En medio de la emergencia Sanitaria por la cual atraviesa Colombia, el gobierno nacional tomó la determinación de optar que la educación durante este periodo se llevaría a cabo de manera virtual, pero este proceso de virtualidad solo ha servido para desnudar una vez más el subdesarrollo en que vive el país y su desigualdad.
En Colombia menos del 20% de los habitantes tiene acceso a Internet fijo, siendo aún peor esta cifra en el departamento de Bolívar dónde se sitúa por debajo del 10%, de la misma manera encontramos que solo el 61% de los colombianos tiene acceso a internet móvil y de ese porcentaje se desprende que el 60% es mediante plan prepago (dónde su consumo promedio es de 0.7GB mensual) y 40% mediante plan postpago. Asimismo podemos mencionar que el 92% de los estudiantes de las 32 Universidades públicas del país pertenecen al estrato 1, 2 y 3, con lo que se situarían en el rango de difícil acceso a estas herramientas tecnológicas.
Entonces cabría hacernos una pregunta: ¿Será que en estas condiciones esta el país preparado para desarrollar clases virtuales?
El país ya lleva meses desarrollando las clases virtuales y algunos docentes se ufanan de decir que un gran número de estudiantes están accediendo a estas clases, lo que resulta apenas natural, ya que la mayoría de estudiantes contamos con al menos un teléfono celular, pero es ahí donde surge otro cuestionamiento, ¿Puede un estudiante desarrollar las clases y asimismo realizar sus trabajos desde un teléfono celular? ¿Puedo realizar absolutamente todas las actividades que me sean asignadas desde un teléfono celular? ¿Entonces basta con solo poseer un teléfono celular para desarrollarme como un profesional?
Por poner un ejemplo, en el programa de Economía de la Universidad de Cartagena los estudiantes realizaron una encuesta diagnóstico, la cual arrojó (dentro de los que pudieron responder la encuesta) que solo el 54% poseía un computador ¿Entonces de qué manera podrían realizar sus actividades el otro 46%?. Alguno podrá decir y no de manera descabellada que es viciada una encuesta Virtual que pregunta sobre el acceso a computadoras e internet, con lo que el número real de estudiantes sin acceso a internet ni computadoras podría aumentar aún más.
La educación virtual es un hecho y sin duda alguna la academia debe poder adaptarse a este nuevo escenario, que además es coyuntural, pero sería un grave error remedar el modelo presencial en un escenario virtual, no entendiendo que este último tiene su propia metodología y sus propias particularidades. Así como las clases presenciales necesitan unas condiciones físico ambientales mínimas para su desarrollo (cómo lo son: Un aula, sillas, iluminación, decibeles de ruido adecuados, condiciones climáticas, entre otros), las clases virtuales también necesitan unas condiciones mínimas para su desarrollo y entre esas condiciones de encuentran que los estudiantes y docentes puedan acceder a computadoras e Internet (solo por mencionar esos dos requisitos). ¿Cómo se pueden dictar clases virtuales sin cumplir al menos esos dos requisitos?
Sin duda alguna el problema se soluciona con dinero y es menester que las universidades públicas salgan a pedir estos recursos a María Victoria Ángulo e Iván Duque, cómo cabezas del MEN y el gobierno nacional respectivamente, y no como por ejemplo pretende hacer la universidad de Cartagena, quien busca obtener recursos mediante “una vaca”, es decir pidiendo que entre los docentes hagan un aporte de su salario para poder así obtener estos recursos, creando un “fondo solidario” aprobado por el consejo académico mediante acuerdo 02 de 02 de abril de 2020, lo que además trae a colación una cuestionamiento ¿Aprobó el representante de los docentes ante el consejo académico este fondo solidario?
En conclusión, las nuevas condiciones obligan a llevar a cabo esta metodología de clases virtuales, pero es un error no proveer a los protagonistas de las herramientas necesarias mínimas para poder ejecutarlas, puesto que en este nuevo escenario entonces quienes posean dichas herramientas podrán recibir clases, pero los que no, quedarían rezagados, lo que acrecentaría aún más la brecha de desigualdad en el país.