Ciudades de Justicia para el desarrollo de las comunidades
Opinión

Ciudades de Justicia para el desarrollo de las comunidades

¿Hay forma de lograr que el sector privado invierta en proyectos con beneficios sociales y no solo económicos? Claro que sí.

Por:
octubre 02, 2022
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El éxito del neoliberalismo en concentrar la riqueza fue arrollador. La desregulación de los mercados y la entrega de servicios al sector privado para convertirlos en negocios generaron una clase de ultrarricos de 62,5 millones de personas en el mundo. Equivale a una Colombia y media de hipermillonarios. El 1 % de la población se apropió del 46 % de la riqueza global en 2021. Tras la pandemia el aumento del valor de las acciones y las viviendas enriqueció más a esa extrema minoría. En cambio billones de personas de ingresos medios y bajos perdieron sus ahorros y pagan los altos precios de la energía y comida actuales. La respuesta general es la protesta, la elección de gobiernos populistas y el llamado al retorno del estado benefactor, repartidor de subsidios, derrochador. No deja de ser un peligro volver al pasado existiendo formas de administración e inversión que pueden generar mayores beneficios sociales.

Un reto del estado benefactor es conseguir la inversión para lograr más producción y recolectar más impuestos con los que pueda repartir beneficios sociales. Mayor producción y productividad implica mayor investigación y desarrollo para nuevos y mejores productos y servicios. Lograr la transformación digital para democratizar el acceso a la creatividad y el desarrollo de oportunidades y emprendimientos, es una tarea fundamental que, en teoría, le corresponde al estado.

Es obvio que el sector privado solo llegaría a zonas donde es rentable invertir, no donde se necesita desarrollo humano aprovechando la tecnología digital. Por eso el gobierno aspira a conseguir los recursos para desplegar la infraestructura de conectividad, y además, los que necesita para formar a la población de manera que aproveche las oportunidades que abre el mundo digital. Porque existe el riesgo que sin formación ni capitales semilla, los ciudadanos usen la potencia de la conectividad para ver películas en streaming, dedicarse a los videojuegos y asuntos de entretenimiento que no ayudan a su desarrollo ni es el propósito de semejante inversión.

El hecho de conectarse no es suficiente para generar oportunidades en el mundo digital. Si se administra un modelo en el que el estado subaste territorios al sector privado para que desarrolle proyectos productivos sostenibles integrando a las comunidades, se pueden lograr desarrollos interesantes.  Primero porque se parte de investigar las posibles productividades que la conectividad ofrecería en las distintas regiones y segundo, porque permite que el sector privado invierta en condiciones de seguridad física y jurídica para suplir la estrechez financiera del sector público.

El neoliberalismo dejó además de ultrarricos, algunas lecciones aprovechables. Una que el sector privado es más eficiente pero no tiene interés en el desarrollo humano. Otra que se necesita un ente que convierta estas dos características contradictorias en una fuerza dirigida al desarrollo. ¿Hay formas de producir riqueza social aprovechando la mayores eficiencias del sector privado? Claro que sí.  ¿Hay forma de lograr que el sector privado invierta en proyectos con beneficios sociales y no solo económicos? Claro que sí.

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El rol del nuevo estado benefactor consiste en aprovechar los recursos de capital, en los conocimientos y capacidades de gestión del sector privado para generar bienestar colectivo

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Hay en el mundo millares  de desarrollos de proyectos productivos con visión social y sostenibles. Además de los modelos de alianza pública privada (APP) hay otras formas.

Por ejemplo, muchos parten de iniciativas privadas para activar sectores olvidados por el estado. Otros parten de invitaciones del estado al sector privado a elaborar proyectos integrando a las comunidades en todas las etapas, en la gestión y en los beneficios. El rol del nuevo estado benefactor consiste en aprovechar los recursos de capital, en los conocimientos y capacidades de gestión del sector privado para generar bienestar colectivo. En vez de espantarlos y que se lleven sus capital a invertirlo en otros países asfixiarlos con reglamentaciones e impuestos insostenibles, la tarea es ser creativos para que el capital se reproduzca con beneficios sociales.

Si los gobiernos se concentran en extraer cada día más recursos al sector privado a punta de impuestos para entregar esos recursos a la ineficiencia del gasto del sector público la tarea de lograr una mejor igualdad tiende a fracasar. Volver al despilfarro, a los sobrecostos, a la mala planeación, al desconocimiento y la improvisación y aumentar las oportunidades de corrupción que enriquece a una minoría de políticos y empresarios corruptos sería fatal, la peor manera del retorno del estado benefactor.

