El primero en hablar de manera metafórica fue Álvaro Uribe cuando dio a conocer que empollaba tres huevitos: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social… Así llamó a los polluelos que pretendía sacar de su nidada. Sin embargo, cosas muy distintas salieron de su fábula pues la seguridad no fue nada democrática, se generó gran desconfianza inversionista en el país en guerra y se destrozó la cohesión social. Después empolló dos pichones, uno que le salió avión y voló muy alto y otro que es como una “clara de huevo”, es decir no logró empollar porque lo quebraron antes de tiempo.
A esa clara le hace falta lo más importante, la yema, esa sustancia amarilla que forma lo fundamental del huevo y que si se quita al batirlo da una sustancia blanquecina, sin nada de sabor y más parecida a una espuma de jabón que a un alimento y que se llama “Blanco de nieve”. Lo que sí aprendió la clara fue que debía seguir el estilo fabulador de su procreador y en una confusión de géneros terminó recordando las historias que le leían en su cercana infancia.
Habló el Duque, cuyo seudónimo siguió siendo Clara de Huevo, de siete enanitos que rodeaban a una Bella Durmiente. Muy tierno el cuento pero, al fin y al cabo de hadas, muy alejado de la realidad que le toca vivir. En fin, para ayudarlo a recuperar el principio de veracidad habría que trasformar ligeramente los personajes que mencionó nuestro dirigente ante la asamblea de la Unesco. Blanca Nieves debe ser entendida como él mismo Duque Clara de Huevo y los siete enanitos como siete nuevos huevitos que anda empollando junto con su padre y patrón, el trigonado Gallo Uribe.
Uno de los huevitos es de una Paloma, aunque salió Halcón y quieren empollarlo a la carrera para que se meta en la plaza de Bolívar el año entrante.
El otro se llama Macías y es medio ahuevado porque se salió de una finca de gallinas salvajes que nunca pasaron por una escuela para aprender a cantar.
El tercero se conoce como José Obdulio y es un huevo antediluviano.
El cuarto es un huevo robado, conocido como Carrasquilla que con su Ley de financiamiento nos quiere atracar a todos cuando ya antes esquilmó a varios municipios.
El quinto está conformado por varias yemas, es decir todos los demás ministros, que juntos no valen ni un huevo, en especial para el Congreso de la República que no ha podido ni aprenderse los nombres de cada uno.
El sexto es el Centro Democrático y está partido como un huevo frito y salta rebelde en la cacerola.
El séptimo por fin es un huevo derivado directamente del Duque; se trata de un huevito naranja, no blanco, pero nadie sabe que contiene, de manera que es preferible no empollarlo por ahora.
El caso es que el Duque Clara de Huevo está un poco encartado con esta empollada. Esperemos a ver si a punta de batidas, huelgas y marchas, alcanza punto de nieve y sirve, aunque sea para decorar las presentaciones de Maluma, o si acaso para que en la presidencia efímera haya un ser de consistencia recia que se enfrente a la mayonesa que puede salir de batir los otros siete huevitos con el ácido del limón de Uribe.
Pero hay que advertir de un peligro y es que antes de este suceso, el huevo de Carrasquilla reviente y salga un IVA grandote que le caiga como rolla del 19 % a los huevos que comemos todos los colombianos. Ahí sí que no habrá nadie que tenga huevo, no habrá con qué comprar ese u otros ítems de la canasta familiar. Eso nos pasa por haber sido tan huevones de elegir una clara mal batida.