Me refiero, desde luego, al que copa y exacerba la atención de la opinión pública nacional en todas sus expresiones y representaciones: la sindicación del senador del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez, al columnista de Semana, Daniel Samper Ospina, de “violador de niños”.
Que se debaten o no este tipo de temas por los manipuladores de oficio de la opinión pública, medios y redes sociales, cuanto es de suyo critico el estado de postración de una sociedad que no alcanza a dimensionar los verdaderos problemas que connotan su supervivencia misma; la concurrencia inminente de graves conflictos en el entresijo de una nación que apenas si sobreagua en el torrente de un destino incierto.
Y como ha venido ocurriendo cada vez con mayor insistencia, deja mucho que pensar, lamentar y escribir que, entre las preocupaciones vitales de millones de colombianos, sean los “debates” en torno de personas, intereses particulares, profesión de fe, condición de género y preferencias sexuales, entre tantas ofertas mediáticas, los que convoquen y sigan determinando los tratamientos y remedios para su incurable patología por ese autóctono torneo de la “inteligencia”, la insulsez y los contenidos vacíos.
En tanto las campanas mediáticas tocan a rebato para convocar con el nombre de debate, que no para apagar ni controlar, el incendio de las injurias, las calumnias, las sindicaciones temerarias, los falsos positivos, las agresiones personales, se pasa por alto, se silencia, se le saca el cuerpo, se elude, o colude, la responsabilidad del necesario, urgente, saludable, imperativo, debate público de la corrupción en toda la nomenklatura del Estado; su poder disolvente de la ética pública, la captura y apropiación de la renta y los presupuestos oficiales.
Eso no se debate, ni es de interés público, ni convoca a la masa informe, ni a los medios, redes sociales y organizaciones transnacionales de la libre expresión.
Ni conviene al interés superior, particular, económico, de los carteles de la contratación pública, ni a los múltiples agentes económicos, comunicacionales, políticos e institucional, que hacen parte de su engranaje y contribuyen a su consolidación, rentabilidad, sostenibilidad y reproducción.
No se dice, no se debate, poco se escribe, sobre Odebrecht, Reficar, Fiscalía,
mientras se eleva a la categoría de debate de interés nacional,
la calumniosa diatriba personal
Por eso, Perogrullo, no se debate, no se dice, no se convoca, poco se escribe, sobre Odebretcht, Reficar, Fiscalía, a la vez que se magnifica, elevar a la categoría de debate público de interés nacional, la calumniosa diatriba personal, la temeraria sindicación criminal del senador Álvaro Uribe Vélez, contra Daniel Samper Ospina, columnista de Semana.
Si de aquello, la corrupción, no se debate con la importancia y el rigor debido y necesario, sí que menos va a hacerse con relación a la grave crisis a la cual se ve abocado el aparato productivo nacional; a la cada vez mayor y sucesiva contracción de la demanda y a los resultados negativos que la economía en su conjunto consolida en 2017, no obstante el barniz con el cual pretende el Gobierno desdibujar la realidad de cuanto ocurre en ese sí vital, irreemplazable órgano de ese corpus social y político construido y constituido como nación.
Más que elevar el nivel de la diatriba, la injuria y la calumnia personal con fines políticos y propagandísticos, que eso es lo que persigue un sector claramente identificado de la sociedad colombiana, por cuanto debemos esforzarnos es por elevar a debate, a discusión pública, a propuestas de soluciones radicales y benéficas para todos, los verdaderos y reales males y estigmas que nos limitan como nación.
Que no son muchos ni invencibles, pero sí catastróficos en la medida que nos rehusamos y evadimos asumirlos como deber público, colectivo, para erradicarlos.
Poeta
@CristoGarcíaTap