Un par de meses después de que el expresidente Álvaro Uribe entregara la presidencia en el 2010, tras ocho años de gobierno, Clara Ximena Salcedo Duarte se graduaba como abogada en el emblemático auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional. Había logrado pasar los exigentes exámenes de admisión de la Nacional para entrar a la facultad de derecho en 2005.
Tomó el camino del derecho penal y con diez años de experiencia que comenzó en el departamento del Meta, es la jueza de control de garantías número 30. Aun cuando Clara Ximena Salcedo llegó quería ser jueza de conocimiento, llegó a los juzgados de Paloquemao como jueza 30 de garantías de Bogotá luego de haber ganado ampliamente el concurso público al que se presentó. Había 42 vacantes y quedó en el puesto 16.
Luego de haber recibido por reparto el caso, uno de los más importantes que ha podido tener en los dos años que lleva impartiendo justicia, y sin dejarse presionar por la tensión que este representa para el país, a las 9:55 de la mañana del sábado 10 de octubre decretó la libertad inmediata de Uribe, quien pasaba sus días de detención en su gran hacienda El ubérrimo, ubicada en Montería.
Durante las audiencias que se llevaron a cabo para determinar la libertad del exmandatario, la jueza Salcedo Duarte, mostró su carácter y gran talente de jurista. Aun cuando tenían como protagonistas y participantes a pesos pesados de la política y del derecho, que bien podrían intimidarla, con contundencia hizo respetar su estrado y regañó a quienes intentaron tan siquiera dilatar la discusión.
Dentro de los regañados estuvieron exfiscal general Eduardo Montealegre, quien, para la jueza, con palabras irónicas irrespetó a los abogados de Uribe al llamarlos “filósofo del derecho” y “letrado”. También, con seriedad y aplomo regañó al fiscal Gabriel Jaimes quien cuestionó la indagatoria de la Corte Suprema en caso. La juez le dijo que ese desatino tenía la idea para “desviar el debate y el aspecto central de la decisión”. Mostró carácter y decisión a la hora de actuar.
Antes de ocuparse como jueza y que su vida laboral quedara en el escrutinio público por el sonado caso de Uribe, se desempeñó como magistrada auxiliar en el Tribunal Superior de Bogotá y luego como auxiliar 33 provisional en la Corte Suprema de Justicia, donde trabajó en el despacho del magistrado Francisco Acuña. Una carrera que la puede llevar lejos.
