Todos sabemos que Claudia López reacciona mal al control político del Concejo de Bogotá. Pero sus descalificaciones vulgares a los ciudadanos que nos representan a todos en esa corporación ya pasan de ser una de sus habituales rabietas a una amenaza misma a la democracia del país.
Una propuesta de moción de observación al secretario de Salud de Bogotá, Alejandro Gómez López, por parte de un grupo de Concejales, en la que se buscaba que asumiera su responsabilidad política por la desastrosa gestión durante el segundo pico de la pandemia, entre el 29 de diciembre y el 27 de enero, que cobró la vida de 2.703 Bogotanos, el 26,7% de los fallecidos por COVID-19 en esa misma fecha en todo el país (Bogotá solo tiene el 15,5% de la población nacional) y la denuncia que la menos 250 personas fallecieron a la espera de una Unidad de cuidados intensivos, mientras el Secretario negaba que la capacidad de atención de Bogotá hubiera colapsado.
La moción de observación contra el secretario Gómez fracasó en una votación de 27 votos en contra 15 votos a favor. Aun qué era poco probable que triunfara, más aún cuando la administración López ha hecho un efectivo uso de cuotas burocráticas y otros arreglos para asegurarle mayorías en el Concejo de la ciudad. El trámite de esa figura de control político incluso desnudo la infinita ignorancia de Claudia López, que relacionó ese hecho con una forma de presionar el despido del secretario Gómez, cuando en realidad esa figura se usa para expresar reproche político a determinados funcionarios, como definió la Corte Constitucional en la sentencia C-405 de 1998.
En los viejos tiempos en esta república, los ejecutivos que gobernaban eran respetuosos de los otros poderes constitucionales, creados para hacerles contrapeso, eso incómoda profundamente a Claudia López, una persona que no tolera la oposición, ni el control político, ni la crítica mediática, ni las mostraciones de inconformidad ciudadana.
La alcaldesa se comporta exactamente como Donald Trump con sus ataques a la oposición en el Congreso estadounidense a lo largo de su gobierno, Claudia López es de facto la síntesis de lo peor de los extremismos políticos del país, además de carecer de modales.
Los ataques de la alcaldesa López al Concejo de Bogotá deben servirnos a todos para reconocer en ella la mayor amenaza para la democracia que tiene Colombia. Pretende venderse a ella misma como una alternativa al uribismo y al petrismo, pero en realidad, ella representa la síntesis perfecta de los mayores defectos de ambos grupos políticos. Claudia López es autoritaria y populista, desprecia las instituciones, y cuando no puede cooptarlas las denigra, las censura y las persigue. Su estilo de gobierno busca el colapso institucional para afirmar un control absoluto sobre la sociedad, mientras que su misma gestión persigue la destrucción sistemática de los medios producción y supervivencia de los ciudadanos para causarles sufrimiento y que así entreguen libremente su libertad a cambio de afiliarse a sus cuadros políticos y recibir alguna dádiva estatal.
