Era un ferviente seguidor de Claudia, incluso la proyecté alguna vez como presidenta, pero a medida que se acerca al poder ha develado facetas que resultan pobremente seductoras, al tiempo que rayan en la concepción de sociedad que se espera de una mujer con semejante trayectoria.
Claudia siempre ha hablado fuerte, ha sido una voz quejumbrosa que pone el dedo en la llaga y por la que hemos logrado importantes cambios en amplios espectros sociales. Claudia participó del comité promotor de la Séptima Papeleta para convocar la Asamblea Nacional Constituyente de 1990. Claudia también fue secretaria de Acción Social en la primera alcaldía de Peñalosa. Sí, esa misma mujer que hoy escuchamos vociferar contra los errores del actual alcalde, trabajó con él, e incluso lo apoyó en la anterior campaña de la que resultó vencedor.
¿Serán estos los visos de la política expresándose en plena libertad democrática? Claudia, que lucha activamente contra el clientelismo, parece contradecirse ahora mismo que está en plena campaña. He comenzado a observarla con la misma tibieza que le critico a Sergio Fajardo... y es que a decir verdad, aquella jugada del año pasado en la que parte de la Alianza Verde prefirió favorecer al uribismo en frente de todos nos tiene hoy en una inestabilidad solamente comparable a aquella previa a la implantación del Frente Nacional.
Cuando López declara a Fajardo como futuro presidente en su propio lanzamiento de campaña presume que ella favorece, o al menos no condena, la actitud fajardista de esconderse tras el velo de la imparcialidad, lo que podría fácilmente desencadenar un gobierno pseudoclientelista que no otorga contratos a dedo, pero que de alguna forma da vía de escape a la corrupción porque “hay ocasiones donde es mejor no tomar partido”.
Si bien es cierto que Claudia es verde de corazón, también es cierto que los verdes ya no están tan posicionados como antes. Es que las decisiones políticas unipersonales siempre conllevan a polémicas difíciles de concordar. Por ejemplo, aún no entendiendo la razón por la cual se entregó al gobierno la tarea de hacer aprobar vía legislativa lo que por legitimidad popular se había demostrado con los resultados de la consulta anticorrupción. Claudia fue, sin duda alguna, la cabeza visible de esta movilización, que por apenas 300 mil votos no se hizo realidad; y es que teniendo variedad de caminos por las cuales cumplir con la voluntad de 11 millones y medio de colombianos, ella y el equipo promotor de la Consulta deciden alimentar con las ovejas al lobo. Otra contradicción apenas evidente.
He escuchado a muchas personas decir que Claudia ya no les transmite confianza. Algunos dicen que está montando el caballo sin apenas haberlo ensillado, también dicen que su cualidad de recién graduada de Northwestern está pasando de beneficiarla a encasillarla. Su afán de responder a los fajardistas solo le servirá para conquistarlos a ellos, perdiendo todo el caudal político que no cree en Fajardo; así es imposible no ver similitudes a la inversa, por ejemplo, con Miguel Uribe.
Morris y Galán seguro que tienen argumentos infranqueables, aunque es increíble que los 4 candidatos reflejen algo de desconfianza en al menos un sector de la población: López a la izquierda, Galán a la derecha, Morris a las mujeres y Uribe a todos.
¿Nos querrán segmentar? Bogotá ha vivido así desde tiempos de Samuel Moreno, ya sabemos, gracias a muy malas experiencias, que ese modelo nos tiene atrasados; hoy somos una ciudad con pobre calidad de vida para la gran mayoría, tenemos problemas en casi cualquier aspecto posible y no vislumbramos una unificación en torno a un plan común de ciudad.
Quisiera que no estuviéramos tan polarizados, pero eso no es un mal bogotano, es colombiano. Lamentablemente vivimos en un país al que le cuesta mucho respetar las diferencias; así que Claudia, usted que de fondo parece diferente, es hora de que nos lo demuestre.
