Y no precisamente porque lo diga el incendiario y siempre fuera de sí ministro de Salud de Colombia en cuanto a que servimos como ratones de laboratorio de las farmacéuticas durante la pandemia (asunto que por supuesto es indudable); somos en efecto un experimento, entre otras evidencias, porque no existe otra especie de ser vivo que rinda pasión ciega a los centros comerciales, como lo hace a las religiones, al fútbol o a la política.
Lo somos porque incluso, como dicen los uruguayos, tenemos la tendencia a pensar que existimos. A estar convencidos que existimos con derechos, como seres autónomos, pensantes, dialogantes, hechos de reflexión y libre albedrío, pero qué otro ser vivo, piénsese bien, incorporaría a su lenguaje, sin darse cuenta y solo arrastrado por un experimento de inercia burocrática, palabras como estigmatizar, priorizar, agendar o gestionar, palabras o sumas de palabras como empatía, validación, autoreconocimiento, radicado, examen preocupacional, declaración de terceros, por la presente, la escucha, o el arcaico “me permito”.
Cómo afirmar que en la Matrix no seamos experimento de los bancos con sus robos legales, sus tasas y descuentos; quién no sería parte del experimento con una billetera cargada de tarjetas de suscripción, de privilegios, silver, gold, la credencial de ingreso, la cédula, el certificado de vacunación, la licencia, ese mundo de pruebas para existir y ser, para reproducirse, comprar, pagar intereses y morir.
Érase un ser a un celular adherido, se diría; un ser de aparente felicidad, sonámbulo, deglutido por el teléfono durante las tres rigurosas y programadas comidas del día, durante las comidas también, en el baño, en el hígado, cuando despega el avión, cuando este aterriza.
¿Podría decirse que no es parte del experimento eso de hacer fila sin protestar para un transporte público que apiña gente como cerdos?
¿Podría decirse que no es parte del experimento eso de hacer fila sin protestar para un transporte público que apiña gente como cerdos? ¿Para pagar impuestos que al instante alguien que tiene el privilegio de trabajar para un estado parásito se roba? ¿Transitar por horas en vías atestadas de carros hirvientes? ¿Hacer fila de ingreso al parqueadero público, para salir de este, y para pagar luego? ¿Para eso de lavar y polichar los carros modelo tal los fines de semana “como si fueran prepucios”, para entrar al restaurante, cubrir las cuentas o pedir una cita médica?
¿No es parte del experimento ir a votar cada dos años por políticos de izquierdas, de derecha, liberales, conservadores, reinsertados, reacomodados independientes, de ultraderecha que se rascarán la barriga, montarán sus lujos con tus impuestos, organizarán el festín de recaudo para sus familias y en breve escupirán sobre tu tumba?
Once años en el colegio, cinco en la universidad, otros tres ampliando blasones; buenos días, buenas noches, muchas gracias, un abrazo, con todo respeto, mañana el matrimonio, ya compré la casa, una casa, dos casas, cumplió los objetivos, los clientes no son de nadie, montarse en Avianca, se graduó la hija, el pan tajado, es que el día sin yoga no es día, está caída la línea, la plataforma, el formato, triple www, yo me llamo.
¿Diría alguien que no lo somos?