Claudia Loquis ¡¡broma de mal gusto!!
Opinión

Claudia Loquis ¡¡broma de mal gusto!!

En serio, es un chiste, dizque Bogotá está en alerta por la calidad del ambiente y sus funcionarios, como enajenados, deciden que hay que volver a usar tapabocas

Por:
marzo 02, 2023
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En serio, muy en serio; esto es un chiste que rebasaría la risa en sábados felices. Dizque Bogotá está en alerta por la calidad del ambiente, mejor dicho, por la cochinada del aire respirable, y por un par de días sus funcionarios distritales, como enajenados, deciden que hay que volver a usar tapabocas en ciertos lugares y restringir actividades, incluso algunas al aire libre, esto bajo amenaza de nuevas multas, lo que traduce autoridad y más bolillos para quebrar cabezas.

Es evidente que les quedó gustando: les encantó la fórmula del tiempo aquel de las restricciones, las salidas de a uno, las horas sin vida, el encierro, nadie y nada en la vía. Una ciudad sin gente, sin carros, una ciudad sin obras, una ciudad muerta, aquellas jornadas de encierro, aquellos días del modelo controlador, esos inolvidables e impunes del miedo y el silencio.

El tapabocas como símbolo, el tapabocas como censura de existencia, la medida para jornadas de crisis que, en manos de burócratas sin sentido, se vuelve crisis utilitaria, crisis por decreto para matar el tiempo y presumir autoridad.

¿Qué Bogotá está en alerta por la calidad del aire y la gente tiene ojos rojos y tose y escupe?

Seguro que sí, pero será apenas una “alertica” ante tantas otras. Porque Bogotá está en máxima alerta por la locura, por la inmovilidad, por el caos, por las basuras, por la toma del espacio público, por las obras para destruir, por las obras inútiles, porque va a estallar un día de tanto tanque de gas en las aceras; porque pululan ratas, porque es miserablemente insegura, porque es trancada, por imposible, porque en una especie de expropiación del propio suelo público a alguien muy loco se le ocurrió cerrar los carriles de las vías e instalar allí parqueaderos.

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Bogotá está en máxima alerta por la locura, por la inmovilidad, por el caos, por las basuras, por la toma del espacio público, por las obras para destruir…

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Bogotá está en alerta por los huecos que se la tragan, porque no tiene ni tendrá un metro, porque sus obras grandes se hacen con destornillador y demandas de devastación; porque su trasporte público transita escombros, porque a nadie le importa, porque todos chocan como locos y se rompen las cabezas en  calles histéricas, porque abundan guardaespaldas repartiéndose el espacio con bandas criminales, porque se escupen a las calles mil perros por segundo, porque ir al colegio o al trabajo toma tres horas diarias embutidos en transportes infames; está en alerta por la ineficiente administración, porque su alcaldesa de turno habla y llora y da vueltas y se muerde la cola y le muerde la cola a todo cuanto haya para figurar, para escalar. Peor que eso, Bogotá está en alerta porque por lo que pintan los carteles de toda esa gama de miserables en busca de puesto, las expectativas de alcalde para 2024 son mucho peores, casi para usar tapabocas perpetuo.

Dicho sea de paso y para no dejar en punta que habla un amargado, ingrato y quejumbroso, a mí me fascinan cosas de esta ciudad: andarla, vivirla en la noche, ir a museos y teatros, beber montones de copas en bares de todos sus lugares, desafiar sus riesgos y sus danzas, me gustan las nieblas y algunos soles, y por ahora no está en mis planes irme, dejar de vivir, trabajar, caminar el universo de su arte y seguir amando la existencia y el amor acá.

Pero como ciudad, como ciudad en el sentido integral que es a lo que se refiere esta opinión; como ciudad grande cercana a 10 millones de habitantes, como capital de un país, salvo en lo que se refiere a su maravillosa movida cultural Bogotá es por decir lo menos abismal, un gran chorizo caótico que traduce improvisación y desgobierno a la mirada de un ciudadano, eso que los funcionarios suelen llamar percepción y rebaten con la magia oscura de sus estadísticas en Excel y sus renders de proyectos.

Así es que, por favor, ya saben qué hacer con su declaratoria de emergencia, con su megáfono y su tapabocas por la calidad del aire.

 

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