El gobierno puede innovar sus prácticas. Así como se subastan territorios para que las empresas privadas inviertan en investigación para descubrir petróleo o minerales, y luego exploran el área para medir su viabilidad, el estado puede subastar territorios para desarrollar proyectos productivos con visión social y sostenible. Es una fórmula que se aplica en varios países. El sector privado, con las debidas garantías invierte sus recursos a riesgo. Investiga y busca las oportunidades para generar riqueza y utilidades trabajando con las comunidades que son el recursos humano que se suma al capital. Cuando se plantea un proyecto este incluye el reparto de beneficios con las comunidades. Es un modelo que suple la inversión que no puede realizar el estado por carecer de los recursos necesarios para todo lo que hace falta, al tiempo que aprovecha el saber hacer del sector privado y deja el riesgo  en sus manos.

Hay miles de ejemplos y empresas especializadas en adelantar proyectos bajo ese modelo. Así se construyó la Ciudad de la Justicia de Barcelona. Es un complejo de edificios que nació “de la necesidad de unificar todos los órganos judiciales para garantizar la funcionalidad, el ahorro, la gestión y la accesibilidad a todas aquellas personas que tengan que hacer uso, tanto profesionales de la justicia como ciudadanos.”

El proyecto se desarrolló con fondos privados y consistió en construir un conjunto de edificios especializados para cada área de la justicia y diseñado para ser funcional a esta necesidad, en vez de adaptar viejas estructuras a la brava como hacemos acá por falta de recursos para la justicia. Se construyó en unas zona urbana deprimida que además recuperó su valor y aumentó el empleo y los ingresos de la ciudad. ¿Cómo se compensa la inversión privada? Concesionando durante un tiempo algunos unos de los servicios que requiere la Ciudad de la Justicia para pagar la inversión con un margen de utilidad razonable: parqueaderos, cafetería, lavandería, limpieza, tiendas de comercio. El resultado es que la justicia opera mucho mejor tanto para los funcionarios como para los ciudadanos.

Aquí tenemos infinida de conflictos que surgen de una confrontación de visiones ultra ideologizadas. Es una cultura que exige un replanteamiento, un reenfoque para convertir las fuerzas de esos choques en fuerzas de desarrollo. La creatividad del sector privado debe integrarse a las necesidades del crecimiento humano de las comunidades en las regiones. Dejar atrás el modelo colonizador, la idea de sembrar enclaves empresariales en zonas donde generan unos empleos valiosos pero que no se integran a las viabilidad y desarrollo a largo plazo de la comunidad como una unidad cultural con sus historias, es necesario.

Para el desarrollo turístico que planea el gobierno, la oportunidad de abrir las puertas a ese modelo mixto en el que entre privados y comunidades se consoliden proyectos específicos en cada región, es enorme. La experiencia internacional del sector privado le permitiría gestar los proyectos, a partir de investigaciones serias para luego invertir en esas zonas en el desarrollo adecuado y ya estudiado. Por ejemplo, en unas zonas se requerirá formar a los locales en prácticas de producción ecosostenibles, en otras en habilidades propias del servicio turístico como guías bien formados con dominio de los  idiomas necesarios, o chefs y cocineros locales que manejen gustos y tendencias globales a partir de los productos locales.

Con el apoyo del estado y una regulación acertada, no se necesitarían tantas reformas tributarias. Los recursos del sector privado acumulados durante el auge del neoliberalismo serían la fuente de inversión para desarrollos productivos sostenibles que beneficien a las comunidades, al mismo sector privado y al estado que verá como las comunidades se desarrollan por sí mismas en vez de esperar los favores esporádicos de los gobernantes de turno a punto de paros, bloqueos y tomas.

Los 62,5 millones de ultrarricos que dejó la era que está acabando, deben dejar de pensar en volarse en naves espaciales a ciudadelas artificiales alrededor de la Luna o de Marte; deben dejar de soñar que un ejército de robots con IA los proveerá de servicios y alimentos mientras billones de pobres se devoran los restos del planeta Tierra. Deben dejar de creer que su tarea es fundar una civilización de seres superiores y de creer que fue su genialidad la que los llevó al golden 1% y no las políticas estatales que se pusieron a su servicio. Con ayuda de las políticas estatales modernas esos capitalistas pueden pensar en invertir sus casi infinitos excedentes  en diseñar los proyectos productivos sostenibles que permitirán erradicar la pobreza, mejorar los ingresos de millones de personas.

 

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