Varios urbanistas y estudiosos de la ciudad han propuesto un modelo de urbe planeada por barrios en un modelo policéntrico, en el que todos los servicios están a una distancia de máximo veinte minutos caminando. Entre sus ventajas están el fortalecimiento de la comunidad y del tejido social, la reducción de vehículos para el transporte urbano diario, sea este particular o público, la mejora en la salud de las personas al caminar diariamente al menos cuarenta minutos, el acceso a servicios como salud, educación, recreación, ocio, religioso-espiritual, académico, abastecimiento, financiero, entre otros.
Es una idea muy sugerente e interesante, y más en tiempos de pospandemia donde la proximidad y aglutinamiento en sistemas de transporte público atiborrados representan un peligro para la salud. E incluso más, cuando varios organismos y académicos han alertado de posibles nuevos virus de origen animal que se originan por la depredación ambiental y ecológica a los ecosistemas y a los animales explotados industrialmente.
Sin embargo, estas ideas de las “ciudades de veinte minutos” escapan a contexto de tanta marginación y desigualdad. Es muy factible que esta nueva forma de planeación de las ciudades dé buenos resultados en Europa, pero no en el tercer mundo. En América Latina donde la desigualdad, la pobreza, la marginación y la violencia casi que parecen endémicas, las soluciones urbanas tienen que ir más allá de reajustar los servicios y la infraestructura.
La región tiene megalópolis como Sao Paulo y Ciudad de México; y metrópolis como Buenos Aires, Rio de Janeiro, Bogotá, Lima y Santiago de Chile. En todas ellas hay unos extremos de riqueza y pobreza surreales, o mejor, hiperreales. Dentro de cada una de estas ciudades hay muchas otras ciudades, formales e informales, ricas y pobres y todos los puntos medios entre estos extremos, ciudades dormitorios y con vocaciones de servicios e industriales y fabriles. Son por demás muy extensas geográficamente y el modelo moderno de mediados del siglo XX y luego el modelo neoliberal de finales del mismo siglo configuraron las ciudades en torno a la función y después al acceso de recursos económicos, haciendo del suelo urbano un mercado inmensamente rentable.
Las megalópolis y metrópolis latinoamericanas tienen grandes contingentes de personas precarizadas que se movilizan en sistemas de transporte público diariamente enormes distancias para ir del lugar donde viven al lugar donde “trabajan”. Mucho del precariado vive en los extramuros de las ciudades formales, habitan lo que eufemísticamente han decidido llamar los académicos “zonas de desarrollo humano incompleto”, como si cambiándoles el nombre cambiara la realidad. Estos lugares son los barrios informales —muchos de ellos ilegales y vulnerables a riesgos naturales— que más popularmente se les conoce como villa miseria, favela, comuna, o barriada. Característicamente tienen poco acceso a bienes y servicios que brinda la ciudad formal, entre ellos los servicios públicos domiciliarios básicos, cuentan con altos niveles de hacinamiento, deficiencia en transporte público, deficiencia en espacio público efectivo, la salud y la educación no son de buena calidad, las oportunidades laborales son informales, deficientes y mal pagas, y hay altos índices de violencia, mucha de ésta relacionada con el narcotráfico.
En estas condiciones las ideas de las ciudades de veinte minutos son muy difíciles de llevar a cabo pues podría segregar aún más a estos grandes contingentes de personas precarizadas, encerrándolas en sus propios barrios.
Voy a recrear un poco mi argumento con el caso de Cali, Colombia. Esta ciudad de dos millones setecientos mil habitantes puede dividirse en tres partes de acuerdo a unas características sociodemográficas y económicas. En el oriente de la ciudad está el distrito de Aguablanca, que son las comunas 13, 14, 15 y 21, donde sus habitantes tienen ingresos económicos bajos y se podría decir es la parte pobre de la ciudad. En el occidente están las laderas, sobre todo las comunas 1 y 20, donde hay una semejanza en ingresos con el distrito de Aguablanca, sin embargo presenta un poco menos de violencia que éste. Y al centro, en el eje calle quinta y autopista suroriental están los sectores de ingresos medios altos y altos. Dada las condiciones naturales del distrito de Aguablanca y de las laderas estas zonas son susceptibles a inundaciones y deslizamientos, respectivamente.
Luego de esta breve contextualización relataré la dificultad de llevar a cabo una serie políticas públicas pensando solamente en las ideas de la ciudad en veinte minutos, ya que el desarrollo de esta no es solamente infraestructural, sino también sociocultural y económico.
