Cinco razones por las cuales no salgo al paro de maestros

Cinco razones por las cuales no salgo al paro de maestros

En un país gobernado por políticos corruptos, sostenido por ciudadanos indiferentes y cuyos docentes están a merced de un sindicato politizado, un paro no es útil

Por: Marco Rivas T.
junio 12, 2017
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Cinco razones por las cuales no salgo al paro de maestros

Primero, que quede claro y sin ninguna duda: El desastroso sistema educativo público en Colombia es culpa, no solo del estado, sino de los distintos gobiernos que han manejado la patria desde sus inicios; siendo más evidente esta nefasta situación (la de gobiernos corruptos y miopes, apoyados por grupos ilegales de izquierda y o de derecha, envueltos en despilfarros, dineros del narcotráfico y que tienen en el olvido el tema educativo) en los últimos años.

Segundo, soy docente nombrado en propiedad desde hace 10 años, en una ciudad grande que cuenta con buenos servicios básicos y bastantes comodidades, en una institución cuya planta física es relativamente nueva. No puedo imaginarme a mis compañeros que trabajan en instituciones educativas corroídas y sin mantenimiento o aquellos que laboran en las zonas rurales o en municipios tan alejados de la Colombia “en progreso” que nos muestra la información oficial.

Las razones por las cuales no salgo al paro son cinco, siendo la última la más importante de ellas que usted leerá (y la más difícil de solucionar), no sin antes clarificar el hecho de, el no salir a paro no quiere decir que estoy de parte del gobierno y por el contrario, expreso que me parecen muy justas las reclamaciones de los docentes, solo que sus reclamos son inútiles en la Colombia actual.

La quinta razón en importancia es la cuestión salarial: En un país donde un docente gana cinco veces menos que los profesores de otras naciones, donde el poder adquisitivo de la clase media-baja y baja (porque con el sueldo actual, un docente es de esa clase socioeconómica) es alarmantemente poco; en un país donde en la época del presidente Uribe, a los desmovilizados de los grupos paramilitares el estado les daba un “auxilio económico” de 1´200.000 pesos, mientras un docente (mi persona en particular) ganaba apenas casi los 750.000 pesos y en un país donde los insurgentes que salen del proceso de paz actual van mucho más dinero cada mes, la prioridad de un sindicato de profesores es la nivelación salarial hacia un sueldo digno. Podría exponer más razones sobre este particular, pero las que están son más que suficientes. En Colombia sale mejor haber hecho la guerra, que trabajar en educar a sus niños.

Si tenemos en cuenta que, por este paro calculo que el docente promedio solo subirá su sueldo en un mínimo de siete mil pesos (el 0,36% que propone el gobierno) y siendo optimistas en un máximo de noventa mil pesos (suponiendo un acuerdo con el sindicato del 4%, si y solo si es muy, pero muy generoso el gobierno), es una desfachatez que los profesores salgan a paro y que un sindicato se movilice, gaste tanta energía y fuerza sindical en estas cifras tan miserables. Esto no tiene presentación, no se justifica un paro por tan poca cantidad y como escribí, sale mejor hacer la guerra que trabajar en educar a los niños. En la circular de Fecode que expone las razones del paro, este asunto prioritario es pasado a segundo plano lo cual, para el docente promedio es nefasto.

Si por obra del espíritu santo, el gobierno decidieron aumentar considerablemente la inversión en educación, se mejoraran y dotaran adecuadamente todas las plantas físicas de las instituciones educativas en Colombia, se construyeran las aulas que hacen falta para la implementación de la jornada única, se diera el mejor complemento alimenticio para los niños en edad escolar, se creara un sistema de transporte escolar a nivel nacional, no se tercerizan los servicios complementarios y se acaba el paro; pero no se sube el sueldo de los maestros o el aumento son los miserables pesos negociados actualmente. Con esto los docentes tendrán la excusa perfecta para salir a paro nuevamente (preferiblemente en época electoral) y si todo lo anterior se lograra en este paro (menos la cuestión salarial), los docentes se sentirían defraudados y engañados, como en paros anteriores. Este paro no me convence, porque pareciera que beneficiaría a todo el mundo si logra los objetivos, menos al docente raso.

