Desde los años 70 del siglo pasado, el Oriente de Cali es uno de los territorios de mayor recepción de población migrante, especialmente de población desplazada por la violencia proveniente del suroccidente y del Pacífico colombiano; este rasgo que es fundante del poblamiento local, implica reconocer los territorios urbanos de la margen izquierda del rio Cauca como espacios de arraigo y sobrevivencia de poblaciones afrodescendientes, indígenas y campesinas que sistemáticamente han sido confinadas y desarraigadas en el campo, teniendo como destino las barriadas populares donde resisten a la exclusión y al olvido.
Pensando en esos asuntos he tenido la oportunidad de visitar recientemente los colegas de la asociación Solivida, una organización social que adelanta atención jurídica y psicosocial con acompañamiento comunitario a familias desplazadas por el conflicto armado en el Oriente de Cali; dialogando con Pola Elisa Buenaventura y Martín Vergara, sus dos gestores y articuladores de proceso, se pueden comprender las duras situaciones de la población y los retos persistentes en la construcción de paz, reconciliación y reparación en la Colombia urbana de este tiempo. En las salas de esta organización ubicada en el barrio Marroquín II de la comuna 14, se pueden encontrar personas buscando orientación para situarse vitalmente, madres embarazadas o con recién nacidos, buscando asistencia alimentaria, mujeres adultas y jóvenes pidiendo apoyo jurídico para acceder al estrecho marco de oportunidades institucionales que brinda la ley de víctimas 1448 del 2011 o la ley 2343 de 2023. Conmueve observar los dilemas cotidianos de familias humildes que huyendo de las violencias y las guerras de hoy en las cordilleras y en el litoral, buscan conectarse, mantenerse mínimamente unidas en medio de la desgracia que les ha traído hasta los andenes urbanos y les confina en las orillas de vecindarios en difíciles condiciones de subsistencia.
Solivida adelanta atención jurídica y psicosocial con acompañamiento comunitario a familias desplazadas por el conflicto armado en el Oriente de Cali
Entre los aspectos que se señalan por parte del equipo de atención psicosocial de la asociación se evidencian dificultades a manejar como la crisis vital de las personas por la falta de escucha y por las distancias de lenguaje y de códigos culturales; los procesos adaptativos a las condiciones citadinas no son fáciles en medio de precarias situaciones socioeconómicas, el acceso a las instituciones es distante para efectos de iniciar las tareas de denuncia y los requerimientos de restitución de derechos son poco agiles. Es conocido que en ciertas áreas del país las cifras de desplazamiento han disminuido; sin embargo, en el Oriente caleño la presión migratoria de las violencias sigue siendo muy fuerte. En medio de esas circunstancias, se pueden observar múltiples gestos de solidaridad social que se ejercen comunalmente ante semejante sufrimiento humano, pero no bastan los esfuerzos locales, no son suficientes para afrontar la crisis masiva de personas que han sido en su mayoría previamente sometidas al confinamiento en sus territorios antes del desplazamiento hacia a Cali.
En el cotidiano las organizaciones sociales presentes en el territorio establecen confianza, relaciones de escucha y orientación con personas y familias desplazadas, desarrollan metodologías situadas desde el fortalecimiento de los vínculos sociales y la reivindicación de sus derechos; lo hacen desde una vocación profesional de servicio, como en el caso de Solivida, incluso se ganan recurrentemente importantes reconocimientos internacionales y felicitaciones de las instituciones nacionales, regionales y locales, son valoradas por la las tareas de investigación que generan, la respuesta a lo inmediato del desplazamiento, el acompañamiento en los procesos de integración y el afrontamiento del conflicto en la ciudad; pero más allá de esos signos, en la gestión de las políticas públicas, los aportes de las instituciones responsables e incluso las ayudas de la cooperación internacional tan anunciados y esperados, no se dejan ver para dar soporte e integrar estos esfuerzos de carácter más social y comunitarios que resultan claves por su sensibilidad, cercanía y alcance estratégico. Observando los evidentes dramas humanitarios, lo que falla hoy es la concreción de las estrategias institucionales en los territorios y la concertación con los agentes situados en comunidad. Sin duda, en estos asuntos, es necesario trascender los anuncios, los afiches y las consignas.