Las relaciones laborales de la alcaldesa y los sindicatos de Bogotá no podían ser más tensas que las vividas en los últimos meses. En el marco de la negociación colectiva, los sindicatos tradicionales, representados en las deslegitimadas centrales obreras y sindicatos independientes, presentaron diversos pliegos de peticiones con solicitudes de reivindicaciones de todo orden sin la aprobación de un solo punto en meses de discusión.
El primer y quizás más importante punto es el incremento salarial. Las propuestas están distantes y polarizadas, aun a pesar de los acuerdos políticos previos a las elecciones de los sindicatos politizados y clientelistas de apoyo a la alcaldesa.
De otra parte, la petición de la mayoría de sindicatos independientes (Udemeritos) de la eliminación del clientelismo de la paralaboralidad de los contratos de prestación de servicios, teniendo en cuenta su aumento aun en pandemia, y su continuidad el próximo año, fue hábilmente eludido por los delegados de la administración.
Esto permite concluir que este vicio y pecado de la democracia que viola el trabajo decente y el mérito constitucional, y hace ineficiente la administración pública, continuará en la administración de la otrora líder de la lucha contra la corrupción.
En suma, tras miles de horas de negociación y llegada la navidad, de aproximadamente quinientos puntos presentados por los sindicatos no se ha aprobado uno solo.
La falta de liderazgo de la administración de la alcaldía y un mayor compromiso con las reivindicaciones de los sindicatos, sumados a la crisis y la atomización del movimiento sindical, han hecho de este escenario una torre de babel y un sainete totalmente desgastante para las partes, con la incertidumbre de qué acuerdos se obtendrán y cuándo.