La cuarta razón es la ineficacia del sindicato de profesores de Colombia (Fecode). No son el sindicato de una empresa que fabrica dulces de guayaba de un municipio cualquiera, ni tampoco son el sindicato desorganizado de una cooperativa recién creada. Son el sindicato de una las funciones principales y fundamentales de cualquier estado del mundo. No solo eso, tampoco son el sindicato de 40 trabajadores, sino un sindicato que representa a 322 mil maestros. Un sindicato más pequeño y no tan organizado y con mucho menos recursos, tumbó el gobierno comunista en Polonia en el siglo pasado. Pero Fecode, al igual que muchas instituciones de Colombia es movido por intereses personales, económicos y políticos. Son una Colombia pequeña, que tiene con que ser poderosa y pujante, pero ahogada en su propio lodo y navegando en el mismo sitio.

Un sindicato que en el papel es el más poderoso de Colombia, porque aún no lo ha demostrado y que ha perdido en las últimas negociaciones con los gobiernos de turno, es en definitiva ineficaz. En los últimos 10 años ha luchado por una nivelación salarial (no logrado), un estatuto único docente (no logrado), una mejor calidad de educación (no logrado), más recursos para la educación (no logrado) o un verdadero cambio en el sistema educativo colombiano que lo equipare con sistemas educativos exitosos extranjeros (no logrado). Todo esto se lee así; “Ineficacia”. No le creo a este sindicato, no le creo a sus paros.

La tercera razón es la politiquería en Fecode. El primer audio que escuché sobre este paro en uno de los tantos grupos de WhatsApp que manejan los docentes, era una entrevista a un alto dirigente sindical. Dicho reporte auditivo terminaba con una pregunta: ¿y quién va a ser el próximo presidente de Colombia?, a lo que el sindicalista respondió entusiasmado: “Jorge Robledo”. Negar la inmensa cercanía de Fecode con el Polo Democrático, es como tapar el sol con los dedos. Y aunque en teoría no es malo que un sindicato tome una posición política, si lo es en las condiciones actuales de Colombia.

Al parecer, las directrices sindicales no nacen de una verdadera trasformación de la educación, sino de las indicaciones de un partido político que maneja sus hilos a su conveniencia, con tal de movilizar una gran cantidad de votantes de una manera fácil y manipulable (recuerden que somos 322 mil), como lo hacen todos los políticos de todos los partidos al pueblo colombiano. Los docentes de Colombia son los borregos votantes del Polo democrático y su mejor distribuidor ideológico más barato.

Pero son más complejas las consecuencias de esta relación en aparente simbiosis, ya que ningún gobierno que no sea el del Polo, va a ceder a las demandas de los docentes (justas o no), simple y llanamente porque el Polo se las va atribuir y enarbolará la bandera de: sin el apoyo político de ellos, los docentes nunca hubieran conseguido dichas demandas. Ningún gobierno partidista colombiano mejorará la educación a sabiendas que el crédito se los llevarán los docentes y que dicho crédito se extrapolará al partido político en oposición que maneja a su sindicato.

Los sindicalistas docentes no entienden que nuestras demandas no son de un partido político ni necesitan de la maquinaria politiquera. Son demandas mínimas, justas y necesarias. Los gobiernos que manejan a Colombia no entienden que esas demandas son obligaciones del estado colombiano (y que le convienen) y que cualquier gobierno que este en el poder debe y tiene que cumplirlas. Temo que, mientras estemos asociados a un partido político de izquierda (se me viene a la mente la situación de Brasil, Bolivia, Nicaragua y Venezuela), la educación no tendrá lo que el estado colombiano debería darle, por razones politiqueras.

La segunda razón son los políticos. Colombia es un país pintoresco e indiferente. Tiene petróleo, minerales, riqueza hídrica y biológica, pero, aun así, somos un país atrasado. Somos un país racista y es por esta razón que el Choco, Buenaventura, zonas de la costa, la Guajira y los departamentos amazónicos están más atrasados que otras regiones con mayor cantidad de población “Blanca”. Somos un país clasista, lo cual también incide en la situación de las regiones descritas y explica como un Ingeniero de una Universidad pública de excelente calidad tiende a ganar hasta cinco veces menos que un Ingeniero de la Universidad de los Andes, pero cuyos egresados, contaminados por los políticos, son los principales acusados en los grandes escándalos de corrupción de los últimos años. Aunque hablamos mucho y debatimos sobre estas cuestiones, en la práctica somos indiferentes.

