El COVID-19 ha ocasionado un sinnúmero de impactos socioeconómicos y socioambientales. Desde el punto de vista del agro, específicamente en Colombia, se ha presentado la reducción de trasporte de mercancías, tanto nacional como internacionalmente, así como la oferta de transporte en los municipios, lo cual ha limitado las cadenas de abastecimiento.
En el mismo sentido, el temor de los productores y compradores y las restricciones de movimiento dificultan que los campesinos accedan a los mercados para vender y comprar insumos, lo que ha ocasionando, entre otras cosas, la acumulación de productos agrícolas que han contribuido en pérdidas para los productores.
Bajo este contexto, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) apoya la Agricultura Campesina, Familiar y Comunitaria (ACFC) por medio de los circuitos de proximidad, también denominados circuitos cortos de comercialización (CCC). Aunque es una estrategia que se ha utilizado por lo menos desde la década de 1990 en la Unión Europea, hoy sigue vigente.
Ahora bien, los CCC, utilizando sus siglas en español, son estrategias que buscan que la agricultura familiar se conecte con sus consumidores de forma más directa. En particular, los CCC abren puentes para contrarrestar un poco los limitantes logísticos como de transporte en las cadenas de suministro (ocasionados por la pandemia del COVID 19).
Lo anterior sin olvidar que pueden ser empleados de ahora en adelante como una estrategia resiliente y sostenible del sector agroalimentario, ya que estos pueden posibilitar relaciones más justas y sostenibles desde la óptica económica, social y sobre todo ecológica.
Acá caeb acotar que al desarrollar esta estrategia se fortalece y se fomenta el desarrollo local, ya que también pretende que los alimentos al socializarse en el territorio (según sus activos sociales y biológicos) reduzcan el recorrido en largas distancias, presentando unos más frescos. Por consiguiente:
Los circuitos de proximidad o circuitos cortos son una forma de comercio basada en la venta directa de productos frescos o de temporada sin intermediario —o reduciendo al mínimo la intermediación— entre productores y consumidores. Los circuitos de proximidad acercan a los agricultores al consumidor, fomentan el trato humano, y sus productos, al no ser transportados a largas distancias ni envasados, generan un impacto medioambiental más bajo (CEPAL, 2014, p. 7).
En Colombia, varias instituciones del orden público y privado han generado sinergias para desarrollar los circuitos cortos de comercialización como eje frente a la pandemia y como estrategia de revitalización de la economía y del tejido social. Entre ellas se puede mencionar la Unidad Administrativa Especial de Organizaciones Solidarias (UAEOS), entidad adscrita al Ministerio de Trabajo.
Con la iniciativa denominada Mercados campesinos móviles-Bogotá, hecha en sinergia con la Secretaría de Desarrollo Económico y de Salud de la Alcaldía de Bogotá, el Ejército Nacional y cinco organizaciones campesinas solidarias (Asociación Agropecuaria del Rionegro, Asociación de Productores Agropecuarios con Visión y Emprendimiento, Asociación Mutual Agropolitana, Agrocomunal y la Corporación Social Servicio), se han conseguido importantes resultados.
Entre sus logros está que desde el mes de abril hasta el 17 de mayo del presente año se habían entregado 92 toneladas de alimentos, algo así como 3.600 mercados, con un beneficio de por lo menos 1445 familias agricultoras de los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Meta, Tolima y Bogotá rural.
Así mismo, otro caso exitoso fue el del Mercado campesino iniciativas de paz Corcaraño (Florencia, Caquetá), desarrollado por la Corporación Ambiental para el Fomento del Turismo y Desarrollo Rural Integral Comunitario (Corcaraño). De la misma forma están los Mercados campesinos a domicilio (Villavicencio), realizados entre el departamento del Meta, la FAO y Ecopetrol, y Un mercado que progresa Cundinamarca, obrado por la Gobernación de Cundinamarca.
Por lo tanto, en aras de revitalizar la economía y la configuración del tejido social resquebrajado, y mermar las diferencias abismales entre lo rural y lo urbano desde lo económico y lo social (que se acrecentaron con la pandemia), los circuitos cortos de comercialización son una estrategia que puede contribuir en el dinamismo del desarrollo local y en reducir las brechas.
