Trato en mi vida profesional con algunos empresarios pequeños, medianos, grandes, mayores, de mediana edad, menores de 35, dueños o ejecutivos, algunos de grupos empresariales familiares, otros más, los menos, de tipo corporativo y, de cara a la incertidumbre que deparan las elecciones presidenciales, no encuentro algo así como un claro denominador común que los una alrededor del miedo en caso de que, por ejemplo, Petro sea elegido presidente. Y que tengan planes de sacar su dinero e irse.
Hablo de empresarios que creen en Colombia, que producen riqueza de manera honrada, creadores de empleo, innovadores, que pagan sus impuestos. No son, necesariamente, aquellos a los que aludía Enrique Santos Calderón, socios de los tres clubes bogotanos tradicionales, Gun, Jockey, Country. Ni tampoco los que se codean para estar en juntas directivas de los gremios, aunque pueden estar afiliados a algunos de ellos. Son lo que pudiéramos llamar de una clase media empresarial con inmensas ganas de seguir creando valor, empleo y salir adelante.
Más allá de la coyuntura electoral y de sus eventuales desenlaces, pese a los descalabros del 2020 asociados a la pandemia y los confinamientos, hay varios hechos de bulto en esto que podría llamarse el comportamiento de la clase media empresarial en estas épocas inciertas.
En primer lugar, estamos hablando de empresarios, es decir, de esos agentes de la economía que asumen riesgos al invertir su capital y sus esfuerzos en el país y, eventualmente, para mercados de exportación. Pues bien: Colombia es un mercadazo para muchos de ellos. Más de 50 millones de habitantes que, independiente de los preocupantes problemas de distribución del ingreso, configuran un mercado interno muy atractivo. La locomotora y los vagones que conforman la llamada demanda agregada, es decir, el consumo interno (privado y público), la inversión y el mercado internacional, están en buen momento para seguir haciendo empresa, para crear nuevos proyectos. Es lo que se ve, pese al flagelo del desempleo, en las ciudades colombianas. Nuevas inversiones, proyectos ambiciosos de parte de pequeñas, medianas y grandes empresas. Tengo la oportunidad de asistir a distintos tipos de reuniones en los que el tema central son planes y estrategias para invertir en procesos productivos en este y los años venideros.
Cierto que el cacareado 10 % de crecimiento del PIB en el 2021 no ocurrió solo en Colombia, después de la debacle del 2020 en todo lado. Centroamérica y Chile crecieron el año pasado al 11 % y Perú al 13 %. No obstante, con todos sus líos, los prospectos colombianos para el 2022 son los mejores de América Latina según el FMI (se dice que el PIB aumentará en 5.8%). Y con todo el cuento inflacionario, que es cierto y que los empresarios saben que es un problema mundial, sigue siendo verdad que la moneda colombiana ha sido manejada por décadas, y sigue siéndolo, con enorme prudencia. Ni punto de comparación con Argentina que, a pesar de haber tenido también un buen 2021, está expulsando capital y empresarios. Nos alarmamos con el dólar a más de 4.000 y olvidamos las devaluaciones argentinas de las últimas décadas… Al contrario, a Colombia llegan empresarios… de México, Corea del Sur, del Japón, Brasil… Otro “apego” a Colombia que he visto tiene que ver con que, justamente, en esta época de alta volatilidad, los empresarios gestionan excesos de liquidez en papeles de renta fija… de empresas colombianas de primer nivel.
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A pesar de la evidente incertidumbre asociada a las elecciones presidenciales, los empresarios colombianos son, como pocos, especialistas en salir adelante en épocas de crisis
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Segundo, a pesar de la evidente incertidumbre asociada a las elecciones presidenciales, los empresarios colombianos son, como pocos, especialistas en salir adelante en épocas de crisis. ¿Qué tal la época de las bombas y la amenaza real de los carteles a fines de los 80, los asesinatos de candidatos, los secuestros de parte de la guerrilla? ¿La época del 8000? ¿O los años en que Colombia, a costa de unas Farc fortalecidas y atrevidas, parecía inviable, cuando viajar de Bogotá a Villavicencio o de Cali a Popayán era de alto riesgo, y la guerrilla acababa con bases militares en el río Caquetá y se tomaba Mitú y la Calera al pie de Bogotá? O para verlo mas de cerca: la recuperación después del brutal 2020….
Hay un nuevo tipo de empresarios, muy jóvenes, que se diferencian de los de generaciones anteriores. Los hay de varios tipos: unos, que pudiéramos llamar “rock-stars”, montados en emprendimientos digitales, start-ups exitosas, a quienes realmente el devenir político no les parece amenazante. Otros, que pasan a sustituir a sus padres, que crearon empresa hace 30 o 40 años y que se encuentran modernizando los procesos de gestión de las compañías. En ambos casos, son empresarios de extraordinaria preparación, creativos, con un común denominador: creen en Colombia, independiente del resultado electoral.
Resumiendo, percibo nuevos proyectos, múltiples señales de la disposición de los empresarios a aprovechar el mercado colombiano. Contrasta su actitud con la apocalíptica de algunas de las campañas (“llegó el diablo…”, etc.).