Bogotá se caracteriza por ser una ciudad con servicios de movilidad que están por debajo de las necesidades de sus habitantes. Ante ese escenario, el bicicarril apareció hace varios años como una opción con un buen costo-beneficio para mejorar la movilidad en algunos sectores particulares de Bogotá.
Los bicicarriles sirven para repartir más equitativamente el espacio vial que está subutilizado: se adecuan porciones de carriles para el disfrute de los biciusuarios en vías secundarias o terciarias que no tienen demasiado tráfico. Un bicicarril en la Séptima no responde a esas características, por ello nunca se vio como una alternativa viable en ese sector de la ciudad.
El bicicarril en la Séptima de Claudia López está diseñado únicamente para satisfacer a los colectivos de ciclistas de Chapinero y Usaquén que pesan demasiado en la opinión pública. Algunos de esos activistas defienden su medio de transporte de manera fanática y no es raro que argumenten que todo el mundo tiene que viajar en bicicleta sin importar su condición física, edad o sus necesidades particulares: solo de esa actitud obtusa y fanática pudo surgir la idea de quitarle un carril a una vía arteria que está a plena capacidad.
Por parte de la alcaldesa, el bicicarril de la Séptima es la implementación precisa de la estrategia del divide y vencerás: los afectados por la obra aun siendo la mayoría numérica no tienen quien los defienda y por el otro lado los potenciales beneficiarios están sobrerrepresentados. Claudia López tiene todas las de ganar: por ejemplo, los usuarios de buses (a pesar de ser una mayoría poblacional) aguantarán en silencio los largos trancones a los que se verán sometidos con esa obra, en el peor de los casos descargarán su ira y frustración con el respectivo conductor del SITP. No existen colectivos de activistas tratando de defender a los pasajeros de TransMilenio o del SITP mientras los defensores de la bicicleta suelen demasiados y son los que hacen más ruido en las redes sociales.
Claudia López dio a entender que los ciudadanos que viajan por la Séptima deben montar en bicicleta sí o sí. Una imposición que en el discurso estuvo condimentada con frases bonitas como “¡queremos cambiar humo por vida!” o “¡la calidad de viajes mejorará para todos!” que no resisten el más mínimo análisis.
Los bogotanos no tardaron en caer en la trampa de la división y se enfrascaron de lleno en la discusión sobre cómo repartir mejor las migajas de la decrépita Séptima en lugar de exigir ampliación y obras serias en esa vía como debería ser. Claudia López triunfalmente declaró que el bicicarril se mantiene evidenciando que su estrategia política ya triunfó.
¿Entonces qué va a pasar con las demás propuestas de campaña? Pues muy probablemente nada se cumplirá. A la luz de lo que pasó con la Séptima, Claudia López tendrá menos afán de gestionar las propuestas más fantasiosas de su campaña: al parecer encontró la fórmula mágica que le permitirá incumplir muchas de sus promesas sin sacrificar el nivel de aprobación del que disfrutó desde el primer día sin haber hecho nada.