No conocía Santa Marta. Me gustaba tanto Cartagena que quería aprendérmela de memoria. Cada calle de la ciudad antigua, cada centímetro de la muralla hacía que me olvidara un poco de la imposibilidad de bañarse en la playa por lo feas que son o por esa vocación que tienen sus vendedores de tratar en todo momento de atracarlo a uno. El turismo convierte a los habitantes de los paraísos en pequeños monstruos, una verdad que la escribió Henry Miller en 1940 en su magnífico Coloso de Marusi, el libro de viaje por Grecia que ya es un clásico para cualquier trotamundo.
Hombre de rutinas fijas, casi que inamovibles, cedí en la intención de mi esposa de celebrar en Santa Marta nuestro aniversario. Una vez me bajé del avión empecé a notar las evidentes razones por las que Santa Marta es mucho mejor que Cartagena. Empecemos:
- El aeropuerto: Desde que te bajas estás en contacto con el mar. Playas hermosas y solitarias rodean el Simón Bolívar. Un consejo que doy a los visitantes es que, si tienen el vuelo en la noche y los sacan del hotel a la una de la tarde, pueden ir a comerse una sierra en 30 mil pesos en uno de los ranchos que bordean la playa. Además, si no tienen inconveniente, pueden meterse al mar mientras esperan el avión. El olor local los impregnará.
- Los precios: Hay un bar que se llama Crabs, es de rock. Tal vez el mejor de la ciudad. Una terraza maravillosa y pequeña. Todos amigos, a las 12 de la noche se cantan en grito las canciones de los Rolling Stones. Un gin tonic cuesta 15 mil pesos, una Stella Artois 10 mil. Todo en pleno Centro Histórico. En un restaurante tan representativo como Donde Chucho, en todo el parque de los Novios, un arroz con camarones vale 38 mil pesos. Compite con eso Cartagena la arribista.
- Centro Histórico: Sin duda nada compite en Colombia con los imponentes balcones de la ciudad amurallada de Cartagena. Pero el ambiente, la alegría, la rumba de este lugar de Santa Marta, todo lo que rodea al parque de los novios y el breve viaje a pie a la Bahía, para ver un atardecer entre los barcos, es realmente deslumbrante.
- Las playas y la posibilidad de un paraíso: Muchas veces Bocagrande es un barrizal infecto de mar oscuro. Los cuerpos se juntan, nada es placentero. En Santa Marta tienes la opción de Bello Horizonte, si no quieres ver tanta gente en la ciudad, fundirse en Inka-Inka, para no ver tanto paisa y si tienes más de cinco días puedes dedicarle uno entero a ese paraíso que es Playa cristales, la más cercana que existe en el Parque Tayrona.
- La belleza de los rìos: La cercanía con Palomino o lugares como Minca hacen que uno también pueda disfrutar de las bondades del agua dulce.
Dejen la prevención, la farándula estúpida y fundánse en Santa Marta.