Dado este curioso título, me gustaría explicar la analogía que encontré para explicar de una manera irónica y cotidiana la realidad nacional. Además, lo que a simple vista podría ser una crítica a la actual alcaldesa de Bogotá, Claudia López, terminará siendo un elogio si se tiene en cuenta el desarrollo del texto y la calidad de gobernantes que ha tenido nuestro país, desde el ámbito local hasta el ámbito nacional.
Una de las técnicas más utilizadas a lo largo de los años para reducir la alta temperatura corporal (fiebre) han sido los paños de agua tibia. Esto consiste básicamente en mojar con agua tibia un paño o trapo y ponerlo en la cabeza de la persona, pero no quiero ahondar en esto porque no es lo que importa, solo quedémonos con la afirmación de que el pañito ungido en agua tibia reducirá la temperatura de la persona y aliviará su malestar.
Es innegable que el país, en toda su historia, ha sufrido el malestar de no saber elegir a sus gobernantes. Al momento de ser elegidos por votación popular, terminan siendo un fracaso en la mayoría de ámbitos de su competencia que les sean evaluados al finalizar sus periodos.
Lo anterior es solo una de las múltiples razones, pero quizá una de las más importantes para entender el porqué de la inestabilidad política, económica, social y cultural que constantemente abruma a la nación colombiana desde tiempos inmemorables. Lo que lleva el siglo XXI es quizá el periodo que más ha expuesto las condiciones más críticas, pues la seguridad está en alerta roja, la corrupción ha dejado hechos de los más repugnantes frente al escarnio público y esto sin duda se ha dado en gran medida porque todavía no sabemos cómo ejercer nuestra vida política de una manera sana, sin sobornos sin compra de votos y sobre todo con la racionalidad para elegir el mejor candidato, lo cual no significa, lamentablemente, que vaya a ser buena gestión ni mucho menos, solo nos conformamos con que haya sido “el menos peor”.
Es precisamente dicho conformismo el que también nos ha dominado, que nos lleva a la sumisión, a no exigir una mejor gestión y, sobre todo, que ha impedido que tengamos el progreso esperado por numerosas expectativas estadísticas y pronósticos.
En la actualidad, casi que se puede decir que el colombiano ya se acostumbró a los malos gobernantes, a su ineptitud y obviamente a su mala gestión. Esto en parte se da porque lastimosamente todavía hay masas sesgadas por las elites políticas y corruptas, que no hacen más que difundir mentiras para hacernos creer que realmente están haciendo las cosas bien, lo que lleva consigo esta aceptación, esta sumisión y este conformismo.
Ahora bien, es acá donde entra la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. Si bien es cierto que no es santa mi devoción por el hecho de pertenecer a un bando político —si es que se le puede decir bando— que no es de mi aprecio, ha tenido buenas acciones que han aliviado los problemas en algunos ámbitos y sectores de Bogotá. Ahora bien, con la administración de Claudia López es donde se puede evidenciar con mayor claridad el conformismo ciudadano frente a los gobernantes. Una que otra acción buena no es suficiente para ser un gobernante eficaz —entendiendo la palabra desde una perspectiva asertiva en la cual se detecta que es lo correcto y se ejecuta—. Para concluir la analogía, hay que decir que la alcaldesa propuso muchas cosas para luego en su mandato justificar la no ejecución de las mismas. Algunos ejemplos podrían ser: troncal de TransMilenio carrera 68, troncal de TransMilenio calle 13, justificando que no tomaría riesgos jurídicos al igual que con el metro elevado. A esto se le puede sumar el abismal aumento en la inseguridad en tiempos de pandemia.
En el espectro local, hay gente demasiado conforme con la alcaldesa y si bien su gestión no ha sido del todo mala –como para revocar su mandato, sí es necesario exigirle una optimización en la gestión tanto de la pandemia como de los asuntos que le competen directamente a los bogotanos, hacer un control ciudadano riguroso y exponer nuestros puntos de acuerdo y de inconformidad desde el respeto y la tolerancia.
El pañito cubierto de agua tibia, que después se coloca en la cabeza para aliviar el malestar, no es del todo efectivo, pues hay externalidades que se pudieron haber cometido y que harán que esta técnica sea insignificante para reducir la fiebre tan alta que tiene la persona.
Claudia López es como ese trapito que se unge en agua tibia para aliviar el malestar y reducir la crisis social, política y económica de los bogotanos, sin embargo, no llega a ser del todo efectivo para erradicar la problemática, pues ha cometido desaciertos considerablemente graves y que, dado el conformismo del ciudadano, no se acuden a otras técnicas que erradiquen la fiebre y las problemáticas de raíz, como el control riguroso de las decisiones de la alcaldesa y las críticas constructivas que se puedan hacer, buscando como siempre el bienestar general de la ciudad y del país.