Claudia López al ataque

Claudia López al ataque

"La senadora Claudia López es un ejemplo de cómo las sociedades construyen personalidades para responder a necesidades vitales en un momento específico"

Por: Fernando Dorado
marzo 07, 2017
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Claudia López al ataque

 

Una menuda, valiente y temperamental mujer se destaca por estos días en la política colombiana. Poco a poco se constituye en un fenómeno político. Es pre-candidata presidencial hacia 2018. Fue una de las personas más votadas en las pasadas elecciones de 2014. Ha mostrado que no tiene miedo ni pelos en la lengua. Dice las cosas con crudeza y afronta los debates en forma directa. Es senadora del partido Alianza Verde pero actúa como un “outsider” o un anti-político. En la actualidad encabeza una campaña de recolección de firmas para realizar una consulta popular con el lema de “vence al corrupto”. Va muy bien y muestra voluntad y persistencia únicas.

Ella se sale de todos los parámetros del ambiente cortesano de la política colombiana. Es anti-uribista a morir, se ha enfrentado al gobierno de Santos por múltiples motivos, no se deja encasillar entre izquierda y derecha, es declaradamente homosexual y ha liderado luchas en favor de la comunidad LGTBI, y apoya causas ambientales pero sin caer en fundamentalismos anti-extractivistas. En lo económico no se declara enemiga del mercado pero propone una intervención moderada del Estado en contra de abusos monopolistas. A veces cae en polémicas personales en defensa de sus ideas pero es un aspecto que debe superar para mostrarse como una verdadera estadista capaz de asimilar toda clase de críticas.

Como era de esperarse ya se iniciaron los ataques en su contra (Ver: http://bit.ly/2mndj0r). Tratan de explotar que al interior de los “verdes” –sobre todo en las regiones–, se infiltraron desde 2010 una serie de personajes con pasados oscuros o no muy claros. Esa situación es muy positiva para ese movimiento por cuanto obligará a las bases partidarias a ser vigilantes con sus miembros y a los directivos a depurar sus filas. Y ese ejemplo debe cundir en otros partidos que han definido la lucha contra la corrupción político-administrativa como una de sus prioridades de cara a las elecciones del próximo año. No hay mal que por bien no venga.

La senadora Claudia López es un ejemplo de cómo las sociedades construyen personalidades para responder a necesidades vitales en un momento específico. La tarea que se les encarga a esas figuras individuales es ayudar a destrabar conflictos represados y avanzar por nuevas sendas. Y por ello, esos individuos deben aprender y evolucionar en medio de su trasegar político. Para hacerlo tienen que estar atentos a lo que la sociedad quiere y sugiere, y, a la vez, ser capaz de sintonizarse con nuevos vientos para incentivar entre las gentes las mejores cualidades y actitudes. Enseñar aprendiendo y aprender para poder enseñar.

En ese sentido, la gente quiere superar a Uribe y a Santos, y gran parte de lo que ellos representan. Al primero le reconocen su sentido de autoridad pero no aceptan su desviación despótica que se convirtió en acción criminal dentro del Estado. Al segundo se le abona que se jugó por el fin negociado del conflicto armado pero se le cuestiona la vacilación y debilidad que siempre demostró al no ser capaz de romper totalmente con Uribe. Unas de cal y otras de arena, como en todo.

Es por ello que la sociedad colombiana aspira a elegir un gobierno que muestre mucha firmeza frente todo tipo de corrupción y criminalidad, que consolide el proceso de paz con profesionalismo, sin demagogias pacifistas y con responsabilidad social con las víctimas directas de la guerra, y que nos ayude a todos, a superar la polarización entre la guerra y la paz, entre Uribe y Santos. Y en ese sentido, Claudia López –a pesar de todas las fallas y cuestionamientos que se le puedan hacer desde las izquierdas y derechas– ha empezado a construir una imagen que corresponde a esos anhelos societales de una nueva esperanza.

Desde un enfoque lineal y mecanicista, lo lógico era que surgiera en Colombia un “populismo de izquierda” para enfrentar al “populismo de derecha” de Uribe. Pero la realidad es más compleja y dispar. Otros factores trastocaron las cosas. La guerra se degradó a unos niveles inconcebibles que obligan a los actores armados a tomarse su tiempo para sanar heridas y demostrar su compromiso con la paz y la democracia. Por eso, la mayoría de los colombianos no van a escoger a un representante de la izquierda para gestionar el gobierno del postconflicto, así muchos de ellos no tengan nada que ver con las situaciones degradantes.

Tampoco van a apoyar a quienes negociaron con la guerrilla. Ellos ya cumplieron su papel y deben hacerse a un lado. Mucho más cuando, aunque no hayan cedido en aspectos fundamentales de la negociación (modelo económico y estructura del Estado), mostraron en aspectos de forma varias señales de debilidad que fueron explotados por los enemigos de la paz para que fueran malinterpretados por amplios sectores de la ciudadanía que se manifestaron el pasado 2 de octubre. Fue lo que obligó al gobierno a modificar los acuerdos. Son imágenes que quedan en la retina de la gente y determinan su comportamiento inmediato.

Por ello, que se vayan perfilando personas como Claudia López es algo muy positivo para la Nación colombiana. Y que ella, con otras personalidades, candidatos, movimientos políticos, organizaciones sociales y colectivos de jóvenes puedan construir las bases de un Nuevo Proyecto Político que gobierne durante varios períodos presidenciales con decencia, firmeza, eficiencia y sentido social, es la posibilidad que la compleja realidad colombiana empieza a mostrar. Son las señales que hay que saber leer para sintonizarse con las mayorías.

Ese será el verdadero “gobierno de transición” y detrás de él (o a su lado pero sin dejarse cooptar), deberán aparecer nuevos procesos y movimientos sociales y políticos que avizoren nuevos caminos post-capitalistas, frente a una situación global que deja ver que el mundo requiere de grandes cambios para poder sobrevivir a las múltiples y complejas crisis que lo agobian. Otros países y pueblos van a ir evolucionando hacia esos escenarios después de sufrir temporales retrocesos como los que viven Argentina, Brasil, Venezuela y Ecuador. La vida obliga y hay que hacerle caso.

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