torre de marfil los atracos, los trancones, el frío, el desempleo, la ausencia de eventos culturales gratuitos nos quiten las ganas de vivir, pero necesitamos Rock al Parque y queremos que no se use a la pandemia como excusa. Mire que no todo es cemento señora, que, en el primer mundo, los dirigentes no solo se interesan por los contratos de construcción, a veces deciden hacer ciudadanía usando un arma tan poderosa como la música.
Tiene la oportunidad, señora, de hacer por fin algo bueno, devolvernos y a lo grande, el Festival que ha marcado ya a tantas generaciones. Es un compromiso no solo con la ciudad sino con el Continente. Llegó la hora, Claudia López, de mostrar grandeza. ¿Será que la tiene?