Siempre he sido un crítico del fútbol y de lo que este produce en la sociedad. Si bien reconozco y admiro el trabajo de los muchachos de la Selección y vivo la emoción colectiva de los partidos, desde mi sentir como persona tengo la convicción de que este deporte es la mejor cortina de humo para un país que va de mal en peor como el nuestro.
La Copa América llegó en el momento indicado para tapar y desviar la atención de las metidas de pata de Duque y su gabinete, la copa arribó en el minuto exacto para que los focos de los medios se concentraran en el deporte y no en la ya jodida, aburrida y complicada situación del país; además de, por supuesto, ser la excusa perfecta para justificar, de una u otra forma, los desmanes, malos comportamientos y decisiones absurdas de más de uno (incluido, por supuesto, el gobierno).
Es aquí donde empieza mi crítica. Nos montamos en el bus de la Copa con la emoción que, por supuesto, despierta un certamen de esa magnitud, subimos con toda, teníamos las de ganar -y lo hicimos- hasta que, en cuartos de final, como ya es costumbre, nos eliminaron. Entonces, mi pregunta, ¿ha tenido en cuenta el precio que está pagando el país por culpa del circo espectacular que se monta alrededor de la Selección?
Nos hundieron varios proyectos importantes para el país y más de uno ni se enteró, se cayó el proyecto anticorrupción, el proyecto que iba a cambiar la tabla nutricional de los alimentos y, de los más importantes, se hundió el proyecto que le quitaba la casa por cárcel a los corruptos que desangran este país, entre otros, claro está. Lo único que se salvó fue la ley TIC, es que esa sí le conviene al gobierno.
Más de uno, y con justa razón, va a decir que eso no es culpa de la Selección, que esos muchachos no son culpables de que aquí elijamos mal a nuestros representantes y que no seamos capaces de exigirle al gobierno, y sí, en parte tienen razón, pero, por otro lado, hay que ser conscientes y tener en cuenta que, cada vez que aquí juegan fútbol, el país se paraliza, la gente se concentra en el juego y ni a la madre de ellos le prestan atención.
¡Caray! Abramos los ojos, sí, rico, genial ver el partido y disfrutar de las glorias que nos da el fútbol, pero no se deje meter los dedos a la boca, ponga a funcionar esa neurona y préstele atención a lo que pasa y realmente importa, póngale cuidado a la gasolina, a la vía al Llano, al glifosato, al fracking, a la plata que le están dando a Duque para que invierta en el medio ambiente, a las cagadas de Martuchis y si se quiere reír un rato, escuche al ministro Botero sacar excusas para justificar la incompetencia de su gestión y la de su jefe.
Amigo colombiano, mis palabras podrán ser aburridas, repetitivas y, quizás, a más de uno le valdrán madre; pero seamos conscientes de lo que pasa, exija un país mejor, exijamos una patria mejor, no solo porque la merecemos sino porque elegimos “al presidente joven, a la renovación de la política, al que es”.
Triste lo de la Selección, aunque, como colombiano, ya me he acostumbrado a perder y a que en el último minuto nos metan un gol y nos jodan (tal como pasó con más de un proyecto en el congreso) y como hincha colombiano, ya me acostumbré, también, a que en cuartos de final nos deje el tren.
