Dicen que este lugar tan olvidado de Dios es un lugar turístico amigable con la bicicleta. Lo que no cuentan los medios amigos de Claudia López es que a uno lo pueden estar matando mientras está montado en una bicicleta. No sólo porque te la roben, porque te bajen del sillín a punta de cuchillo, sino que un carro te puede matar. La bicicleta sería una opción para salir de esos infiernos en los que se convierten los trancones en una ciudad absolutamente paralizada en sectores claves de la capital como la calle 80, la 68 o la avenida Suba. El trancón es una más de las plagas, lo otro que acaba con las ganas de regresar a esta ciudad es la inseguridad. El problema es que muchas veces el trancón y los atracos se unen en un extraño matrimonio haciendo aún más insoportable esta sabana fría y hostil.
Pero además si este fuera un remanso de paz tampoco sería un lugar para venir de otras partes del mundo a pasar una temporada. El frío incomoda, la lluvia perpetua y, además, la cantidad de edificios feos, la falta de lugares como parques, espacios públicos, no es una ciudad que invite a parchar gratis. Afortunadamente Petro habilitó la plaza Nuñez, en la parte de atrás del Congreso, para acercarle a la gente más el poder.
Centros Comerciales sin gracia, como el infumable Titán, ausencia de eventos públicos, como conciertos gratuitos en parques, ¿qué tiene que hacer en este rincón del infierno un neozelandés? No existen además los grandes hombres bogotanos, aparte de Juan Pablo Montoya, ¿qué otro hombre universal ha dado esta ciudad?
Monserrate es uno de los pocos lugares que bien valdría la pena ver para un man que nació en Neiva pero, si se informaron lo que pasó este mes, nadie se salva de una atracada en esta ciudad, diez personas que hacían ejercicio subiendo el cerro fueron atracados sin piedad.
Así que, si vienen a Colombia, difícil preferir este monstruo lleno de gente gris, de trato difícil. Una ciudad estancada en el tiempo y en un trancón, que se ve a través del vidrio empañado de la ventana de un carro.