Tiene 70 años y aunque muchos la creyeron retirada, un recuerdo perdido de la década de los 80, Blanca Gladys Caldas Mendez, mejor conocida como Claudia de Colombia, sigue llenando la plaza de toros de Cañaveralejo en Cali, la Macarena de Medellín o el Astor Plaza de Bogotá. A donde quiere que pasa las boletas se agotan en minutos. Su público es fiel, le perdona todo, incluso que en su último disco se haya atrevido a sacar un reggetón con aires de cumbia llamado Pastilla de Alegría. Ellos saben que Claudia de Colombia, muchos años antes de que Shakira, Juanes, Carlos Vives o Maluma se convirtieran en fenómenos mundiales, fue la primera artista en presentarse en escenarios indiscutibles como el Madison Square Garden de Nueva York o el Tereza Carreño de Caracas.
La primera persona que creyó en ella fue su mamá. La llevaba a Inravisión cuando tenia apenas 5 años y desde esa edad empezó a codearse con monstruos como Leo Dan, Celia Cruz o Angélica María. Desde esa época viene la confusión ampliamente repetida de que ella nació en Manizales sólo porque su apellido era Caldas. Se graduó de bachiller a los 21 años y la gloria en los escenarios aún era esquiva. Tenía que trabajar. Claudia, después de ver a una muchacha muy elegante bajarse de un Mercedes Benz, soñaba con ser gerente de banco. Su mamá no estaba de acuerdo, ella la veía sobre un escenario. Intentó matricularla en varios conservatorios pero nunca pasó los exámenes, muchos de ellos absurdos como escuchar una nota musical y después poner sobre una hoja en blanco sobre lo que sentía al escucharla. Blanca Gladys no entendía, ella lo único sabía era cantar. Se presentó en casi 20 concursos pero en ninguno pudo ganar. Nunca dudó de su talento, todo era rosca y ella no estaba adentro. Cuando se le cerraron todas las puertas se tuvo que resignar a buscar un empleo. El primero que tuvo fue el de ser secretaria de El Espectador
Le pagaban 150 pesos y más de la mitad del sueldo se le iba en taxi. Altiva, nunca consideró la posibilidad de subirse en un bus atestado de gente. Aunque siempre llegó tarde al periódico su jefe, Alberto Blanco, nunca le dijo nada. Al contrario, cuando una vez escuchó a su secretaria murmurar canciones de Maria Dolores Pradera, no le quedó de otra que alentarla aseguir su camino. Fue a una audición en televisión, cantó con todas sus agallas. En esa presentación estaba presente un señor llamado Santander Díaz. La volvió a escuchar de nuevo y él le abrió las puertas para grabar su primer disco. Su jefe, Alberto Blanco, no le decía nada por las continuas ausencias. Al contrario, cuando se enteró que su pupila estaba grabando un disco el mismo le aconsejó a Luis Alberto Cano que la entrevistara y el Espectador le dio dos páginas a la joven promesa. A partir de ahí ya nadie la llamó Blanca Gladys, de ahí en adelante todo el mundo la conoció como Claudia de Colombia.
El club del clan, el programa televisivo de finales de los años sesenta dirigido por los hermanos Eduardo y Alvaro Sarmiento Gonzales, la catapultó definitivamente. En plena onda yeyé, Claudia de Colombia compartió escenario con Roberto Carlos, Leonardo Favio, Oscar Golden o Billy Pontoni. Claudia fue la primera artista nacional en llenar el Madison Square Garden a mediados de la década del setenta. Ya en esa época la llamaban para el programa Sabados Sensacional de Venevisión, un escenario en donde se presentaron hasta Michael Jackson y sus hermanos. En 1979, ya siendo una figura de talla internacional, se casó con Dumas Torrijos Pauzner, el hijo del general Omar Torrijos, presidente de Panamá. A Dumas no le interesaba la política, quería hacer música y se hizo famoso en su país por las adaptaciones al español que hacía de las canciones de Janis Joplin. El matrimonio se disolvería en 1981 y dejaría un hijo, Omar Efraín Torrijos Caldas.
En 1985 Claudia de Colombia llegaría a la cumbre de su carrera. En Beverly Hills los artistas hispanos más famosos del mundo, siguiendo a sus homólogos anglos de Live Aid que se reunieron para cantar una canción que tenía como fin acabar con el hambre en África, se dieron cita para grabar Cantaré Cantarás. Ahí con Maria Conchita Alonso, el Menudo de Ricky Martin, Gal Costa, Cantinflas, Vicente Fernandez, Jose José, Pedro Vargas y Plácido Domingo, estaba Claudia, la única representante del país. Los recuerdos no son del todo felices. Mientras las estrellas llegaban con su comitiva Claudia de Colombia llegó sola, sin nadie que la acompañara. En esa reunión conoció a Juan Gabriel quien en algún momento pensó en producirle un disco pero sólo se quedó en una conversación.
A mediados de los ochenta hizo una película con el ídolo mexicano Julio Alemán, intentó hacer de Evita en la ópera de Andrew Lloyd Weber pero tampoco se pudo concretar su sueño. En Venezuela se atrevió a ordenarle al presidente Carlos Andrés Pérez a que liberara a unos manifestantes que habían sido detenido en Los Monjes. Pérez, fan de su música, no tuvo más remedio que hacerle caso a la diva. Lo único incómodo de esa época era el acoso que según ella recibió de Noel Petro, el popular Burro Mocho, quien le compuso canciones y hasta llegó a decir que alguna vez le había llevado el desayuno a la cama, hechos que siempre negó Clauda pero que divirtieron a un país que soñaba con ver juntos a la altiva diva y al desparpajado juglar.
Después de haber protagonizado Un hombre y una mujer con suerte del director Gustavo Nieto Roa al lado del galán mexicano Fernando Allende, Claudia de Colombia desapareció de las luminarias. Siguió cantando solo para su nicho. Aparecieron Shakira, Carlos Vives y Juanes pero nadie se olvidó de ella. Ahora vive entre Bogotá y Miami, llenando conciertos en ambas ciudades y en Medellín, Cali y Pereira donde la quieren como hace 30 años. Claudia juega al tennis, baila y trata de estar al día con todo ese cuento de la música urbana. En su voz intacta se nota la disciplina que siempre ha tenido. Claudia de Colombia es eterna. Ya no hay dudas de eso.