Nuestra clase política ha procurado, cultivado y promovido esta situación y los colombianos nos volvimos ciegos e indiferentes gracias a ellos. Mientras en otros países (por cierto, con mejores sistemas educativos) la corrupción es castigada severamente, no solo desde la ley sino culturalmente (donde somos más ciegos aun), aquí seguimos eligiendo a congresistas o a sus delfines políticos que han sido condenados, vinculados y asociados con criminales (de izquierda o de derecha). Esto explica como en algún momento, el 45 % de los “honorables congresistas” estaba vinculado con diversas facciones y/o organizaciones criminales o corruptas y todos (medios de comunicación, militares, políticos honestos y ciudadanía general) fuimos indiferentes.

A esta clase política (toda) le interesa mucho este estatus, el de la ceguera o la indiferencia. En ese estado perdurarán durante mucho tiempo, podrán mantener el clasismo, el racismo y proveerán el opio social que los sostiene donde están. A esta clase política no le interesa cambiar el modelo educativo ya que ese cambio podrá eliminar la indiferencia, elevará nuestros estándares morales, éticos y ciudadanos y destruirá la peste política que carcome a Colombia. Mientras estemos dominados por el tipo de clase política reinante en el último siglo y mientras nos domine la indiferencia, se mantendrá este estatus tan beneficioso para ella (que como explique, también contamina a los docentes) y no servirá ningún paro que pretenda mejorar la educación.

Analice, recuerde y lea qué político o campaña electoral no tiene entre sus principales objetivos la mejora en la educación. Cuántos concejales, alcaldes, gobernadores, senadores o presidentes basaron sus campañas en este aspecto. El actual eslogan del gobierno del presidente Santos es “paz, equidad, educación”, pero como todos los políticos, una vez en su cargo, esas promesas se difuminan. Es una mentira gigantesca… nos creímos esas mentiras, la sociedad colombiana vive esas mentiras, los medios de comunicación las sostienen y el pueblo no las detecta o le son indiferentes porque está en un estado vegetativo (zombificación social) viendo televisión, escuchando música desechable o “pidiéndole a Dios” que mejore su situación.

Por cierto, aquellos sectores políticos “que están con los maestros” también tienen llenos sus documentos, propagandas y eslogans con palabras maravillosas de cómo, si llegan al poder, van a mejorar la educación. Pero ninguno de ellos realiza propuestas tan claras o contundentes como el porcentaje exacto (y justo) de aumento de sueldos a los maestros durante su hipotética administración o el plan concreto para el mantenimiento de las plantas físicas o de cuantos colegios van a construir, etc. Como los demás políticos, sus discursos están llenos de la expresión “calidad educativa” en cada uno de sus párrafos, pero ya sabemos cómo termina la historia.

Finalmente, la primera razón por la cual pienso que un paro de maestros es inútil en Colombia para mejorar la educación, son las experiencias en otras naciones. Si buscamos los motivos por los cuales, ciertos países tienen y se distinguen por poseer mejores sistemas educativos, no encontraremos una razón sencilla, pero empieza por un gran cambio cultural, político y económico, que se traduce ahora sí, en una simple idea: “La educación es la vía del desarrollo y el bienestar de la nación”. El cambio cultural deberá producir una mejor clase política o una mejor clase política producirá un cambio cultural (lo cual sucedió en algunas de esas naciones). Pero recuerde el estado de zombificación de los colombianos y la clase política que lo gobierna.

En esos países, un mejor sistema educativo soporta ese cambio cultural, proveerá mejores políticos y luego por sí solo, vendrá la prosperidad, la equidad, el desarrollo científico y económico: El bienestar de la nación y de sus ciudadanos.

Son palabras que podrían extenderse en cientos de hojas con más palabras, pero de algo estoy seguro: Colombia está lejos de esos cambios; lejos en el tiempo, lejos en mentalidad. Quizá en 20 o 30 años, si es que empezamos hoy (que lo dudo), se den los cambios que permitan construir una mejor Colombia y es por eso y por las demás razones que expuse, que un paro de maestros que no ahonde en todos estos aspectos es incompleto e inútil. Lo que se logre con estas movilizaciones actuales no dejará contentos a la mayoría de los docentes, no será ni el más pequeño ladrillo en los cimientos de un mejor sistema educativo, las pocas mejoras que se logren se difundirán en el tiempo, serán consumidas por la politiquería y en la indiferencia de la sociedad no servirán de nada. Eso sí, rendirán fruto político para el año entrante.

Paro de maestros no. No tiene caso, no porque un paro no sirva, no porque no sea válido o porque sus razones no sean justas. Es por todo lo anterior que simplemente es inútil. La pregunta que se debe hacer el lector es: ¿y entonces qué hacer? Espere la respuesta, en la segunda parte.

 

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