Con un publirreportaje emitido en su espacio del noticiero CMI el intrépido Yamid Amat lanzó el 7 de mayo pasado la candidatura presidencial de la exalcaldesa Claudia Nayibe López Hernández.
Como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, el 8 de mayo consumó la segunda tanda.
El informercial fue con la candidata perorando desde el exterior, claro está, porque la distinguida dirigente no puede vivir en esta cochina ciudad en donde el tráfico es el caos absoluto gracias a ella y al inefable Peñalosa; en donde no hay esperanzas de tener un transporte público masivo gracias a ella y al soberbio Peñalosa y en donde todo lo demás anda al garete, gracias a tan obtusos burgomaestres y tan indolente ciudadanía, a la no le han sabido inculcar sentido de solidaridad y que no quiere exigirle a sus mandatarios.
En el mundo entero el orden de las cosas es nacer, criarse, estudiar y luego servir. En nuestro patio primero sirven, luego se sirven y cuando terminan su etapa pública de ser inservibles se marchan al exterior para estudiar cómo servir mejor. Siempre con becas que no se asignan por mérito sino por privilegio de nobleza.
El programa presidencial de la candidata de Yamid Amat no se conoce. Dice que está en Harward estudiando las soluciones. ¡A los problemas que ella creó o dejó crear, valga la pena aclarar! Serán al gusto de la creadora, chinas, como el adefesio que contra viento y marea nos imponen y que como todo artefacto made in China nunca servirá para lo que se supone que debería servir, y viene con inexorable fecha de vencimiento. Tal cual.
Y renunció al Partido Verde por cuestiones de ética y porque considera que se volvió petrista corrupto, según repitió dos o tres veces.
La corrupción no es de esa colectividad, sino generalizada; y no pertenece a ningún líder o manada. Es un virus que hace décadas se enquistó en el notablato del país con la complicidad de la misma sociedad.
Los corruptos no son parias: son un estamento destacado del entramado social, hasta que caen en desgracia; mejor dicho, hasta que los descubren y se generan tensiones que los fuerzan a hacer mutis por el foro por una temporadita. Por lo general, dejan un heredero de sus hazañas, se declaran víctimas y contratan rábulas para que los defiendan acusando.
No lo habrá dicho ningún griego clásico, pero la política es el arte de ser payaso sin hacer reír.