Un niño que nace en el distrito de Aguablanca tiene muchas posibilidades de estudiar en un colegio público cercano a su casa en el que sus compañeros de clase podrían ser sus propios vecinos, lo que hace que las primeras etapas del proceso de socialización las comparta con las mismas personas tanto fuera como dentro del aula de clase. El lugar en el que le brindan el servicio de salud también queda cerca de su casa y también es público. Y el ocio y entretenimiento lo tiene en el parque de su barrio. Por lo que es muy posible que el poco mundo que conozca sea su entorno inmediato, ni siquiera su ciudad, que no la siente propia. En Cali hay una fuerte estratificación sectorial por el lugar donde se nace y se es, y en esa representación social muchos habitantes del distrito no se sienten de Cali, así como muchos que no habitan el distrito piensan y sienten que esa parte de la ciudad no es de Cali. Se puede decir que cuando ese niño termina el bachillerato, si es que lo termina dada las altas tasas de deserción escolar, y consiga un trabajo poco cualificado en otra parte de la ciudad que no sea el distrito, se está enfrentando por vez primera y de manera independiente a toda la ciudad.
Ahora pongamos el ejemplo de un niño que nace en un barrio clase media alta o “clase acomodada”. El colegio no le queda cerca a su casa ya que es campestre, privado y que queda a las afueras de la ciudad, y tiene una ruta escolar que lo recoge y lo deja en la puerta de su casa, así se apropia de la ciudad que recorre todos los días. La salud que tiene también es privada. Sus redes sociales son más amplias ya que en sus procesos inmediatos de socialización cuenta con compañeros de estudio y con vecinos. El entretenimiento pasa por los centros comerciales y diversos parques de la ciudad, igualmente se le suma el viaje familiar que hace en vacaciones ya sea a la playa o a otra ciudad. Este niño es muy probable que estudie en una universidad, y es más probable que sea privada donde amplíe su red social y sus contactos, y diversifique un poco sus relaciones. Así, se gradúa y consigue un empleo en una empresa privada con una remuneración aceptable para empezar y con oportunidades de ascender.
Y el último caso será el de un niño que vive a las afueras de la ciudad en una zona campestre, para el caso de Cali, diremos que es de Ciudad Jardín, uno de los barrios más exclusivos al sur. Estudia en uno de los mejores colegios bilingües privados de la ciudad. Sus papás lo llevan y lo recogen del colegio todos los días y del sur exclusivo de la ciudad solo sale cuando va al aeropuerto. Por las tardes tiene clases personalizadas (de lo que sea: piano, violín, guitarra, francés, matemáticas, etc.). Construye una red social con los compañeros del colegio y con los hijos de los amigos de sus papás. Sus papás y sus amigos son empresarios, políticos, altos directivos de grandes empresas. El entretenimiento de este niño pasa por el club social y los eventos sociales. Los viajes no son pocos y antes de los 15 años pueda que ya conozca países en todos los continentes. Cuando se gradúa del colegio es, al menos, bilingüe, ha viajado por muchos países, incluso ha hecho intercambio, y tiene un bagaje admirable, además de buenos contactos. Si decide estudiar en Cali, porque tiene la opción de irse a estudiar a Bogotá o a otro país, lo hace en las universidades privadas más caras de la ciudad. Al graduarse se incorporará a la empresa de la familia o seguirá los pasos de los padres, sean estos políticos o altos ejecutivos.
Estos tres casos recrean pobremente las abismales diferencias que existen en la ciudad y cómo estas han configurado el espacio de tal forma que es necesario pensar en otro modelo diferente, o al menos uno mixto, del de la ciudad de veinte minutos. Romper con los esquemas arquitectónicos, urbanísticos y paisajísticos, para hacer una ciudad de veinte minutos, de Cali, al menos, involucra repensarnos la ciudad y las estructuras socioeconómicas existentes. Además las grandes firmas constructoras de la ciudad solo ofrecen espacios habitacionales sin tener en cuenta los demás sistemas urbanos, esto hace que Cali no pueda pensarse para afrontar el futuro. Desarrollos habitacionales de unidades residenciales, mayoritariamente en el suroriente de la ciudad como “Ciudad Pacífico”, “Ciudad Bochalema” y “Valle del Lili”, son ejemplos de lo lejos que estamos en planeación y ordenamiento urbano.