“Un cuento trata de un crimen y la novela trata de un criminal”
Philip K. Dick
Desde los primeros años de escuela es recurrente la presentación de Colombia como territorio privilegiado porque a sus costas las bañan dos océanos, posee prácticamente todos los climas y pisos térmicos lo que le permite hacer gala de una biodiversidad envidiable, amén de la simpatía, donaire y belleza de sus gentes. Magnífico escenario cuya veracidad hace aún más inconcebible el cúmulo de horrores, tragedias y barbaridades que acompañan desde siempre nuestra tortuosa historia.
Desde una perspectiva menos apocalítica, por fortuna, en el país perviven toda suerte de festivales, muestras y encuentros de cine en un número cercano a la halagüeña cifra de los setenta. Los animadores de cada uno, a su manera, hacen sus mejores esfuerzos por celebrar una suerte de festín en torno a las diferentes manifestaciones de lo audiovisual. Sobre el eje primordial de las exhibiciones, según el carácter, naturaleza, temática, formato o entorno geográfico, entre otras particularidades, se convoca a los directa o potencialmente interesados en los relatos de las imágenes en movimiento, para que además puedan conocer a algunos de sus hacedores e intercambiar experiencias o ideas, no sólo con profesionales del oficio sino también con investigadores y estudiosos de este amplio universo. En ocasiones, también, se ofrecen actividades de orden pegadógico, comercial o industrial.
Sobre esta aséptica caracterización nos acercamos a un certamen que este año completa sus primeros tres lustros de existencia: el Festival Internacional de Cortometrajes "Cine a la Calle" de Barranquilla. Si bien por razones de protocolo o de logística algunas actividades se desarrollan en recintos cerrados, el eje central de su trabajo sucede al aire libre de la ciudad que lo alberga, vinculando de manera generosa a propios y extraños. Una rápida mirada a las estadísticas de la edición celebrada en 2014, así lo demuestra: se exhibieron 354 cortometrajes provenientes de 32 países y en 33 lugares diferentes de Barranquilla.
Es de simple lógica y elemental justicia reconocer que tras catorce años de esfuerzos “Cine a a calle” se consolida como un evento de hondo calado para la ciudad y para la región. El impacto que se trasluce sobre las comunidades en las que se suceden las muy diversas actividades del festival, es quizá el mejor barómetro para medir su valía y explicar la amplia y creciente expectativa que suscita su convocatoria; así mismo, las perspectivas para su futuro son más que prometedoras.
“Cine a a calle” ha nacido y crecido con el siglo. Como reza en sus comunicaciones “se ha transformado en tamaño e influencia. Hoy somos uno de los festival más reconocidos en Latinoamérica en su tipo, pionero en Colombia. Con casi 40 proyecciones simultáneas nos tomamos Barranquilla durante 10 días… Desde el cine en los barrios con la CineMóvil, hasta las grandes muestras en las plazas de la ciudad; desde la inauguración en el Teatro Amira de la Rosa hasta las intervenciones callejeras, convertimos la ciudad en una gran sala de cine al aire libre”. Y qué buen aire el que se respira en “Cine a a calle”. Así lo percibimos y así lo auguramos para la próxima edición conmemorativa. La amplia y consolidada trayectoria del festival tiene, por si fuera poco, una especial particularidad: concentrarse, sin complejo ni pudor alguno –faltaría más- en un formato primordial del relato audiovisual, el cortometraje. A la manera de muchos de sus pares en este ámbito “Cine a a calle” se ocupa con rigor de esta forma de crear universos a través de las imágenes en movimiento. De ahí el epígrafe literario de esta nota que bien vale como homenaje ilustrativo de la materia sobre la que se funda “Cine a a calle”. Larga vida al evento y un cálido enhorabuena a sus gestores, animadores y responsables de seguir haciéndolo posible.
